De la crispación virtual al encono real
Muchas cosas cambiaron en México la noche del 26 de septiembre de este año.
Esa noche-madrugada un grupo de estudiantes normalistas de la rural de Ayotzinapa, Guerrero; sufrieron el ataque de fuerzas policiales municipales que después entregaron a los estudiantes a la delincuencia organizada
Al otro día transciende que en ese ataque fallecieron estudiantes, además de personas inocentes que tuvieron el infortunio de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Sobre todo que no se sabía el paradero de 43 estudiantes normalistas y de los cuales, todavía se desconoce su paradero, a pesar de que el propio gobierno federal presume que los restos humanos encontrados en el basurero municipal de Cocula, el municipio colindante de Iguala, Guerrero.
Más de un mes han pasado desde esos lamentables hechos y tres son los elementos dignos a resaltar:
- Los bandazos que ha dado el gobierno federal, primero minimizando el hecho a un asunto meramente local. Después realizando una investigación que no deja satisfechos a los padres de familia de los desaparecidos y que genera dudas de credibilidad entre la opinión pública y también la frivolidad del entorno presidencial, que viaja a China y otros destinos y que además se lleva al maquillista de la primera dama.
- La debilidad institucional por falta de ética, control y responsabilidad de los partidos políticos que han permitido ser copados por políticos improvisados de pasado dudoso. Un elemento que permitió ello es seguramente que al dejar atrás el perfil ideológico; los partidos políticos buscaron candidatos solventes económicamente.
- Ayotzinapa ha sacado del anonimato de las redes sociales y la protesta virtual, a miles de ciudadanos que todos los días están protestando por las calles de las principales ciudades de México y que preparan la cuarta acción global; apoyados si por las redes sociales, pero realizadas estas acciones y movilizaciones en las calles.
Los bandazos gubernamentales se entienden cuando se examina la evolución de la crisis; el gobierno la redujo primero a un asunto local, para después salir el propio presidente de la república a hacer su primera declaración sobre el caso diez días después de los acontecimientos.
Ahora se suma el hecho de que a las primeras conclusiones periciales que afirman que los cuerpos encontrados en el basurero de Cocula eran de los normalistas, el equipo argentino de antropología forense argentino, concluye que ninguno de los cuerpos pertenece a los normalistas.
La debilidad institucional que tiene su peor expresión en el rechazo a los políticos en los últimos actos públicos, primero fue el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, después la expulsión de la UNAM de Jesús Zambrano, luego el caso de la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Olga Sánchez, quien se presentaba en un evento organizado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para dar una conferencia que finalmente no pudo realizar.
Hace poco el turno fue para el Senador del PRD Alejandro Encinas en la ciudad de Xalapa, Veracruz. Pero también se han dado casos de quema de oficinas partidistas en Guerrero y Michoacán.
Por su parte, las redes sociales han sido la vía para organizar las marchas, para comunicar las rutas, para divulgar acciones y para descargar la ira contra el gobierno y los políticos; a quienes se les ha documentado la ineptitud.
#YaMeCanse, #AccionGlobalPorAyotzinapa, #UnaLuzParaAyotzinapa, #LaCasaBlancadeEPN; son algunas de las etiquetas o hashtag con las que se pueden seguir las acciones que se proponen en las jornada de apoyo a los normalistas de Ayotzinapa o donde se intercambia información.
El problema para el gobierno es que si bien la ira social tenía una vía de escape en las redes sociales, esta crispación ha ganado las calles y lo peor para la elite política es que esto no tiene para cuando terminar por una sencilla razón: lo que la opinión pública quiere es conocer la verdad.
¿Quién llegará al fondo de ella?, todo indica que esta crisis política y social obliga al gobierno federal a que sea el quien llegue al fondo, no por convicción; sino porque el temor es que estas protestas que al seguir creciendo descarrillen el proyecto político priista y de paso de la clase política dominante; sean estos los “chuchos” del PRD, los panistas que están agazapados.
En este escenario, Enrique Peña Nieto seguramente realizará el movimiento normal que efectúa un gobernante ante una crisis: el relevo en su gabinete; estos cambios seguramente se presentarán en la coyuntura de la presentación de su II informe de gobierno y seguramente se circunscribirán al sacrificio de alguno de sus dos amigos cercanos, -o incluso los dos- el secretario de gobernación y el procurador general de la república.
Pero en realidad, un primer cambio sustancial sería refundar una de las instituciones más jóvenes de la democracia mexicana; la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
A la CNDH actual nadie le hace caso. A sus más o menos 24 años de fundada, la comisión necesita convertirse en una auténtica defensoría del pueblo, con funciones que la hagan una institución activa y no reactiva como es ahora.
Que proteja a la población de las acciones nocivas del gobierno, de los grupos delincuenciales, de las policías y que sus funcionarios emerjan de la ciudadanía y se alejen de los partidos políticos y del gobierno.
La gente está saliendo de las redes sociales hacia las calles, necesita quien la defienda del gobierno, que como siempre, su primera reacción es la represión. Si las manifestaciones crecen, el riesgo de confrontación y violencia generalizada es latente.
La crispación virtual es ya ira social. ¿Cuál será la respuesta del régimen si quiere sobrevivir? Represión o transformación, ese es el dilema.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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