Definición de fondo
Melquiades siempre dice que el nombre de Fondo de Cultura Económica es un disparate. Porque se presta a la otra interpretación, no de conjunto sino de culo de algo. Y luego, agrega, ¿qué es eso de cultura económica? Esto limita la labor editorial que realiza la institución, cuando se sabe que dicho organismo abarca todo el conocimiento humano. Esto viene a cuento porque cuando escucho la palabra fondo pienso en mis primas Sofía y Alicia. Mi tía, siempre que ellas salían, las llamaba y les decía que no mostraran “el fondo”, porque “quien muestra el fondo busca hombre”. Mis primas se miraban al espejo y comprobaban que su fondo no estuviera por debajo de la línea del vestido. El tío, sentado en su poltrona favorita en el corredor de la casa, reía y comentaba, bajito, para que no lo oyera la tía: “Ay, mi mujer, tan muda. El fondo siempre ha sido mejor que la forma”, y, con sus manos gruesas de carpintero, dibujaba una silueta en el aire, comenzaba con la cintura y la ampliaba a unas caderas dignas de mujer de la Costa. Cuando mi tío decía eso, sin saberlo, se acercaba a Reyes Heroles, ideólogo político del siglo pasado, quien siempre sostuvo que “en política, la forma es fondo”. ¿El fondo y la forma, cómo se alían?
El fondo que usan las mujeres (bueno, quién sabe cuántas mujeres lo usan todavía, porque ahora la moda es el pantalón) es una prenda de vestir sui géneris porque no se adapta a la forma. Todas las demás prendas se ajustan. Una buena pantaleta se ajusta a las redondeces de la muchacha bonita, asimismo, los pantalones stretch se ajustan, dicen los conocedores, como una segunda piel. El fondo es como una campana que esconde lo que hay debajo. Es un globo que deja que el aire pasee por los entretelones de los muslos de las mujeres. Sólo en Comitán se daba el prodigio de que el fondo se ciñera al cuerpo de las mujeres. En los años sesenta, en Semana Santa, las mujeres que hacían “temporada” en Uninajab se bañaban en la poza. Para no mostrar más carne de la que debían mostrar, las mujeres pudorosas no usaban biquini (¡Dios bendito, qué sacrilegio!) y se metían al agua vistiendo unos enormes fustanes. Cuando salían, el fondo se pegaba al cuerpo húmedo y las miradas masculinas terminaban de humedecer los muslos y piernas ceñidos a la tela.
En el “fondo” la palabra fondo es engañosa. Siempre me sorprende la imagen que usan algunos amigos que aseguran que la transformación se da cuando alguien “toca” fondo. ¿Cómo el espíritu llega a corporeizarse y sentir el zapotazo a la hora de llegar al fondo de un pozo? Tal vez el fondo no sea realmente el fondo. Al menos, en este caso se advierte como un trampolín que permite emerger a la luz de nuevo. Tal vez es la gran experiencia de la vida y es como el árbol del Paraíso, ese árbol de prohibición; tal vez el Paraíso no es ese territorio lleno de luz, sino que la luz (Dios), está en la orilla del pozo que llamamos el Territorio Perdido.
Parece que esta palabra es una mera trampa en que caen muchos mortales. Parece que es una gran travesura del lenguaje. Imaginemos que no hay fondo, que todo es una enorme extensión sin fin. Imaginemos que todo está en expansión, así como el Universo. ¿En dónde el fondo? Imaginemos que la vida es un enorme globo cuya forma es circular. El círculo no tiene fondo. Imaginemos entonces que todo es un Everest y que el chiste de la vida es ascender, pero no a partir de un fondo (porque no existe) sino a partir de la línea que se llama horizonte y que es como un cable donde se cuelga, además de los trapos húmedos, las ideas o los sueños.
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