Caridad, pobreza “de corazón a corazón”
En Chiapas la política social, esa que en el discurso oficial se constituye como el conjunto de acciones gubernamentales enfocadas al “combate frontal de la pobreza extrema, marginación y desigualdad”, ha renunciado a sus objetivos básicos para convertirse en “política de la caridad”.
Desde hace muchos sexenios la más “alta meta” de los gobernantes ha sido sacar al estado de la miseria, reducir la brecha entre ricos y pobres, romper el ominoso círculo de la pobreza, erradicar su expresión extrema, acabar con el hambre… pero lo cierto es que la situación permanece casi intacta. La retórica sólo ha servido para perpetuar las expectativas de un futuro mejor que nunca llega.
Cada año la “esperanza” se renueva con el anuncio de millonarios recursos federales y estatales que en el trayecto quedan atrapados en las redes de la burocracia ineficiente, el “coyotaje” y la corrupción; después de la secuencia depredatoria, a los grupos vulnerables sólo llegan las migajas que en nada impactan para revertir la implacable pauperización de las comunidades marginadas. Al final, para los políticos siempre queda la justificación del “avance” –intangible la mayoría de las veces— o el recurso de las cifras maquilladas. Y de vuelta al ciclo pernicioso.
En la actual gestión velasquista la tendencia se reafirma con su sello de acendrado populismo, siguiendo la experimentada escuela de su antecesor Juan Sabines Guerrero. La pobreza se combate con generación de empleo, educación de calidad, mejores salarios y un entorno económico favorable, sin embargo, ante la renuncia del Estado a incidir en las causas estructurales que la producen, el gobierno ha optado por reforzar su arsenal de paliativos.
La entrega de pollitos para cría de aves de traspatio, la dotación de despensas a familias de bajos recursos, la pensión económica “De corazón a corazón” para madres solteras, el “Amanecer” para los adultos mayores, los uniformes y útiles escolares gratuitos e incluso la capacitación para oficios de ingreso precario, sólo son analgésicos para una enfermedad crónica que se recrudece periódicamente por los altibajos de la economía nacional y por el costo del pago de la megadeuda estatal.
Los pollos no se reproducirán a tal grado para conformar una granja, si logran sobrevivir lo más seguro es que sean vendidos para obtener un poco de dinero o bien servirán de alimento emergente para sus dueños; las raquíticas despensas mensuales quitarán un poco el hambre pero no alimentan ni son un ahorro significativo; y los apoyos económicos de 550 pesos cada 30 días no inciden de forma determinante en el mejoramiento del ingreso.
Bajo estas circunstancias, lo que estamos viendo en Chiapas es el despliegue permanente de un “sketch” de la política social que llevado al plano mediático funciona como disfraz ante una situación apremiante que ni el involucramiento de la Organizaciones de las Naciones Unidas con sus Objetivos de Desarrollo del Milenio ha podido mejorar sensiblemente.
Testimonios de esas prácticas truculentas pueden encontrarse con facilidad. Hace unos días en la Frailesca, el gobernador Manuel Velasco entregó recursos a familias campesinas cuyos cultivos fueron dañados por las lluvias del 2013. Para tal fin se organizó un evento masivo al que se llevaron cientos de personas de diferentes municipios de la región que recibieron alimento y playeras con publicidad institucional. En el acto central, Velasco entregó gigantescos cheques de utilería con el monto del seguro agrícola para cada uno de los afectados, pero la cifra impresa de mil 300 pesos resultó francamente risible ante la dimensión de la parafernalia gubernamental.
Practicar la caridad no es una función del gobierno y al tratar de disfrazarla de política pública conlleva intereses perversos. En lugar de construir las condiciones para generar en la sociedad una energía económica liberadora que rompa con las cadenas de la pobreza, lo que está produciendo es una relación de dependencia que hace más susceptible la manipulación política.
Los beneficiados de estas acciones asistencialistas –gente de edad avanzada, de baja escolaridad, atada al cuidado de los hijos, sin perspectivas de mejoramiento salarial— saben que por más esfuerzos que hagan no podrán superar la línea de la sobrevivencia. Asumido este destino sin futuro promisorio, aceptan las múltiples ayudas gubernamentales a cambio de convertirse en parte del escenario verde para engrandecer al lobo con piel de filántropo; y ya despojados de su dignidad ciudadana también cederán su voto corporativo para reproducir otra camada de benefactores y verdugos.
Chiapas tiene en la pobreza el origen de muchos de sus problemas y en su combate decidido la oportunidad de trascender. Por ello, todo gobernante será juzgado en función de lo que haga o deje de hacer en ese rubro. Para nuestro infortunio, no hay en el horizonte alguna señal de que se navegue por un rumbo distinto.
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