Definición de distancia
La palabra distancia no alimenta lo que dice, al contrario la reduce. Quien pronuncia la palabra distancia, por esos milagros que tiene el lenguaje, anula la distancia, porque acerca la otra orilla. Mientras no pensamos en la palabra el territorio distante nos resulta casi ajeno, pero en el momento mismo en que pronunciamos la palabra el territorio (así esté en Tierra de Fuego) se convierte como en un ave que viene a comer alpiste de nuestra mano.
A final de cuentas, esta palabra reúne la característica de toda buena palabra: funciona como un mantra o como un conjuro para hacer la luz donde pareciera sólo oscuridad.
Los seres humanos somos ingratos. A veces (la mayoría de veces) pronunciamos las palabras como si éstas fuesen piedras que debemos expulsar para no llenarnos de ellas. Pocas veces nos damos cuenta de que las palabras son como la lluvia que hace crecer las vainas más tiernas y las más llenas de espinas.
De acuerdo con el diccionario, distancia es “espacio o tiempo que hay entre dos cosas o acontecimientos”. El concepto es muy interesante porque es como esas promociones de dos por uno. Siempre que hay una distancia física también lo es temporal. La distancia física pareciera modificar, por esencia, la distancia temporal. Mientras un amado tiene lejos a su amada, el tiempo se le hace eterno. La cercanía (ausencia de distancia) modifica, asimismo, el tiempo. De esta manera, cuando pronunciamos la palabra distancia la invocamos y con ello modificamos el rostro oscuro que delata.
Quien vive en la Ciudad de México tiene una concepción diferente de distancia con respecto del que vive en Amatenango del Valle. Las distancias en México son brutales, las de acá son tenues y leves. Pero quien alza la vista y mira el cielo invierte los conceptos: en la Ciudad de México el cielo brumoso y lleno de smog está a la mano, mientras que en Amatenango está casi casi al fin del mundo. Los chiapanecos creen que el infinito está a varias leguas de camino, mientras que los chilangos creen que el infierno está a la vuelta de la esquina.
Me gusta la palabra distancia, porque invita a hacer un recorrido. Uno no sabe bien cuando comienza a caminar por qué lo hace, pero sí intuye que es para distraer lo que es una línea recta aburrida que se llama vida.
Mis amigos dicen que los amores a distancia son tontos, pero luego, como si lo pensaran bien, rectifican y dicen que cuando se da un amor de lejos “se divierten los cuatro”. Y uno entonces piensa que la distancia logra el prodigio de multiplicar los panes, las penas y las cachonderías. La distancia es como la otra orilla que exige tender puentes. Sólo el que es sabio sabe que la distancia, igual que el tiempo, es relativa.
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