Definición de zacate
Lo dice como broma. Siempre que saludo a Pancracio me dice: “No te juntés con cualquiera, aún hay clases sociales”. Es un hombre tolerante. Lo dice como broma. Cuando lo dice muestra su sonrisa de mono columpiándose en un bejuco. Pero cuando lo dice pienso (también en son de broma) si no será que también en las palabras existen “clases sociales”. ¿Existen palabras que tengan más sangre azul que otras? Ahora sí que como dijera Sabines: “no lo sé de cierto”, pero advierto que hay palabras que son más prestigiosas que otras. Por ejemplo, la palabra zacate suena como si fuera una palabra plebeya. La gente de ahora, muy de vez en vez usa tal palabra; la mayoría emplea la palabra maleza.
Hay palabras que comienzan a ser desplazadas por otras que “suenan” más “nice”. Por ejemplo, en Comitán, en los años sesenta, los niños acostumbraban ir a bañarse a los tanques de “Las Bermúdez”; ya en los setenta, los comitecos acudían a la alberca del Club Campestre; y ahora (¡Dios mío!) he escuchado a jóvenes que dicen que van a nadar a la piscina de su casa de campo, en Uninajab. ¿Ven? Lo que inicialmente se llamaba tanque se convirtió en alberca y ahora se denomina piscina. ¡San Caralampio bendito! Creo que algo similar sucedió con la palabra zacate. Antes era muy usada y ahora es casi ignorada. Solamente se emplea de vez en vez cuando alguien se acuerda de aquel chiste que cuenta de una mujer que le reclamó al marido por no llevarle la hierba solicitada y lo hizo diciendo: “¿Y los zacates?”, y la prima dijo: “Pero si no se lo metites” (así, con “ese” final para que “entre” el chiste).
Pero digo que no se usa en la zona urbana, porque en la zona rural sigue siendo una palabra de uso común. ¡Ah, cuántas historias se escriben en los zacatonales, que son las zonas donde crece el zacate! Allá, en la zona rural, sigue siendo una palabra valiosa, porque designa algo que en el medio urbano no tiene mayor importancia. El zacate en las ciudades casi no tiene sitio más que en la periferia. El citadino (siempre inteligente) logró erradicar la plaga del zacate cubriendo de cemento a la tierra. Ya no hay un solo metro cuadrado que permita al agua de lluvia jugar con el suelo. Así como el agua de lluvia se desliza por las calles como si éstas fuesen toboganes, el zacate es un hijo nonato, no encuentra útero para crecer. Por ello, la palabra zacate se ha extraviado y ya es una palabra en proceso de extinción. En cambio, en las rancherías el zacate crece como crece la inseguridad en las ciudades. Por ello, los campesinos aún van a las veterinarias y compran una sustancia llamada “matazacate”, porque el zacate asfixia a los sembradíos. Fenómeno simpático, en la ciudad no hubo necesidad de emplear “matazacate”, el cemento mató a la hierba y a la palabra.
Entiendo lo que Pancracio, en tono de broma, me dice: “Aún hay clases sociales”. También en el mundo de las palabras hay clases. Hay palabras que tienen más presencia que otras, que están colocadas en pedestales de bronce. Zacate es una palabra plebeya que sólo tiene refugio ya en las comunidades rurales. En el campo todavía se pasea hermosa y crece con la misma gracia con que crece el color naranja en la puesta del sol.
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