México, una fábrica de pobres
La generación de más y más pobres es la única fábrica que funciona a la perfección en México; políticas públicas van y vienen y solo consiguen contener que no se dispare el número de mexicanos pobres.
Eso sí, a cada programa de desarrollo social con recursos etiquetados para el combate a la pobreza, los presidentes y su gabinete de desarrollo social le deciden cambiar el nombre para lograr mayor impacto mediático y captar clientela electoral; nunca para lograr un combate efectivo contra la pobreza.
Lo más patético sucedió hace 24 años, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando en el marco de la puesta en marcha del programa “Solidaridad”, un grupo de artistas de televisa graban una canción con el nombre del programa social estrella del sexenio que en esa época se escuchó hasta el hastío.
Pero el asunto no terminó ahí; dos años después, Mario Villanueva Madrid, entonces gobernador de Quintana Roo decide por decreto crear el municipio de Solidaridad con cabecera en Playa del Carmen.
Desde “Solidaridad” en el país han existido otros tres programas de desarrollo social en los gobiernos que han sucedido al de Salinas de Gortari: “Progresa” con Ernesto Zedillo, “Oportunidades” con Vicente Fox y Felipe Calderón y dos años después del inicio de la gestión del actual presidente Enrique Peña Nieto, nace “Prospera”.
“Solidaridad” buscaba combatir la pobreza en los pueblos indios, entre los campesinos y también en las zonas urbanas de la periferia. La idea era que en el combate, las comunidades participaran vía la formación de comités.
Resultado; múltiples acusaciones de la oposición de utilización de los recursos con fines electorales y el 52 por ciento de los mexicanos con algún nivel de pobreza.
“Progresa” el programa de Zedillo, nace en medio de una de las peores crisis económicas del país; de un 52 por ciento de pobres heredados por Salinas, la cifra -por la crisis- se incrementa de acuerdo a datos de CONEVAL, a 69 por ciento.
A diferencias de “Progresa” el programa zedillista no fomentó la creación de comités comunitarios, las transferencias de recursos eran directas con las familias beneficiadas. Este tipo de formato posibilitó menos fugas de recursos y contuvo el incremento de la pobreza, sin embargo solo la regresó a los niveles porcentuales de antes de la crisis, pero claro está, ha ese aparente éxito habría que descontarle el aumento de los niveles de población y además el hecho de que no incluía a la población urbana más vulnerable.
Con Fox, a dos años de su gobierno inicia el llamado “Oportunidades” que incluye el apoyo a las zonas rurales y urbanas, continuó con las transferencias directas pero a las madres de familia. Esta particularidad según los datos oficiales, redujo los niveles de pobreza, sin embargo; con Felipe Calderón, el éxito inicial de las políticas sociales panistas terminó en fiasco, ya que los niveles de pobreza regresaron al 52 por ciento de Salinas y Zedillo, esta cifra representa 52 millones de mexicanos.
Es decir, sexenios van y vienen y los pobres en México siguen siendo los mismos, la pobreza ha pasado de generación en generación en generación; de abuelos a padres y de padres a hijos.
La última propuesta gubernamental corre de la mano de la actual administración nacional, ahora la política social se llama “Prospera”, en donde se le busca integrar el componente de la mejora en los ingresos, vía la promoción de las actividades productivas.
Nada Cambia
Con “Prospera” los últimos 24 años, México ha visto pasar programas sociales que han servido como puentes electorales y marca distintiva de un sexenio, pero que no consiguen el objetivo para el que fueron creados.
Con Salinas se privilegió la organización social, con Zedillo las transferencias directas, con Fox y Calderón el asuntó viró a políticas de género y con Peña Nieto se busca incrementar el ingreso vía fomento a las actividades productivas. Prácticamente se ha hecho de todo y la pobreza no disminuye. La gran pregunta es ¿por qué esto no es así?
Primero porque la política social y económica es contaminada por la política; es indudable que los programas sociales en México tienen y han tenido un alto componente electoral.
En México, si estudias no encuentras trabajo; si estás enfermo podrás ir a un hospital pero no encontrarás medicinas ni atención médica decente; también si encuentras trabajo es posible que no tengas seguridad social ni pensión para vejez, si en tu ciudad o localidad hay agua potable o entubada, seguramente no la tienes todos los días; de igual manera, si existe luz eléctrica en tu ciudad, lo más seguro es que igual que el agua, no te llegue todos los días.
En México, ni la salud, ni la educación, ni los empleos, ni los servicios cumplen cuatro requisitos fundamentales:
a) el acceso a todas las personas, a todos los lugares y en cualquier momento;
b) la disponibilidad, es decir que todo ello existan en cantidad suficiente para cada persona sin importar su posición social;
c) la calidad en los servicios de salud, en empleo digno y que los servicios públicos sean de calidad y para todos; y
b) la asequibilidad, es decir que cada satisfactor no limite la capacidad de pagar por otras necesidades esenciales garantizadas por los derechos humanos, como la alimentación, vivienda y atención a la salud.
La lección que en Chiapas se aprendió -quiero pensar que así fue- es que acceso, calidad, disponibilidad y asequibilidad; a pesar de ser dimensiones de los satisfactores sociales que ya son derechos humanos reconocidos por los gobiernos, no pueden garantizarse por simple decreto.
Recordemos el nefasto papel de Naciones Unidas y su representante en nuestro estado, que mucho daño le hizo a la política social entre la opinión pública local por una sencilla razón: si ya no les teníamos confianza a los tres niveles de gobierno; ahora esa desconfianza también se trasladó a una de las instituciones más globales.
Tampoco se garantiza aumentando los recursos financieros para el combate a la pobreza, porque nunca se ha hecho nada para resolver el gran problema de fondo del sistema económico mexicano:
El problema es de distribución de la riqueza, de desigualdad y es ahí de donde se tiene que trabajar para revertir lo que es ya una enfermedad endémica de México: la desigualdad.
La tarea es redistribuir la riqueza para reducir la brecha entre ricos y pobres y eso se logra con tasas impositivas e impuestos a los más ricos. Pero como en México hacemos todo al revés, permitimos los monopolios, protegemos al empresario no al consumidor; es decir privatizamos las ganancias y socializamos las pérdidas.
Para eso tenemos una fábrica de pobres, para absorber las pérdidas de los políticos y los empresarios, llámese Fobaproa, rescate bancario, rescate carretero, rescate de PEMEX y los que rescates que se acumulen más.
Lo peor, es que si los pobres son clientes de los políticos y del gobierno, también ahora son clientes cautivos de los empresarios, por ejemplo de los pagos fáciles de Elektra y más recientemente de empresas financieras, donde según nota del diario español El País, en México más de 2 mil empresas aprovechan la falta de crédito en México a la población de menos recursos para cobrar intereses por encima del 50%. http://economia.elpais.com/economia/2014/08/23/actualidad/1408816815_297932.html
Seguramente el gobierno no quiere financiarlos porque entonces las ganancias no serían privadas.
Los programas sociales solo han servido para mantener constante el número de pobres del país y para que entre todos carguemos las pérdidas de los poderosos. Este tal vez sea el único país en el mundo que tiene empresas pobres, pero empresarios millonarios.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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