Chiapas: en busca de la Edad de Oro y el Sueño de Rip van Winkle
El maravilloso Samuel Langhorne Clemens; mejor conocido como Mark Twain, autor de “Las Aventuras de Tom Sawyer” y de “Las aventuras de Huckleberry Finn”, escribió también -aunque en esta ocasión en colaboración con otro escritor amigo- “The Gilded Age: A Tale of Today” (La Edad de Oro: Un Cuento de Hoy).
Para el americano promedio esta obra de Twain; -que no es muy conocida en el resto del mundo y que es la única escrita con un coautor- refleja la codicia y la corrupción americana que se vivió después de la guerra civil en la época de crecimiento económico que se denominó precisamente por el título de la obra: La Edad de Oro.
Este periodo fue precisamente la etapa en donde Norteamérica comenzó a dejar atrás a Inglaterra como primera potencia mundial y claro está, lo logró definitivamente después de la I Guerra Mundial. La llamada Edad de Oro americana específicamente comprende de 1870 a 1900; fue llamada así porque el crecimiento económico fue espectacular, prácticamente los salarios crecieron en 30 años un 60 por ciento lo que atrajo la inmigración europea, la clave del crecimiento fue la industrialización y el desarrollo de la industria pesada como la aparición de fábricas y el crecimiento de las redes ferrocarrileras.
Para dar un dato preciso, viajar de costa a costa les llevaba a los americanos seis meses; con el ferrocarril, el viaje se redujo a solo seis días. Por ello, de la mano de industria, el comercio y los servicios florecieron; con ello aparecieron los primeros monopolios, pero también los sindicatos. El caso es que Estados Unidos con la Edad de Oro despegó tecnológicamente, en esos años 500 mil patentes fueron emitidas, una cifra diez veces más alta que los 70 años anteriores.
Fue la época de los legendarios Nicolás Tesla, Thomas Alba Edison, de los míticos empresarios Andrew Carnegie, John Pierpont «JP» Morgan y John D. Rockefeller y de la aparición del petróleo como combustible mundial.
También fue la época del despegue industrial del norte y del noreste americano y del empobrecimiento del llamado “Sur Profundo”, del arranque de la desigualdad por la alta inmigración registrada de europeos, se pasó de las pérdidas humanas de la esclavitud al génesis de la lucha por los derechos humanos y a la época de la aparición de los accidentes laborales.
En materia política, la corrupción y los conflictos de intereses de hicieron presentes, era una frase común de la época decir que el gobierno americano era lo que Carlos Marx decía: “fingía neutralidad para mantener el orden, pero el orden estaba al servicio de los intereses de los ricos».
Otro elemento literario -aunque es una obra más temprana que la de Mark Twain porque se escribió años después de la guerra de independencia contra Inglaterra- que describe y explica la idiosincrasia americana es “Rip van Winkle”, un cuento de Washington Irving. El protagonista llamado precisamente Rip van Winkle se queda dormido 20 años y cuando despierta todo ha cambiado, su esposa ha muerto, que sus amigos han migrado o se han ido a la guerra, que el Rey Jorge III de Inglaterra ya no es su Rey y que ahora el presidente es George Washington; es decir, durante su sueño se ha llevado a cabo la guerra de independencia americana.
Pero si la obra de Mark Twain acuñó el término de la Edad de Oro que se caracterizó por la industrialización y la corrupción política; Washington Irving con Rip van Winkle establece una identidad: la del antes y después de la Revolución Americana. El mismo Irving era de padres ingleses, pero ahora; como americano, a diferencia de sus padres, no era un súbdito de la corona inglesa, sino un ciudadano americano. Es decir el contexto que explica la obra era el de un nuevo país, pero aún sin forma; Sin embargo, al final, Rip van Winkle asimila los cambios, deja atrás los lastres coloniales y es un hombre feliz.
¿Por qué traemos a cuento esta descripción de la edad de oro y el sueño del personaje de dos obras literarias americanas?
Porque Chiapas es precisamente lo que necesita, una edad de oro económica y al estilo del personaje de Washington Irvin, una adaptación al nuevo entorno mundial que al contrario de décadas pasadas, no promueve el proteccionismo, ni los subsidios ni los programas sociales; que es de lo que históricamente ha vivido Chiapas por la incapacidad de sus gobiernos sucesivos de por lo menos hace 40 años a la fecha de crear las condiciones económicas para el desarrollo de toda la población.
No hago una apología del americanismo, que como cualquier potencia económica que ha tenido la historia humana, su éxito está también lleno de sangre y de leyendas negras.
Pero es claro que Chiapas necesita un cambio de rumbo, porque las políticas públicas de perfil de bienestar social no han sido efectivas aún y con todo el caudal de recursos que se han ejercido. Por ejemplo, John Womack, cita en su obra “Chiapas, el obispo de San Cristóbal y la revuelta zapatista” que de 1989 a 1993, Carlos Salinas de Gortari a través de PRONASOL (Programa Nacional de Solidaridad) transfirió a Chiapas más de 450 millones de dólares y solo en agosto de 1993, ya cuando los rumores del levantamiento armado eran evidentes, hizo entrega de otros 50 millones.
Por si fuera poco, en un artículo periodístico reciente, se cita que del año 2000 al 2014, Chiapas junto con Guerrero y Oaxaca; recibieron de la federación transferencias de recursos por el orden de 2.5 billones de pesos a precios constantes de 2014 (es decir precios a los que no les descuenta la inflación)
A pesar de ello, -continúa la nota- ninguno de esos estados ha mejorado sus índices de marginación y pobreza sustancialmente. A Chiapas en ese periodo le correspondieron un total de 754 mil 254 millones.
Pero el hecho es que Chiapas al día de hoy, 500 millones de dólares y 754 mil 254 millones de pesos después, según los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), tiene al 74 por ciento de la población en extrema pobreza; para escandalizarnos con la cifra, con Nuevo León; que tiene 4.6 millones de habitantes por 4.8 de Chiapas; nos separan 51 puntos porcentuales ya que este estado solo tiene al 23 por ciento de su población en situación de pobreza.
¿A dónde se fue ese dinero?, ¿en manos de quien o de quienes quedó?
No hace falta quebrarnos la cabeza, fue a manos de nuestros políticos; porque la única fábrica que funciona en Chiapas es la de políticos sexenales saqueadores. Seguro otra parte fue despilfarrada, otra más en manos de los funcionarios federales o del Distrito Federal y también una buena parte del pastel se derrochó en épocas electorales.
Es evidente que la corrupción y el despilfarro fueron elementos centrales para el fracaso chiapaneco de las políticas públicas de transferencia de recursos y de bienestar.
El problema es que nuestros vergonzosos indicadores, nos dicen que necesitamos más transferencias federales vía programas sociales. Lo necesitamos porque no generamos nuestros propios recursos fiscales; de hecho hay datos oficiales que nos señalan -pesos más, pesos menos- que de cada 100 pesos que se ejercen de gasto en Chiapas, 96 de ellos son transferencias federales. Es decir, solo recaudamos cuatro pesos.
Imaginemos la escena: El secretario de Hacienda en acuerdo con el gobernador o en comparecencia con los Diputados locales diciéndoles que aumentará la recaudación en un 50 por ciento más; suena bonito, pero la realidad es que ese esfuerzo solo representaría dos pesos más sobre una base de cien y eso si puede lograrlo.
Ahora, bien; sí necesitamos transferencias federales para programas sociales; pero también como es evidente, necesitamos generar nuestros propios ingresos; para eso es necesario que exista inversión productiva.
Con solamente transferencias federales para programas sociales que alivien nuestra pobreza no tendremos desarrollo ni mucho menos crecimiento económico. Requerimos de manera urgente inversión productiva
Porque como lo ha reconocido el presidente Enrique Peña Nieto en su mensaje a la nación del 27 de noviembre del año pasado; Hoy existen dos México: Uno. Inserto en la economía global, con crecientes índices de ingreso, desarrollo y bienestar. Y por el otro lado, hay un México más pobre, con rezagos ancestrales que no han podido resolverse por generaciones.
Desgraciadamente, Chiapas forma parte del México más pobre.
Pero necesita inversión productiva que atraiga inversión privada; además necesita un gasto verdaderamente responsable y no uno donde se promueva la imagen del gobernador en turno cual culto a la personalidad.
Necesita inversión en caminos, en carreteras, en educación tecnológica, en el desarrollo de cultura empresarial, en el impulso a la vocación productiva de sus regiones y claro está un trato preferente de la federación hacia nuestro estado en materia fiscal.
Como si fuera nuestro destino trágico desde hace 20 años, el gobierno federal anuncia grandes proyectos para el estado. Si hace dos décadas la derrama de recursos obedeció a la insurgencia zapatista, ahora; el riesgo de contagio de la crisis guerrerense por los acontecimientos de Ayotzinapa, provocó el anuncio de inversión productiva en el sureste.
Ahora sí habrá inversión productiva, serán 195 mil millones de pesos en las tres entidades del Sur, también se crearán tres corredores industriales: uno de ellos en Puerto Chiapas; el corredor industrial tendrá el tratamiento de ser una zona económica especial, donde se ofrecerá un marco regulatorio e incentivos especiales para atraer a empresas y generar empleos de calidad.
El planteamiento es de entrada teóricamente correcto; porque daremos el salto de recibir recursos para programas sociales a recursos financieros para sentar las bases de la generación de lo que no hay en Chiapas: industrias.
El asunto es que en esa búsqueda de nuestra edad de oro a la que se refería Mark Twain, podemos entramparnos de nuevo en lo de siempre; la corrupción política, el saqueo y el despilfarro que tan bien describió Twain en su obra.
Si es así, no veremos los beneficios concretos de la inversión, solamente un lado de la moneda, es decir la corrupción y los conflictos de intereses.
Hago votos porque la derrama de recursos se haga de manera responsable y dos últimas dudas que rondan:
¿Por qué esperar hasta el trágico derramamiento de sangre en Ayotzinapa, para crear un proyecto grande de desarrollo de infraestructura en el tan necesitado Sur del país?
Porqué lo anteriores presidentes y gobernadores no propusieron nunca nada parecido y si lo hicieron, porqué nunca se materializó algo concreto?
Chiapas no ha estado dormido 20 años como Rip van Winkle; ha sufrido una pesadilla de siglos, justo es que ya despierte y despegue económicamente. ¿Podremos hacerlo con la cleptomanía ancestral de nuestras sucesivas generaciones de dirigentes?
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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