Chiapas vive permanentes conflictos político-sociales
Áreas estratégicas del gobierno de Manuel Velasco Coello, El Rubio, están copadas por una comunidad vario pinta de cuños e intereses diversos y contrapuestos. Esta ambigua composición de la política interna explicaría los dislates y sus conflictos político-sociales permanentes en Chiapas.
Como si de un club de peleas se tratara, la Secretaría General de Gobierno encabezada por Eduardo Ramírez Aguilar, El Moro, aglutina a priistas que hasta poco eran fiambres políticos, lo mismo que a ex colaboradores de los ex gobernadores Juan Sabines Guerrero, de pútrida memoria, de Roberto Albores Guillén, El Samurai, y El Patriarca Ambientalista, José Patrocinio González Garrido.
Los Hermanitos Vivanco, Antonio y Alejandro Gamboa Ruíz, El Chaquiste, están insertos como hienas insaciables en las tetas del erario estatal.
Fungen como asesores de prosapia en zonas clave del territorio chiapaneco, donde en el pasado influyeron política y financieramente en determinados grupos políticos y sociales.
Ambos operaron en la Secretaría General de Gobierno, al lado de Sabines Guerrero, aunque al final de mandato, El Chaquiste, lo hizo además en la Secretaría de Desarrollo Social y Participación Social, donde distribuyó a modo, las partidas presupuestales que hoy aprovecha para su predominio y control personal a cambio de mantenerse en la estructura gubernamental.
A los Hermanitos Vivanco, morfológicamente zorrunos, los guían dos afanes, fuentes de sus únicos desvelos y preocupaciones: el dinero y el poder político para los afanes de sus vidas privadas aburguesadas.
En las elecciones de 2006, cuando aún tenían un modesto estudio de producción, Toño y Alex respaldaban la candidatura del priista José Antonio Aguilar Bodegas, El Gallo Giro, pero en su condición de pequeños sátrapas, traicionaron al tapachulteco para alinearse al lado de Sabines cuando éste punteaba hacia el supuesto triunfo electoral.
Los Hermanitos Vivanco presumieron siempre su consanguinidad política, casi brothers, de Sabines el gobernante más detestado y aborrecido de Chiapas por su presunta corrupción e impunidad.
La vida pública de El Chaquiste, un muchacho desaliñado y frívolo, ha girado en el escándalo y los señalamientos de corrupción. Era regidor de un Ayuntamiento en el Estado de México y cobraba también en Chiapas.
El Chaquiste protagonizó sus últimos piquetes de falso chicungunya contra su propio partido, el PRD, en la elección de 2012 con el interés de una ayudita a El Rubio, a quien hoy le chupa la sangre dejándole libre albedrío en la Secretaría General de Gobierno, donde opera política y económicamente hacia las elecciones que vienen.
Omar Molina Zenteno es otro camaleón enraizado que desde muy joven, en sus balbuceos como agente del Ministerio Público, confundió los linderos del derecho con los de la política para aprovecharlo en su trepazón gubernamental incesante.
Al lado de El Moro, Omar el de la congelada sonrisa-mueca y andar detectivesco, prepara a sus cuadros políticos localizados en zonas bien delimitadas en el norte chiapaneco, que esperan el rejuego y las colocaciones electorales locales de 2015.
Éstas y no otras son las estrategias y tácticas de este político, que se ha ponderado de pragmático de ideología de izquierda, pero que vive y se le ve como pequeño potentado dado a la molicie y los placeres.
Estos ejercicios de simulación realizados en las odres gubernamentales las practica también Javier Yau Dorry, El Antillano, otro de los hombres fuertes de El Moro.
El Antillano está clasificado como un sujeto violento y radical en su verdad. Así lo demostró, se dice, contra el ex secretario estatal de Educación, Herminio Chanona, a quien en un arrebato le descerrajó un puñetazo en el rostro.
Hoy Herminio, con quien irónicamente comparte espacios en la Secretaría General de Gobierno, muestra una nariz de perfil Petuniano, que se asegura es resultado de la cirugía que le causaron los nudillos de El Antillano.
Yau Dorry, ligado al PRD y a la , dizque izquierda chiapaneca, demostró también sus efluvios fúricos en las marchas contra Sabines Guerrero. Al concluir estas protestas, El Antillano consiguió colarse en la estructura de gobierno y se calmó como zombi en acto de vudú.
Este hombre de voz estropajosa y precedido, continuamente de su frase recurrente camarada, incentiva su proselitismo político perredista, a querer o no, desde su mullido sillón instalado en los ámbitos de El Moro.
Ramiro Micelli Maza, El tío-abuelo, prosigue en su vieja práctica, con su morral sin curtir, de recorrer, según él, los caminos de la democracia.
Este antiguo priista, opera sus oficios conciliadores en las regiones indígenas con quienes tiene nexos desde hace décadas. Zalamero como es el Tío-abuelo, les promete el oro y el moro para, por citar un caso, conseguir la anuencia comunitaria para la construcción de lo que llaman proyecto de autopista San Cristóbal de las Casas-Palenque, aunque esto no le resulte, le salga al revés y quede mal con sus jefes.
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