Mikeas Sánchez, voz de tierras volcánicas
La poeta zoque Mikeas Sánchez, surgió de tierras volcánicas. Ese origen la caracteriza como creadora fuerte, resistente y compacta como lava endurecida, pero también es suave, transparente y diáfana, convencida de que la poesía es magia y brujería que preserva y redime la esencia de humana y de los pueblos.
No es casual que la escritora, nieta de un chamán, danzante y música nutra su poesía en la cosmovisión y el sentido de la resistencia de las culturas ancestrales de Chiapas.
Originaria del municipio de Chapultenango, en el norte de Chiapas, Mikeas está convencida de que la poesía en lengua zoque, es magia, brujería y resistencia que cuida y sostiene la identidad de los pueblos indígenas.
Las fuentes de su inspiración inicial se encuentran en los rezos que desde niña escuchaba de su abuelo curandero, don Simón, quien le transmitió el misterio de las palabras invocadas y sanadoras para la gente que acudía a su vivienda a curarse los males del cuerpo y el espíritu.
La poeta de 30 años de edad, que desde su infancia dejó la casa paterna para vivir con los abuelos, es actualmente una de las representantes más significativas de la poesía escrita en lengua zoque, cuyos textos se han traducido al español, lo mismo que al inglés, alemán, italiano, catalán y maya, como parte de la difusión de su obra literaria en México y el extranjero.
La escritora que combina su tiempo creativo con labores directivas y de locución en una radio comunitaria, debe su trabajo creativo al talento imaginativo enriquecido en sus raíces primarias, y robustecido en su sólida formación humanística.
La propuesta literaria de la joven menudita, de trato claro y amable, se funda en su ideario forjado en una licenciatura en educación y la maestría en didáctica de la lengua y la literatura obtenida en la Universidad Autónoma de Barcelona, mediante una beca de estudios otorgada por la Fundación Ford.
Más allá de las ideas y las armazones que sustentan los universos poéticos de la autora zoque, éstos se revitalizan en los relatos y leyendas que por las noches le ofrecía su abuela Simona, con quien convivió desde sus siete años de edad.
La aportación verbal de sus mayores construyeron la escritura de Mikeas-niña que, entre humo de mirra y ocote, memorizaba rezos e invocaciones de don Simón.
De esos encuentros y sus interrogantes por saber qué era la brujería, que la gente de su pueblo atribuía a los curanderos y conocer si realmente hechizaban, le brotó el interés y la fascinación por los versos y el misterio de las palabras.
A sus oídos le llegaban las historias del volcán Chichonal, y su legendaria cuidadora Piogbachuwe, La anciana que arde, aquella insólita mujer que, dicen, advirtió días antes la erupción del gigantesco cono, al señalar que por esas fechas tendría fiesta en su casa.
El despertar del Chichón que dejó una estela de más de 2 mil muertos, sepultó con lava, roca y ceniza a pueblos y rancherías que huyeron hacia otras zonas del estado, dejaron en la poeta huellas indelebles para el ejercicio de la creatividad.
A la distancia, en los años universitarios, aquellas conversaciones y observaciones confirmaron a Mikeas que los conjuros tenían, están hechos de palabras mágicas; palabras con sentido y fuerzas muy bien definidas.
La poeta zoque escribe primero su lengua materna, luego pasa al español. Esta disciplina la ha llevado a la publicación de los libros
Mucaya, Y sabrás un día, Desde mi médula y
Todos somos cimarrones.
Los textos salidos de su tinta plantean y revindican la cosmogonía indígena, la vida comunitaria, los valores enseñados por los mayores como escudo y protección frente a la globalización de las ideas y costumbres que modifican y cambia la existencia.
Otra de las preocupaciones estéticas y filosóficas de Mikeas es preservar la convivencia humana, el retorno a la naturaleza, el amor y el erotismo, si bien ante estas dos últimas expresiones no las admite del todo.
La escritora que llegó de las tierras del volcán lamenta que no es posible regresar a lo ancestral, pero sí es viable conservar lo que queda de la esencia como pueblos originales.
Por ello su convicción de que la poesía es fundamentalmente resistencia.
De ahí parte su reto y compromiso como escritora al destacar que en la cultura zoque cada río, árbol y sendero es un ser viviente, porque la montaña, la cueva tienen dueños y se les pide permiso para estar adentrarse en ellas.
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