Ex gobernadores chiapanecos, cargados de muertos y fantasmas
Cada uno de los ex gobernadores chiapanecos acudió al segundo informe con sus propios muertos y fantasmas.
En el encuentro con Manuel Velasco Coello en Palenque, los ex mandatarios fueron acompañados por sus historias inseparables de reclamos.
Llegaron a la pasarela política con sus pulcras guayaberas y sus escenografías de horror que crearon desde sus gobiernos.
Julio César Ruíz Ferro con su sonrisa-mueca de timidez y desgano.
El político grisáceo, despersonalizado de mirada alucinada apareció con su carga de 45 indígenas asesinados en Acteal.
Las imágenes tétricas y fantasmales persiguen al ex gobernador.
A donde quiera que se mueve las voces de los difuntos y sus dolientes le reclaman la injusticia y la impunidad que prevalece por la abominable y vergonzosa matazón.
Acteal también fue la tumba de Julio César. Hoy, sin embargo, pretende sacar cabeza.
El ex mandatario estatal lleva su propio infierno en la condena pública por mucho que, tras bambalinas, en su fuga permanente de todos y de él mismo, busque conciliarse.
Esta vez lo intentó en Palenque al participar en el incensario del ritual de Palenque ofrendado a Velasco Coello en su personificación de Pakal.
Lo intentó y fracasó porque los muertos de Acteal están más vivos que nunca.
De la espesura de la jungla política, en primer plano, apareció José Patrocinio González Garrido, a quien Manuel Velasco llamo padrino en la efervescencia de la presentación y las alabanzas mutuas.
El Padrino se mostró con media sonrisa, las pupilas aquilinas y el dinamismo que aún le permite su senectud.
En su retiro campestre de Playas de Catazajá, donde cría y preserva especies endémicas en peligro de extinción, el priista de viejo cuño, enfrenta a los asesinados durante su gobierno.
Lo rodea el desfile interminable de las decenas de homosexuales asesinados en el centro de Tuxtla Gutiérrez y lugares próximos.
Como un cerco de zombies parlantes reclaman al Padrino la rabia porque sus ejecutores siguen libres. Lo persiguen reclamándole la impunidad de décadas.
El general Absalón Castellanos Domínguez cumplió también a cabalidad y puntualidad castrense con Manuel.
Así lo hecho en los informes de los gobernadores de su partido. Con su presencia resume el saludo-respaldo a los gobernantes en turno. Absalón es como un amuleto del poder ancestral en Chiapas.
El viejo militar no acudió solo. Con el fueron también los muertos de Golonchan y la lista de asesinados, despojados y humillados que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional le imputó al enjuiciarlo y liberarlo en el 1994 de la guerrilla indígena.
De Comitán bajó también Jorge de la Vega Domínguez. A sus 83 años de edad, el priista guarda secretos políticos de cuando abandonó la gubernatura de Chiapas para encabezar las secretarías de Comercio y de Agricultura y Recursos Hidráulicos, al lado de José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari, ambos ex presidentes símbolos de la corrupción y la impunidad en el mundo.
Aunque tímido y de bajo perfil, Eduardo Robledo Rincón rindió sus loas al desparpajado Manuel Velasco.
El ex gobernador, padre del actual senador perredista Zoé Robledo Rincón sintetizó en aquel febrero del 94 el desprecio de los indígenas alzados en armas que pidieron y consumaron su renuncia.
Los ausentes del ceremonial del copal y del estoraque fueron los priistas Roberto Albores Guillén y Javier López Moreno.
El primero con sus muertos de El Bosque y Chavajebal en su lucha contra los municipios autónomos y López Moreno con su desfachatez y chabacanería en la dilapidación de la política.
Los otros ausentes, los ex gobernadores más actuales Juan Sabines Guerrero y Pablo Salazar Mendiguchía no necesitaron mostrarse en el símil del ritual al Rey Pakal.
Ambos ex gobernantes también chorrean sangre. Pablo con los infantes muertos en el hospital de Comitán y Sabines con las víctimas de la tortura, el despojo y la impunidad que lo persiguen como cadáveres insepultos.
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