Definición de desorden
Me gustan las palabras que comienzan con Des. Si se les elimina el prefijo adquieren otra connotación. Desarrollo, ¡ah, qué palabra tan llenadora de bocas políticas! Si le quito la des, me queda arrollo y pienso que eso es lo que traducen los políticos: arrollan a medio mundo, con tal de conseguir sus intereses personales con la invocación de lograr el desarrollo de los demás.
A veces juego, porque a la palabra despertar le quito el des y me quedo con pertar. ¿Qué es pertar? Nada es sin el des. Hay palabras que se quedan mudas cuando alguien juega a quitarles un supuesto prefijo. (El pre de prefijo sí lo es y si se lo quito me quedo con el fijo. ¿Se fijaron?)
Si a la palabra desorden le anulo el prefijo me quedo con su antónimo. ¡Ah, qué palabra más juguetona! Si todo fuese tan sencillo. Si todo fuese como un arcoíris a mitad de un aguacero, entonces, este país ya hubiese logrado llegar al orden con un simple corte de prefijo, pero lo que nos mochan no es el prefijo, ni el sufijo, sino la cuerda de esperanza que colgamos en el tendedero donde, precisamente, está colgada la palabra esperanza.
¿Qué es desorden? Según el diccionario es: “revuelta, disturbio, ausencia de orden”. La palabra lleva a confusión y es así porque no todo desorden es ausencia de orden. A veces la orden viene de un lugar donde las ideas no están ordenadas. El desorden, a veces, es provocado porque la orden tiene tintes dictatoriales y el orden no es lo más conveniente para un país cansado de que al concepto desarrollo le mochen la des.
A veces juego y a la palabra desmadre le mocho la des. ¡Ah, qué bendición, me quedo, en un dos por tres maravilloso, con la palabra madre! Pienso en que todo puede ser un juego hermoso donde el destino se convierte en tino. ¡Ah, qué buen tino!
Me desenvuelvo con atingencia si a ésta, también, le quito el des y me quedo con el concepto envuelvo. Como si todo fuese un pichito y bastara una frazada para darle abrigo y calor.
¿Qué pasa cuando me desentiendo y le trunco la des? ¡Me entiendo! No hay instante más fregón que ese cuando yo mismo me entiendo y comienzo a entender no sólo mi mundo sino el mundo de los otros.
Tal vez, dice Mariana, mi Mariana bonita, al mundo le falta un poco más de juego. Las perversiones de los adultos que juegan al Poder no son los juegos más recomendables. Todo lo vuelven un desgarriate y, ya se sabe, cuando a esta palabra le quitamos el des nos quedamos con el garriate que suena a garrote, que suena a arriate seco, sin flor.
A veces los hijos de mierda nos quieren hincar la palabra desesperanza. Nosotros, en ese instante, le botamos la des y nos quedamos con la esperanza, porque cuando, de nuevo, los hijos de mierda, nos quieren abonar la palabra desánimo, nosotros le cercenamos la des y nos quedamos con el ánimo. Cuando los desgraciados nos alimentan con miedo, nosotros los desnudamos; es decir, los despojamos del des y los volvemos un nudo, un nudo con el que puedan tragarse sus palabras, palabras hijas de la mierda.
Me gusta la palabra desorden porque basta darle una ligera torcedura para volverla a llenar de luz. ¿Mi vida es un desorden, como dicen muchos? No me desinfla tal opinión, al contrario. Me gusta jugar a quitar los des que hacen tanto daño al espíritu. A veces me sueño desarmador y con el destornillador de la pasión le quito el des y me vuelvo el principal armador de palabras que jamás existió. Soy un desmadre. A veces juego y me abrazo porque me desconozco (por supuesto ¡sin des!)
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