Leer y vivir
Casa de citas/ 182
Con mi abrazo solidario y fraternal a todos los de Chiapas Paralelo,
por la alegría de su primer aniversario
Muchas gracias a René Morales, editor; a Julio Sánchez, distribuidor, y a los jóvenes escritores Roberto Palacios y Marcelino Champo que presentaron mi novela Aún corre sangre por las avenidas; mil gracias, también, a la mucha gente que llegó (pese al desastre que es esta ciudad y a que era sábado por la tarde) a oírnos y a comprar el libro publicado por Public Pervet. Me hicieron sentir leído y querido. Gracias.
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Todo un hombre (Ediciones B, S. A., 1999), de Tom Wolfe, comparte varios temas con su antecesora La hoguera de las vanidades (1987), otra gran novela de este brillante autor norteamericano: la lucha interracial entre blancos y negros, la influencia religiosa en todos los estamentos sociales, los acomodos turbios de la justicia, el retrato nada complaciente de la vida estadounidense.
Es difícil hacer una síntesis de una novela tan llena de personajes y de páginas (casi 800), pero podríamos decir que la trama sigue la vida de Charlie Croker, millonario de 60 años, casado en segundas nupcias con una belleza de 28, cuyo tropiezo con un préstamo bancario detona una suerte de descalabros, aparentemente personales, que tocan con gracias y desgracias a un nutrido grupo de seres humanos a quienes incluso Croker nunca hubiera pensado conocer.
Wolfe es un maestro de la descripción y logra darle tensión a escenas que en otras manos serían anodinas. Son magistrales, por ejemplo, las páginas donde vemos a Charlie atrapando a una serpiente de cascabel; la descripción de cómo un yegua es montada por un caballo para preñarla; el pasmo de Wallace, adolescente hijo de Charlie, cuando ve en la madrugada (la alarma se activó) a su madrasta con muy poca ropa; las escenas donde Conrad (un trabajador de una de las empresas de Charlie) salva la vida de uno de su compañeros en el frigorífico y luego la forma en que logra imponerse a un abusador en la cárcel. Leer a este hombre es una delicia.
Las canciones populares que Wolfe trascribe (reales o inventadas) dan una idea de que en materia de vulgaridad los gringos y los mexicanos estamos parejos. Un abogado negro, Roger Blanco, ve como una negra de belleza exuberante baila en un embotellamiento automovilístico una canción de moda (p. 38):
¡Venga, pequeña, no te resistas, sé atrevida!
¡Abre las piernas!
¡Eh! ¡Tú muñeca! ¡No te la pierdas!
Voy a sacar algo del bolsillo
Y luego voy a meterlo en esa…
Meca de chocolate, ¡Unnhhh!
Meca de chocolate, ¡Unnhhh!
Los grupos que cantan estas proezas lingüísticas tienen nombres que no ocultan sus intenciones: Cacerola de pus, Terminal, Pedofilia… El éxito del primer grupo, que canta uno de los compañeros de trabajo de Conrad, dice así (p. 126):
¡Voy a hincarte mi verga
en medio de las piernas!
¡Sin una puta palabra,
sin una puta palabra de mierda!
¿Lo has oído?
Sin embargo, una de las cosas que más modifican, para bien, la vida de Conrad y de Charlie es la lectura de un libro. Conrad, en la cárcel, pide un libro de moda, El juego de los estoicos, y por un error le llevan uno llamado simplemente Los estoicos, que recoge las sentencias filosóficas de, entre otros, Epicteto, Marco Aurelio y Zenón: “No has nacido para la humillación ni para la desdicha”; “La divinidad hizo a los hombres para ser felices”; “La falta de nobleza y la cobardía existen por el miedo a la muerte” y, fundamentalmente, “Manda, Zeus, la prueba que quieras. Tengo los recursos para enfrentarme a lo que venga”.
Si algo ha cambiado mi vida es leer libros. De modo que no puedo estar más de acuerdo con el maravilloso Wolfe, quien me ha llenado de tantas emociones con estas dos novelas fundamentales.
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Hace bastante que no leía un nuevo libro de Julio Cortázar, escritor tan ligado a mi adolescencia y mi juventud. Me hallé con la espléndida edición Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico (Alfaguara, 2014), preparada por Aurora Bernárdez, su primera esposa y heredera de su derechos literarios, y Carles Álvarez Garriga.
El libro es un muestrario rebosante de fotos de Cortázar y de portadas de los libros que escribió y publicó, y los que leía; cartas, documentos, entrevistas, fragmentos inéditos o tomados de sus libros, versiones de sus relatos célebres, objetos de uso personal, con textos de su mano que hacen una especie de diccionario libérrimo. Una preciosidad, un agasajo para sus admiradores.
El deslumbramiento que yo tuve en mi juventud con su Rayuela, él la tuvo con Opio, diario de una desintoxicación, de Cocteau, según cuenta en la página 13: “Esa tarde dos manos invisibles me tomaron por los hombros y me empujaron hacia una nueva visión de la realidad”.
Esta es una anotación que hace con respecto a la escritura de cuentos, de como un relato puede estar en un libro u otro (p. 22): “La separación entre un libro y otro es falsa. […] La noción de libro no existe cuando se trata de cuentos”.
De Diario de Andrés Fava es este fragmento (p. 88): “Es tan aburrido que sólo tengamos una vida, o que la vida tenga una sola manera de suceder. Por más que se la llene de sucesos, se la embellezca con un destino bien proyectado y cumplido, el molde es uno: quince años, veinticinco, cuarenta –la galería”.
Y éste de Imagen de John Keats (p. 153): “¿Oyes nacer por las enredaderas/ una conversación de telarañas?”
A mí que se me da eso de hacer muchas cosas al mismo tiempo, entiendo muy bien esto que escribe Cortázar (p. 157): “Si me paso más de diez minutos sin hacer algo, sea lo que sea, tengo la impresión que soy ingrato con ese hecho maravilloso que es estar viviendo, tener ese privilegio de la vida”.
En “Encuentros con Lezama Lima” cuenta esta anécdota (p. 158): “Recuerdo que pensé en la frase de Descartes, cuando una pedante que lo veía comer con apetito se maravilló de que un filósofo pudiera ceder hasta ese punto a la sensualidad, y Descartes le respondió: ‘¿Pero es que creéis, señor, que Dios ha creado estas maravillas para el solo placer de los imbéciles?’ ”
De Un tal Lucas (p. 162): “No se trata de escribir para los demás sino para uno mismo, pero uno mismo tiene que ser también los demás”.
De una carta inédita (p. 184): “No sé por qué me acuerdo de que cuando era niño había carteles en las paredes que decían: ‘Mate una mosca, se lo pide el Club de Madres’, y naturalmente nosotros escribíamos debajo: ‘Mate una madre, se lo pide el Club de Moscas’. Nunca sabré qué resultado dieron las dos campañas”.
P. 188: “Max Jacob, que en respuesta a una invitación para pasar un fin de semana en el campo, dijo entre estupefacto y aterrado: ‘¿El campo, ese lugar donde los pollos se pasean crudos?’ ”
Julio cuenta de una vez que Aurora y él se quedaron sin leer y tenían que tomar un tren. Compraron en un quiosco una mala novela policial y para compartir la lectura hicieron lo siguiente (p. 244): “Empecé yo, y apenas terminada la primera página la arranqué y se la pasé a Aurora, que la leyó a su vez y la dejó volarse por la ventanilla mientras yo le pasaba la segunda, y así sucesivamente”.
Esta idea de no deificar los libros, que tienen muchos lectores, entre los cuales me incluyo, lo llevó a otra práctica (p. 268): “Desde muy joven adquirí una especie de deformación profesional, es decir, que yo pertenezco a ese especie siniestra que lee los libros con un lápiz al alcance de la mano, subrayando y marcando, no con intención crítica”.
Aunque era argentino, no parece un acto de vanidad decir algo que varios creemos (p. 252): “Yo estoy seguro de que, en conjunto, cuantitativamente, he escrito los mejores cuentos que jamás se han escrito en lengua española”.
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Mi querido amigo Jorge Zárate me invitó para que, en compañía del conjunto habitual de Confines Teatro (Ma. Eugenia Meza, Saúl Gohé, Marihana Zárate, Alfredo Espinoza y Sven Merzbach), montáramos la obra de teatro Zaratustra, basada en la obra de Nietszche, de Alejandro Jodorowsky, y me he dedicado muchas tardes al placer del trabajo en equipo. Estrenaremos esta puesta el viernes 22 de agosto, a las 20 horas, en el marco del V Festival Internacional La Otra Latitud. La Puerta Abierta está ubicada en la 4ª. Norte Oriente 524, en Tuxtla. Ojalá nos acompañen.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
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