Nuevos virreyes, nuevos caciques
Nuevos virreyes, rodeados de una corte prepotente e inútil, han emergido en diversas partes de México.
El actuar de esta casta esperpéntica no sería perjudicial si solo sirviera para entretenimientos de banqueta, de cantinas y de cafés, pero al controlar poderes locales omnímodos se convierten en problemas monumentales ahí donde sientan sus reales.
El primero que comprendió, y practicó hasta el abusivo cansancio esta nueva etapa de los virreyes impunes, fue Juan Sabines Guerrero. Entendió que el derroche, el robo, la rapiña y la represión no le serían jamás castigados.
Su “pena” sería que no regresaría jamás a estas tierras a las que jamás quiso como suyas. Y no ha vuelto. Ese ostracismo, que lo lleva con más alegría que amarguras, es su única condena.
Los virreyes, sin contrapeso alguno, revisan antiguos manuales de antepasados suyos para ponerlos en práctica en los territorios de la impunidad. Hay escasa mesura. Pocos asesores y políticos prudentes.
No hay un solo virrey que no piense en ser rey. Se sienten con derecho de ser presidentes de la república, y hay para ello una corte ociosa y aplaudidora, que vive del suministro de elogios permanentes.
¿Cuántos millones han erogado los nuevos virreyes para promoverse al encargo presidencial?
Lo gastado por Manuel Velasco puede servir de parámetro. Nuestro gobernador gastó en promoción de su imagen en 2014 diez millones de dólares, es decir, unos 130 millones de pesos.
Los virreyes no aceptan la crítica. La reprimen, la ignoran o la ahogan.
Todo periodista, ciudadana o activista que transparente su ejercicio es un enemigo personal, una desestabilizadora y le busca nexos con grupos políticos de ingrata memoria.
Las campañas de difamación en contra de comunicadores profesionales, patentada por Sabines, hoy la practica Javier Duarte en Veracruz.
Los periodistas veracruzanos incómodos reciben como ración diaria ataques a través de medios oficiosos, pagados desde Palacio, como sucede aquí con un periodista expoliador del erario.
Lo demás, videos, correos y mensajes difamatorios por redes sociales, salen desde el anonimato sin que las autoridades identifiquen a los autores, aunque bien claro dejan su rastro hacia las oficinas de Duarte.
El problema de los virreyes es que, aparte de la corte oficiosa, han procreado una red de nuevos caciques. Y esos son muy peligrosos porque toman venganza en nombre de sus jefes. Son capaces de matar, desaparecer o golpear a presuntos enemigos de Palacio. De ahí que el número de periodistas asesinados o desaparecidos en Veracruz sea de 15.
Estas estrategias son, desde luego equivocadas. Juan Sabines se convirtió en el más odiado de los gobernadores chiapanecos y Javier Duarte en uno de los personajes más odiados del país por esta falta de tino. En protesta contra este político, intelectuales y artistas decidieron no realizar el festival de Jalapa. Harán algunos actos vía digital en memoria de los periodistas asesinados, pero nada más.
La críticas periodísticas se deben tolerar, porque acallarlas o reprimirlas, solo lleva a colocar amplificadores nacionales a los problemas locales, que lo dudo sea lo que busquen los nuevos virreyes.
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