Definición de zapato
Es famosa la acción del líder ruso Nikita Khruschev, cuando, como señal de protesta, en plena sesión de la ONU se quitó un zapato y lo somató sobre la mesa. Con lo cual quedó demostrado que el zapato no sólo sirve como calzado. ¿Quién no se ha quitado el zapato para hacer polvo a una cucaracha que insiste en caminar sobre la cabecera de la cama? De acuerdo con lo que cuenta Patrick Rocha, en su libro “Gajes de un oficio inoficioso”, el zapato fue inventado para cubrir no tanto los pies sino las huellas de los pies. Y tal vez esta teoría no está tan alejada de la verdad, ya que si damos por cierta la historia de que el hombre llegó a la luna, vemos que la huella corresponde al zapato del astronauta. Imaginemos que en el futuro llega una civilización menor a la luna, el extraterrestre no podría identificar la huella del pie de un humano. Tal vez los zapatos sólo son chunches para despistar, para confundir a los investigadores. Tal vez por esto los humanos se descalzan cuando pisan una playa: saben que el mar borrará las huellas.
Como se sabe, los zapatos son chunches maravillosos porque nacen gemelos. Rony Alonso, escritor español, tiene un cuento acerca de un zapato al que no le gustaba caminar. A la hora del nacimiento, el zapato del pie izquierdo, que se llama Patol, se quedó en el vientre de su madre, dos o tres minutos más. Cuando el médico vio que sólo un zapato había nacido (el del pie derecho) regresó al quirófano y halló a Patol ¡durmiendo! ¡Uf, al médico le costó mucho despertarlo y más extraerlo! Desde entonces, Patol se rehusó a caminar. Mientras fue pequeño, su mamá permitió que Patol siempre estuviese en casa, pero cuando llegó a la edad de ir a la escuela, lo llamó y dijo que ya era suficiente. Patol tenía que ir a la escuela, dijo su mamá. De lo contrario, advirtió, ¿cómo sabrás cuál es el camino correcto? Pero Patol, que ya sabía hablar, dijo que no deseaba ir a la escuela. ¿Para qué? ¿De qué le serviría saber cuál era el camino correcto, si él deseaba estar siempre en su casa, sin caminar? La mamá pareció convencida. Si Patol había decidido no caminar, entonces no tenía caso que fuera a la escuela. Pero la abuela de Patol dijo que eso no era posible. ¿Dónde se había visto un zapato que no quisiese caminar? La abuela le dijo a la hija si ya había pensado en el daño que Patol ocasionaba a su hermano, pues con su actitud lo obligaba a permanecer también tirado en una esquina. Así que la abuela dice el dicho que siempre dijo en las ocasiones trascendentales: “A grandes males ¡grandes remedios!”, y tomó el par de zapatos y los tiró a la basura, en el lugar donde, dos minutos después, pasó un pepenador y los levantó, porque estaban casi nuevos. Pero no crean que el pepenador los levantó para calzarse, no, el pepenador estaba acostumbrado a caminar descalzo, descalzo toda su vida. Llevo el par de zapatos a un taller de zapatero remendón y el dueño del taller dio dos monedas al pepenador. El zapatero pintó un letrero ofreciendo el par (en oferta) y colocó los zapatos sobre el mostrador, al lado de cintas y cremas para calzado. Patol sollozó. El zapatero lo tomó y le preguntó qué le sucedía (se sabe que los zapateros remendones conocen el lenguaje que hablan los zapatos). Patol le contó. ¡Ah -dijo, el hombre-, así que eres un güevoncito! Está bien, está bien. No te preocupes, yo te ayudaré. Entonces el hombre tomó el par y los costuró encima de un par de llantas y los convirtió en un par de patines.
Tal vez Patrick tiene razón: los zapatos se inventaron para evitar las huellas de los pies. Los hombres insisten en calzarlos. Patol fue feliz porque, en lugar de caminar, se desplazaba como carro y porque sus huellas fueron una línea continua, en lugar de manchas alternas.
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