Pandemias. Ante la amenaza, la corresponsabilidad ciudadana
Ante pandemias como la influenza H1N1 y el ébola, ha sido la respuesta de la sociedad la que ha permitido contener su propagación. Esto ha permitido que los sistemas de salud consideren como un recurso indispensable en la respuesta, procurar generar la corresponsabilidad de la ciudadanía.
Además de las guerras y catástrofes naturales, las pandemias son una amenaza permanente para la población mundial; han sido capaces de cobrar cientos, miles o millones de vidas en un periodo corto de tiempo. Han dejado huellas imborrables en la historia de la humanidad; sus implicaciones superan las pérdidas de vidas humanas, traspasan la simple perspectiva de la salud-enfermedad; han sido capaces de frenar o acelerar inercias de desarrollo tecnológico, industrial, económico, político y social.
La OMS define a una pandemia como la propagación mundial de una nueva enfermedad, otras definiciones más técnicas incluyen la extensión territorial y el número de afectados o muertes. Lo importante es que constituye una amenaza latente para el mundo actual, aun con los avances tecnológicos en materia de vacunas, fármacos y técnicas de diagnóstico; la vulnerabilidad del ser humano ante los microrganismos mantiene vigente el riesgo de la diseminación de una enfermedad a dimensiones catastróficas.
Podríamos enumerar muchas pandemias y millones de víctimas, por mencionar las más importantes:
- La Peste de la Guerra del Peloponeso (430 a.C.) provocó la muerte de 30.000 ciudadanos de Atenas.
- La Plaga Antonina (165 y 180) donde 5 millones de personas fallecieron a causa de una enfermedad que pudo haber sido viruela.
- La Plaga de Justiniano (541 y 542) alcanzando una cifra de 10.000 muertes por semana. Responsable de la muerte de unas 200 millones de personas en total.
- La Peste Negra (1348 y 1350) cobró la vida de más de 25 millones de personas en Europa, correspondiente a un cuarto de la población mundial del Siglo XIV.
- La Gripe Española (1918) conocida como la Gran Peste Española alcanzó una mortalidad de 50 a 100 millones de personas y un contagio aproximado de 1.000 millones de personas en todo el mundo.
La última pandemia relevante en nuestra era fue la experiencia de la Influenza H1N1 en el 2009, que se destaca por haber marcado un referente en la respuesta del mundo ante estas amenazas; a pesar del alto número de infectados y muertes, se pudo constatar que no es la capacidad técnica de los sistemas de salud para vacunar, tratar y mantener con vida a los enfermos, la que marcó la diferencia en esta ocasión, sino la respuesta de la sociedad ante un problema de tales magnitudes. Esto ha permitido que los sistemas de salud consideren como un recurso indispensable en la respuesta a una epidemia o pandemia, procurar generar la corresponsabilidad de la ciudadanía.
Sin dudarlo, todos los que vivimos en México participamos en alguna de las medidas implementadas en la época de contingencia: el simple uso de cubre bocas, la etiqueta respiratoria, el lavado de manos, la aplicación de gel antibacterial, por mencionar algunas, son de las acciones que se han quedado en la cotidianidad, pero que significaron en su momento el factor determinante para cortar la cadena de transmisión. Estas medidas pusieron en jaque a los servicios de salud y evidenciaron serias carencias. Y a pesar de la inversión en infraestructura hospitalaria, vacunas y medicamentos, el control de la epidemia no hubiera sido posible sin la colaboración de la sociedad.
Y ¿cuál es la condición que hizo posible esta corresponsabilidad de la ciudadanía? La globalización; hoy una persona puede cruzar medio planeta en un día, o puede visitar 5 aeropuertos en menos de 24 horas. En resumen, vivimos en un mundo “sin fronteras”, como ciudadanos de una misma masa; antes podía haber diferencias francas en territorios, delimitar la movilización social y controlar la diseminación de enfermedades. Por otra parte, tenemos la oportunidad de comunicarnos en tiempo real de múltiples formas sin importar distancias; tenemos la opción de tener información generada en instantes sin importar latitudes ni horarios. Estos factores condicionan una plataforma distinta para el desarrollo de nuevas pandemias.
En los últimos días se mantiene como principal amenaza para la salud pública mundial el ébola, que surge en África en los años 70´s, con la manipulación de animales infectados, se trasmite por contacto directo animal-persona y después persona-persona. Ha causado cientos de muertes en los países africanos; hace aproximadamente un mes que el mundo supo que ya había dos estadounidenses infectados y serían tratados en su país. Hoy podemos saber que con la infraestructura tecnológica para el sostén vital y el uso de un fármaco experimental, están fuera de peligro.
La pregunta es entonces ¿cuál es nuestro papel como sociedad ante esta amenaza latente?, si hemos logrado ser factor desacelerador como participación ciudadana, nuestra tarea es la participación activa de todas las acciones que tienen implicaciones en la salud pública. ¿Estamos enterados de cuáles son las principales enfermedades de riesgo epidemiológico en nuestro entorno? ¿Sabemos cómo actuar ante cada una de ellas? Toca pues hacer valer esta condición global, el uso de las tecnologías de comunicación y ser parte de la sociedad informada que actúa con conocimiento de causa y no como simple masa reaccionaria.
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