Sabines, el que el buscó eludir una y otra vez las preguntas
La circunstancia trágica del accidente en el oriente del río Sabinal juntó, cara a cara, al reportero y al ex gobernador Juan Sabines Guerrero, donde el saludo fue gesto forzado, sacado, casi a tirabuzones, como muestra emergente de la necesaria civilidad del momento.
No había para más. Fue puro formulismo. Palabras huecas que ocultaban las intenciones del rechazo mutuo.
Sabines no había olvidado aquel encuentro de 2006, recién concluidos los comicios. Ni la conversación que giró previo a la entrevista de semblanza.
Aquella noche cuando, bocajarro , el tunde máquinas le dijo que su triunfo electoral había sido severamente cuestionado frente a su opositor, el priista José Antonio Aguilar Bodegas, pero que, no obstante, tendría seis años para legitimarse con el ejercicio de un buen gobierno.
Que ni siquiera había hecho campaña, Si acaso algunas veces volaba en helicóptero para reunirse con los electores, pero que, sin embargo, tendría la oportunidad de validarle pueblo lo que el órgano electoral ya había legalizado para que asumiera el poder a finales de ese año.
Se le trajo a cuenta también la mercadotecnia de su apellido heredado por Juan Sabines Gutiérrez, El Viejo, El Patriarca político del clan familiar. Se le dijo de cómo el poeta Jaime, el de Los Amorosos, pese a su legado literario, en su condición de asesor de su hermano gobernante y de legislador federal por el PRI, avaló acciones de gobierno lesivas al pueblo.
Cómo el literato, por mucho que ponderara el sentido humanístico de la vida en sociedad, también había comido de las mesas de reyes y virreyes en turnoen el doblez de la política mexicana y la poesía , que el escritor llevó hasta el final de su existencia.
Después de aquella introducción de ruptura, las respuestas de Sabines se fueron dando con sus consabidos balbuceos. Palabras trastabillantes y lerdas, que se retozaban en su rostro demudado y el ceño fruncido por las iras contenidas.
En adelante, El Cachorro Sabines, tendió una empalizada y dejó caer un muro de silencios y desprecios, que como práctica común de su gobiernoextendió contra quien no asumiera sus postulados políticos.
De ahí que aquella tarde funesta por las muertes de los obreros que habilitaban parte de la infraestructura del río, tuviera un saludo apenas deslizado de palabras contenidas y animadversión compartidas.
Sí hacía ya algunos años que no nos saludábamos, le respondió lacónico el reportero. Sin pauta ni pausa para el comentario por el suceso, menos aún para el diálogo no buscado.
Aquel intercambio verbal venido de uno de los ex gobernantes más despreciables y despreciados de los años recientes en Chiapas, fue asumido y reflexionado por el tunde máquinas como mera línea divisoria de respeto a la condición humana y nada más, ni siquiera de tolerancia, si ésta admitiera dependencia o sujeción de alguien.
El cruce de buenas tardes, qué tal, fue más despedida que salutación. A Sabines le quedaba poco tiempo de ejercicio gubernamental.
En el intercambio verbal ni uno ni el otro se dijo ni refirió por su hombre, ni vocativo de gobernador. Ni falta hizo, desde hacía años cada quien, a su modo, había echado paladas de tierra en los sepulcros de la anomia personalizada bien correspondida.
La tarde fúnebre en las cercanías del actual Parque del Soldado, fue epílogo, despedida, ganas de no verse nunca en ningún sitio, por circunstancial o establecido que fuera el instante del encuentro.
El reportero, reflexionaba, mientras de soslayo observaba el rostro amarillento y el pelo encanecido de Sabines, que los años colocarían a cada quien en el sitio conquistado.
Enjaretado en su guayabera de ribetes indigenistas y seguido de la mansedumbre domesticada de su equipo de colaboradores, Juan , El Cachorro, Sabines regresó a su camioneta, donde ya el escolta de la motocicleta recibía la señal de iniciar la marcha de retorno.
El encuentro de aquella tarde truncó las palabras tejidas en el largo silencio de casi un sexenio. Meses más tarde las expresiones surgieron sin ataduras ni controles, cuando Juan Sabines entregaba al Congreso local la paquetería con su último informe de gobierno.
Otra vez frente a frente, ahora rodeado de grabadoras y el cuestionamiento periodístico directo, duro, contundente, que lo interrogaba sobre la rechifla popular que había padecido en el Estado Zoque, Bajo la metralla de otros tantos temas, Sabines buscaba eludir una y otra vez las preguntas.
En ese momento también circunstancial, al más aborrecible de la casta de los Sabines en Chiapas, se le dijo: Llévate en la memoria que la rechifla es apenas un germen de lo mucho que se te detestó y aborreció; que cuando hubo el espacio y la oportunidad se te dijo y escribió para mostrarte lo que eres realmente. Vete pues y llévate nuestro rechazo.
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