Ariel Silva, la fotografía y el testimonio de la fugacidad
La fotografía es relámpago que perpetúa el testimonio de la fugacidad y la experiencia humana, casi siempre en sus manifestaciones más dramáticas.
Quien oprime el obturador de la cámara y fija la imagen, trasmite al mismo tiempo su idea y sentido de las cosas. La lente lleva la mirada interna que se agita en el fotoperiodista o el documentalista.
El buen ojo que atesora la inmortalidad del momento es resultado de búsquedas, de mucho trabajo, de la preparación temática, de la cultura y el compromiso vocacional.
Este cúmulo de aprendizaje, la manera de atrapar el haz luminoso para la trascendencia, nada sería, si no mediara el talento creativo que crea y marca las diferencias entre lo efímero y lo permanente.
El buen documentalista que capta la denuncia y comparte su propuesta artística en el tiempo y el espacio oportuno, es quien ve y mira donde el ojo común no observa, indaga ni accede.
Cuando existe talento las imágenes gravitan y se cocinan en el fuero personal. Bastan el pretexto y la complicidad circunstancial para que éstas adquieran vida y se asomen con toda su carga y energía de que son capaces.
Chiapas posee una emblemática tradición de los trabajos de la luz donde fotoperiodistas y artistas abrevan de sus contrastantes realidades porque en esta tierra las cosas aún no están hechas, sino que construyen por espasmos y quietudes.
Alejandro Ariel Silva Zamora es uno esos trabajadores talentosos de la cámara testimonial al hombro.
El joven artista, de semblante bosquejado por relámpagos existenciales, obtuvo recientemente, por segundo año consecutivo, el premio internacional del Concurso Latinoamericano de Fotografía de la Escuela Nacional de Colombia.
El galardón de este 2014 lo consiguió por una historia fotográfica que testimonia la dura y dramática vida de Cristal, un payaso discapacitado de calle en Tuxtla Gutiérrez, postrado desde los 10 años de edad por la artritis reumatoide, que depende de El Loquillo, su amigo, otro clown marginado y marginal.
Las imágenes dan cuenta de Cristal, José Juan Mendoza, un sicólogo de 36 años, petrificado en él mismo. Sólo consigue girar parte del cuello y mover los dedos de las manos, en medio de la orfandad urbana y la falta de ayuda institucional.
El payaso, tan o más frágil que el cristal, habita un cuarto en obra negra de una vivienda de parientes en la marginada colonia Azteca.
A diario se levanta a las cinco de la mañana para personificarse, apoyado con una pequeña vara que maniobra para untarse con el maquillaje su imagen, que lo lleva a librar la sobrevivencia en el centro tuxtleco.
El acta del jurado del Concurso Latinoamericano de Fotografía de la Escuela Nacional de Colombia asentó que la historia fotográfica de Cristal resume la dignidad, la lucha la resistencia y la esperanza del ser humano actual.
Ariel Silva contendió en el 20º Concurso Latinoamericano de Fotografía “Los trabajos y los días”, con otros 571 fotógrafos de 23 países.
El año pasado fue también ganador en la categoría de Niñez trabajadora.
Este fotógrafo es un tipazo y es que gracias a su trabajo, podemos conocer muy de cerca la verdadera luz que refleja cada persona, su verdadero yo. Despojando a la sociedad de los estereotipos utilizados por la gran mayoría que margina sin halar la cortina de la verdadera vida que nos tocó.
Reverencia sr…