La Unach en la encrucijada
“Ser independiente de la opinión
pública es la primera condición
formal para lograr algo grande.”
Friedrich Hegel
Aunque se supone que a esa vaga entidad llamada “sociedad civil” o “pueblo” le preocupa mucho la educación superior, ha hecho poco para defenderla cuando se le ha agredido con las reformas de corte neoliberal. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sido uno de los pilares en la defensa de la autonomía y de la calidad de la educación superior pública, es una estrella rutilante en México. La clase política ha efectuado una revolución conservadora y trata de minar esos pilares que brillan con luz propia. Buscan que el conocimiento sea cada vez más superficial y sus portadores cada vez más adaptables, más manipulables y no piensen con cabeza propia, que sean parte de la corte del canal de las estrellas o los aztecos. Esa parece ser la esencia de la reforma del Instituto Politécnico Nacional (IPN) que ha movilizado a la base estudiantil como no se veía desde hace décadas.
En el caso de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), se le creó para responder a las necesidades de Chiapas. El doctor Manuel Velasco Suárez, su fundador, dijo en su discurso inaugural, entre otras cosas significativas: “Se inicia la marcha y aquí queda la primera huella del rumbo que esta generación impone a su tiempo… Conforme nuestra responsabilidad del presente hacia el futuro, la creación de esta universidad es vigorizar nuestra inconformidad con todos los órdenes imperantes, desórdenes de la injusticia tradicional y reivindicar la historia cultural de Chiapas, como referencia para el mejor propósito de poner un cimiento sólido en la construcción de un bien público muy grande y eficaz para lograr entrar en el dominio del conocimiento universal con sentido social… Por eso debemos desechar lo moralmente deleznable y afianzar su autonomía en la honradez de su mexicanidad, con la obligación de darlo todo en las alturas de la investigación, en los elevados ideales del alma, así como en las laderas y profundidades pragmáticas, para cumplir con la gran montaña humana que en Chiapas encierra aun en el olvido algunos miles de agrupaciones sociales dispersas en desfiladeros, del Malé al Tzontehuitz, del Usumacinta a Malpaso, que se resignan con su miseria, insalubridad y ausencia del alfabeto y la justicia. La respuesta a la necesidad de educar y lograr profesionales para esta realidad de Chiapas ha sido cumplir con el más alto deber moral, creando esta universidad como resultado compartido de la intransigencia de nuestros jóvenes y la mía propia, para inconformarnos con lo que pareciera inhumana, predestinación de nuestros indios, de un mestizaje regresivo, de nuestras selvas y bosques depredados, de nuestros campos humeantes y de un mantenido primitivismo aislante y culturalmente descomunicado… esperando para Chiapas mejores días, más altos niveles de vida y que la cultura y la justicia estén al servicio del pueblo” (Manuel Velasco Suárez, discurso inaugural de la Unach, 17 de abril de 1975).
Se puede apreciar con toda claridad los propósitos de creación de la Unach en las palabras de un humanista comprometido con su tiempo, palabras que hoy pueden sonar radicales debido a la revolución conservadora que ha cambiado valores y trastocado principios. Ahora bien, ¿se ha cumplido las tareas que se le asignaron a la Unach en su creación? Mucho me temo que no.
Hay que conocer nuestro pasado, enorgullecernos de las cosas positivas realizadas, comprender el presente para superar debilidades que tenemos y conservar las fortalezas, para que en el futuro la Unach pueda ser la institución que responda a las necesidades y aspiraciones de los chiapanecos, sobre todo los más desprotegidos, como pensaba ese gran humanista que fue su creador. Para eso, la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) tiene que dar el salto cualitativo, pues presentamos grandes contradicciones. Por un lado, somos parte del Consorcio de Universidades Mexicanas (Cumex), el cual agrupa a las instituciones de educación superior de buena calidad del país, mientras que, por otro, ocupamos los últimos lugares en transparencia y, en lo referente al rubro de información jurídica relacionado con el cumplimiento a las normas, el último lugar (Índice de transparencia y acceso a la información de las universidades públicas en México, 2009). Es un dato no actualizado, pero seguramente es un indicador que no se remonta pronto. Además, en algunos rankings (QS University Rankings, 2014), con posibilidades de ser revisables, nos encontramos a la cola del país, pero estos rankings dependen de los indicadores que midan.
En la Unach han coexistido durante su historia dos proyectos de universidad: uno, el que trata de anticipar el futuro en medio de la bruma de los cambios profundos que se están produciendo en el actual proceso de globalización y revolución tecnológica, que afectan positiva o negativamente la educación superior y a todo el sistema educativo y, otro, el de quienes quieren reditar una nueva era medieval desde el punto de vista de la estructura político-académica de la universidad y de la distribución del poder y los privilegios. Desafortunadamente, estos últimos tienen consenso o al menos no hay un disenso abierto que cuestione la forma patrimonialista de dirigir la Unach. Los clanes familiares dentro son la prueba fehaciente, pero hay muchas más. Casi todos quienes tienen o han tenido poder en la universidad tienen todo el árbol genealógico en ella, en la mayoría de los casos sin mérito alguno. Hay excepciones notables de académicos ejemplares, pero son los menos.
Se inscriben en el concepto de “Universidad-botín”, que hacen de la corrupción bandera. No podemos negar que la corrupción es inherente al funcionamiento de las instituciones como a la condición humana. El problema es qué niveles de transparencia y eficiencia se tiene para combatirla y disminuir sus efectos; no hay duda, se requiere nuevos arreglos institucionales. Siempre genera problemas luchar contra la corrupción, pero es algo que se debe hacer permanentemente en la Unach, así como en todas las instituciones y para ello se debe predicar con el ejemplo.
En la Unach ha prevalecido en la academia lo que señalaba Groucho Marx: “La política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.” Para ilustrar baste un ejemplo de lo anterior y la forma de resolución de conflictos creados por la falta de transparencia. Hace unos meses, febrero de 2014, se dio un conflicto en Extensión Universitaria de la Unach, aparecieron en nómina dos parientes de una miembro de la Junta de Gobierno, sin que se hubieran realizado los procedimientos de planeación universitaria, mucho menos los procedimientos generales de ingreso. Esto es nepotismo al puro estilo unachense. Estos parientes (esposo y hermano) fueron ubicados en Extensión Universitaria y otro espacio académico del Campus III de SCLC. En un centro de trabajo el director canceló los cheques y notificó que dicha persona no era necesaria, no se había presentado a trabajar y el perfil del personal que se demanda es diferente. En Extensión Universitaria trabajadores académicos y administrativos se inconformaron porque a quienes habían solicitado recategorización se les había negado por falta de presupuesto; sin embargo, se contrataba una persona que no se necesitaba. El 30 de julio de 2014 académicos y administrativos tomaron las instalaciones para protestar por el acto de nepotismo y las autoridades acudieron a negociar. Lo curioso fue que cuando los trabajadores estaban sentados en la mesa de negociación bajaron las banderas esgrimidas y lo que pidieron es que sus parientes también fueran contratados en compensación al acto de nepotismo. Solución: se contrató a dos parientes de los paristas. Ésa es la visión patrimonialista y la forma de resolución de conflictos en la Unach. No es un caso aislado, es generalizado. No hay valores a los que apelaba su fundador, todo lo contrario, lo deleznable. La concepción de Universidad-botín.
En Chiapas siempre las tentaciones autoritarias buscan y logran imponer rectores que no tienen que ver con la historia y la trayectoria de la Unach. El intelectual francés Pierre Bourdieu ha escrito acerca de la necesidad de que los políticos se comporten más como estudiosos y entren en debates científicos basados en datos y hechos concretos. Lamentablemente, con frecuencia sucede lo contrario, cuando los académicos que formulan recomendaciones acerca de medidas de gobierno se politizan y empiezan a torcer la realidad para ajustarla a las ideas de las autoridades (Stiglitz 2002). Así la Unach, lejos de resolver los problemas de Chiapas a los que apelaba su fundador, ha servido para legitimar las políticas del gobierno del estado en turno. La Unach dio el aval y la fundamentación académica para las ciudades rurales, los bioenergéticos, torciendo la realidad según los deseos de los gobernantes.
Ése es un riesgo permanente a evitar en la Unach, que se tuerza la realidad, como se ha venido haciendo en múltiples momentos a lo largo de su breve historia. Hoy se habla de reformar la Ley Orgánica, creo que es necesario, pero no ahora en tiempos de designación de rector. Para tal reforma se debe consultar mínimamente a la comunidad universitaria y la Facultad de Derecho de la Unach debe tener una opinión calificada acerca de una nueva Ley Orgánica que responda a las necesidades de nuestro tiempo. Estamos asistiendo a transformaciones copernicanas en materia educativa. La revolución tecnológica nos conducirá a revisar todo el proceso de enseñanza aprendizaje. El alumno de hoy nada tiene que ver con el que teníamos cuando se creó la Unach, ni los métodos ni el proceso de enseñanza aprendizaje son los mismos. No se debe reformar la Ley para satisfacer aspiraciones personales de candidatos, por más que parezca una tontería el límite de edad, pues con dedicatoria la redactaron. Se debe mantener la no reelección, pues es sano que se renueve autoridades en la institución.
Es compromiso de la Unach ser una institución meritocrática, no clientelar, pero con sentido social del medio en que nos desenvolvemos, tener como única vía de ingreso a la docencia los concursos abiertos de oposición nacional con jurados internos y externos. Hoy se anuncia 30 plazas para concurso, pero se olvida tener jurados externos. Además, algunas (se habla de 22) van a ser asignadas por el Sindicato de Personal Académico, fortaleciendo así la relación clientelar.
La Unach debe tener un programa de acción afirmativa o de discriminación positiva que incorpore a los indios a todas sus carreras mediante cuotas y sistema de becas, como se hizo en Estados Unidos después del fin del régimen de segregación racial o en la Sudáfrica después del apartheid. Los indios no están en la Unach. Ese mestizaje regresivo al que se refería Velasco Suárez prevalece. Eso es para mí un problema planteado que exige solución. Tenemos menos indios en la Unach que los que en su tiempo había de estudiantes negros en la Sudáfrica del apartheid y en el régimen de segregación racial en Estados Unidos de América. La Unach no puede ni debe seguir dando la espalda a los indios de Chiapas, ni ignorar su presencia. Hay facultades blanqueadas en la Unach en las que no hay un solo indio. No es un racismo de jure pero sí de facto.
Hace falta lo que su visionario fundador dijo: “Por eso debemos desechar lo moralmente deleznable y afianzar su autonomía en la honradez de su mexicanidad, con la obligación de darlo todo en las alturas de la investigación, en los elevados ideales del alma.” No a la continuidad de la Universidad-botín.
Gracias maestro por compartir sus análisis y reflexiones acerca de nuestra máxima casa de estudios. le dejo mi correo para la posibilidad de que me lo envie y difundirlo con los compañeros alumnos en la facultad de derecho.