Definición de cierre
Mi tío Eugenio nació en Guatemala. Tiene la costumbre de tratar a todos con el trato de usted, incluso a sus hijos. Me encanta cuando dice: “Cierre la puerta, por favor, patojo”. Patojo es el trato afectuoso que los chapines dan a los muchachos. Cuando era joven, mi tío decía que me conseguiría una patoja bonita para que me casara con ella. Esto lo digo, porque cierre puede usarse (todo mundo lo sabe) con la acepción del verbo cerrar o como sinónimo de cremallera.
Tal vez designamos a ese chunche porque sirve para unir partes, para cerrar “ventanitas”. Los vestidos tienen cierres y los pantalones y chamarras tienen cierres. Y los cierres, por simple sentido común, tienen su antípoda que es “los abres”. Y digo antípoda porque el cierre siempre se usa en un “territorio” que a veces llamamos cuerpo.
Uno de los juegos más deslumbrantes es el que juegan los amados cuando uno de ambos decide ser un descubridor de territorios. Los pies de ella pueden ser Tierra del Fuego y su cabeza el Polo Norte. El amado comienza siendo un pingüino y termina con el traje de un oso polar. Llega el momento en que el traje de pingüino debe cambiarse (sobre todo al llegar a Colombia o pasar por la Selva del Amazonas. ¡Ah, territorio maravilloso que huele a guayaba y al puesto de pescado con el sol del mediodía!) por el traje de un venado. Para lograr ello es necesario abrir el cierre. Y este acto conlleva abrir más puertas y más ventanas para que el aire de la vida inunde esa estancia que, como libro en estante, sólo cobra vida cuando la mano experta del amado la abre como se abre una flor en primavera.
Esto viene a cuento, porque en Comitán hubo un par de gemelos que tenían el apodo de “Los cierres” y, por chiste malo, cuando pasaban frente a un grupo de jóvenes maldosos, éstos decían “Ahí van los abres”. Por lo que, a la vuelta de dos o tres años, todo mundo los conoció como “Los abres”. ¿Por qué les pusieron el apodo de “Los cierres”? Muy simple. Eran sastres y siempre que algún cliente llegaba por una prenda, al entregar la cuenta decían: “Son tantos pesos, más tanto de los cierres”. Una vez, una señora muy airada les reclamó: “¿Cuáles cierres si mi blusa sólo tiene botones?” Mientras uno se puso colorado, el otro, impávido, se reclinó en el mostrador, y dijo: “Cuando se aburra de los botones, nos trae la blusa y los cambiamos. Total, ya están cobrados los cierres” y extendió la mano en reclamo de los billetes.
La sastrería se llamaba “El buen corte”. Una mañana, un pintor colocó una escalera de madera y cambió el letrero: “Sastrería: Los Cierres”, en intento de anular el otro apodo, que ya había superado al original. Ha sido uno de los pocos casos en el pueblo donde alguien pelea la preeminencia del sobrenombre, más que el nombre. En la noche, un muchacho cabrón pintó al lado “pero, los abres”. Al día siguiente todo mundo pasó a ver el letrero y burlarse por lo bajo (práctica común no sólo de Comitán sino de todos los pueblos chismosos.) A partir de ese día, los maldosos, a la hora que pasaban “Los cierres”, la mitad de ellos decían: “Ahí van los cierres”, y la otra mitad gritaba: “pero ¡los abres!”. Por eso, ya como último recurso, los sastres (retomando el ejemplo del cuento clásico) se hicieron los valientes y cambiaron el letrero de su negocio: “Sastrería Los abres y los cierres y así los dejas”. Esto causó curiosidad. El maestro Rey dijo que era una incorrección, que debía ser lo contrario: los cierres y los abres y no los abres y los cierres. Una tarde, un equipo de camarógrafos de la BBC de Londres llegó y filmó el letrero y entrevistó a los hermanos. Todo Comitán se enteró y los gemelos se hicieron famosos. Cuentan que, incluso, la señora de los botones llegó y les pidió que los cambiaran por un cierre. Iba a las bodas con un pequeño letrero que decía: “Este cierre lo colocaron los hermanos Abres”. Los gemelos murieron el mismo día, a la misma hora, por la misma afección. En el panteón aún puede verse la placa que sus familiares colocaron: “Acá descansan los restos de los famosos hermanos Abres, los más grandes sastres del mundo de los cierres.”
Cuando mi tío me dice que cierre la puerta me acuerdo de dos cosas, de la historia de los gemelos y de que nunca me presentó a la patojita.
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