Ayotzinapa, crisis de coyuntura o cambio estructural

la dictadura perfecta

 

El estado-nación se fundamenta en tres conceptos fundamentales:

  1. El espacio territorial; que tiene que estar definido, porque si no lo está, cualquier nación entra en conflicto limítrofe con sus vecinos y en muchos casos, este es permanente.
  1. La población que lo integra; que tiene que estar en armonía puesto que al interior de la nación existen distintas etnias que lo componen de acuerdo a la emigración, la migración que presentan y la población nativa.
  1. Los recursos económicos y el bienestar social; esto da certeza sobre el nivel de riqueza de la nación y el con el bienestar social se puede conocer el nivel de desarrollo de su sociedad. Analizando el grado de distribución de los ingresos.

 

En ese sentido; tres cosas también lo legitiman, el control territorial, es la defensa exitosa su soberanía de amenazas externas e internas; en segundo lugar la capacidad para garantizar la paz social, el fortalecimiento de la convivencia de sus miembros y en tercer lugar; también la capacidad del estado de garantizar una vida plena con los satisfactores sociales necesarios a la mayoría de población -que muchas veces están dictados por las mismas constituciones nacionales- tanto en salud como en educación, ingresos y empleo.

La legitimidad de los gobernantes posibilita el estado de derecho y en un país democrático, esta legitimidad no solo se gana en las urnas, también se sostiene con el accionar de las políticas públicas.

Ahora bien, ¿cuál es el saldo de la nación mexicana respecto a las tres condiciones que tiene que cumplir para fortalecer el concepto de estado-nación?

Respecto a su territorio, la amenaza no es externa, es interna y se refiere a la delincuencia organizada que controla territorios, cobra derecho de piso, corrompe policías. Lo peor es que en muchos casos son las mismas fuerzas de seguridad las que se convierten en el brazo armado de la delincuencia organizada. Aquí no hay debilidad institucional, lo que existe es el contubernio del estado con quienes tienen que garantizar su viabilidad con la delincuencia.

Respecto a la convivencia de su población, esta se da pero en extractos diferentes, el gran saldo es con la población nativa; la que tuvo que alzarse en armas en 1994, aunque también lo ha hechos de manera sucesiva. Pero desde 1994 el tema indígena ha estado presente en la agenda política nacional sin que a la fecha se reconozca su autodeterminación y la autonomía de su territorio.

Qué decir del bienestar poblacional cuando la característica socioeconómica principal del país es la desigualdad.

Los mexicanos, con una desigualdad ya sempiterna, con la amenaza del crimen organizado encima, excluidos y con un estado incapaz de generar empleos; o se van del país, o engrosan las filas del subempleo o de la informalidad o en casos extremos se unen al crimen organizado.

Pero difícilmente se sienten parte del país exitoso que quiere vendernos la publicidad oficial, sea esta de las autoridades federales, estatales o incluso municipales. Esa es la realidad, aunque se intente negar.

En un país así es normal que existan crisis recurrentes; en México ha sido una marca permanente que ha cimbrado al estado mexicano o al régimen, pero que no lo ha hecho caer porque ha tenido la capacidad de regenerarse.

 

México

 

 

Desde 1968 se cuestiona al régimen y las crisis han sido continuas. En realidad, toda crisis implica una agudización de las luchas sociales y un consiguiente reacomodo de las fuerzas políticas.

Después de octubre de 68. Echeverría inaugura universidades públicas que recibieron la autonomía por decreto, pero esta política pública no perseguía el ideal de ofrecer educación en su tierra a estudiantes provincianos para evitar que emigraran. Lo que se quería era evitar grandes masas estudiantiles en la ciudad de México.

Después con la apertura del Congreso a los plurinominales, se evitaba que los partidos entonces proscritos, por ejemplo el comunista mexicano apoyaran la lucha armada.

En los 80´s con la lucha de los panistas en Chihuahua y la del Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas se dan los primeros pasos para la alternancia política. Con tal de no desbordarse la violencia, el régimen permite la alternancia que llega en 1988 con las elecciones en baja California.

El sisma más tremendo para el régimen fue en 1994 con la aparición del EZLN, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruiz Massieu. La reforma política de entonces ciudadanizó definitivamente los órganos electorales.

Pero también el régimen sobrevivió. En el 2000, la alternancia llega con Acción Nacional a los Pinos, en dos periodos consecutivos; el régimen sobrevive porque no se ataca sus cimientos, que son los del modelo económico.

Sin embargo, las crisis han sido recurrentes y todas han arrastrado desigualdad e incapacidad del régimen de resolverlas de fondo. Un régimen tan poderoso como el mexicano -que descansa en el presidencialismo- ha sabido verlas como coyunturales porque se ha repuesto a ella sin cambios de fondo sobre todo en lo que más duele a los mexicanos; la desigualdad.

Los trágicos acontecimientos de Ayotzinapa, tienen el riesgo de convertirse en otro más de los problemas coyunturales del país, cuando debe de significar un antes y un después en el país.

Con todo y su carga dramática; ha expuesto al régimen evidenciándole dos características; una crisis de liderazgo y por otro lado una crisis política.

La crisis de liderazgo toca a los partidos políticos, a los políticos e incluso al presidente de la República. La ciudadanía está cuestionándolos con una fuerza nunca antes vista.

La crisis política se refiere precisamente a la falta de gobernabilidad que se ve en estos momentos por falta de liderazgo.

Seguramente el primer movimiento que realizará la clase política es realizar entre todos ellos un pacto político.

El problema es que Ayotzinapa y el país requieren no un pacto político, -porque será firmado por los de siempre- sino un nuevo pacto social en donde se ataje la corrupción y se logren mejores medidas de bienestar social; sobre todo para la juventud.

El nuevo pacto social logrará que Ayotzinapa no sea una más de las coyunturas nacionales y se convierta en un caso estructural que logre cambios sustantivos en el país.

Si la sociedad sigue impulsando las acciones globales, el pacto político no servirá de nada y el régimen tendrá que firmar un nuevo pacto social con las organizaciones sociales.

Ese es el camino para que México cambie y el sacrificio de los estudiantes de Ayotzinapa no sea en vano. Hoy se necesita que la intensidad de las protestas no baje de intensidad para que el pacto social sea una realidad.

El régimen se sacude y la sociedad debe aprovecharlo.

 

Correo: geracouti@hotmail.com

Twitter: @GerardoCoutino

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