Elena Poniatowska movió a la clase política y gobernante chiapaneca
La entrega del doctorado honoris causa a Elena Poniatowska entrecruzó episodios, al fragor del verbo crítico, de la entrega de sus auténticos admiradores y las simulaciones de la clase política y gobernante.
La gala ceremonial de togas y bonetes confirmó cómo el pueblo auténtico quiere y exalta a sus escritores comprometidos con las causas humanas.
Lectores y seguidores de la escritora acudieron deseosos y presurosos para imantarse de la potencia creativa de la autora de 82 años, quien una vez más conmovió y removió conciencias.
Jóvenes aún en el candor de la referencia histórica aguardaron, lo mismo que otros que se confesaron sobrevivientes del 68, esperaron para el autógrafo y la foto del Facebook.
Los políticos figuraron en las primeras butacas. Se descolgaron en movimientos de reptil para mostrarse y rozar, en algún momento, la túnica de la laureada.
Tumultos de acercamiento alrededor de doña Elenita.Encuentros emergentes surgidos de diferentes orígenes, sentires y pareceres.
De la gente de calle brotó el abrazo, las palmaditas, las felicitaciones y los saludos-lamentaciones.
Le recordaron a la dama de enternecida mirada y sonrisa imborrable, su época de muchacha reportera en el México de los ideales puros y las guerrillas setenteras, hoycoleteados por la absurda bestia del crimen organizado que confunde, aplasta y mata todo a su paso.
Los arremolinados que con tocarla buscaban contagiarse con algo de la valentía y la entereza de la escritora.
Las nuevas generaciones que clamaron por una palabra más, un añadido, una acotación claridosa que les despejara que, en medio del oscurantismo político de Peña Nieto, no todo es podredumbre porque aún queda la lucha que resiste y cambia la realidad.
Escucharon que las palabras dichas o escritas son trincheras, fusiles, esperanza y certidumbre cuando se soporta y valida con disparos de acciones congruentes.
Los Reptiles cercaron y lisonjearon también a la galardonada. En el resplandor de la literata buscaron curarse en salud, reivindicarse en su condición de políticos y gobernantes, de opresores y apestados del pueblo.
Enguayaberados y hasta trajeados, Pablistas, Sabinistas y Manuelistas estuvieron ahí en el festín de sus vanidades propias. Éstos que no sabrían citar ni siquiera un título de alguna obra de la escritora que al llegar al país, dejó su título de nobleza para asumir posición de calle.
Acudieron para el caché. En el más puro cinismo de sus incongruencias estuvieron al lado de lado de la emblemática escritora y periodista que por décadas ha criticado sus abusos y atropellos.
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