Joaquín Vásquez Aguilar, el poeta del Quincho de agosto
Nació un Quincho de agosto. Era Joaquín Vásquez Aguilar y era poeta. Un poeta grande quien mereció mejores altavoces, mejores premios y mejores ediciones de su obra.
Lo del Quincho de agosto era de él. Lo repetía y lo festejaba entre cervezas. Así el 15 se transformó en Quincho y el Quincho en montones de amigos y poemas y anécdotas y recuerdos.
Andrés Fábregas Puig, generoso siempre, le dio cobijo en el Instituto Chiapaneco de Cultura, y le proveyó de amigos y compañeros que lo cuidaban y lo escuchaban. Le pagó un restaurant en donde podía ir a comer cuando se quedaba sin quincena.
Se perdía, a veces, en el alcohol. Desaparecía. Pero volvía. A veces alegre, otras triste, desesperado, pero siempre con un libro bajo el brazo. Una vez llegó golpeado. Dijo que unos policías lo habían asaltado y quitado su sueldo.
Recuerdo a Joaquín Vásquez Aguilar cuando colaboraba para Ámbar Semanal, una publicación fresca que dio cabida a poetas, narradores, opinadores y recolectores de información, como yo.
A las oficinas de esa publicación llegaba dos o tres veces por semana Joaquín. Llevaba unas hojas escritas a máquina que luego eran capturadas en una de las dos novedosas máquinas Apple desde donde Enrique Alfaro formaba el semanario.
Ahí, en la casa de Ámbar, ubicada en aquellos años en la tercera poniente entre avenida central y primera sur, platicamos varias veces con Joaquín. No fui su amigo, desgraciadamente, solo un conocido, pero supe de su valía.
Sus colaboraciones las leía yo, como todos quienes lo admirábamos, como un espacio más de su obra. Los temas políticos no le interesaron. Era un colaborador que escribía sobre literatura. Los otros temas quedaban al margen.
Para mi disgusto, Joaquín Vásquez Aguilar no fue un periodista. Fue un poeta que empleó el periódico para expresar sus vivencias y experiencias poéticas.
En el espacio de Ámbar Semanal Joaquín abordó diferentes temáticas, pero la principal fue él y sus amigos, fue él y sus vivencias literarias, fue su mundo y por eso lo leíamos con agrado.
En los escritos de Joaquín es muy difícil diferenciar lo que es periodismo o literatura, al presentarse como un entrecruzamiento inseparable de ambos géneros.
La columna que escribió en Ámbar se tituló De poetas, pero con un agregado que cambiada, dependiendo de los temas abordados. Así tenemos De poetas, calores y desempleos, De poetas, bohemias y ética policial, Amores y transa poética, Depresiones y rancheras, corridos y pantanos, Y golpes de remo, Libros y afinidades, De poetas y sin embargos. La periodicidad de su columna en Ámbar fue quincenal.
El columnista personal, de los que en Chiapas siempre ha tenido pocos, debe ser un confidente para el lector. Joaquín Vásquez Aguilar habla de su vida cotidiana: “Lo encontré en la Calle Central, frente al parque, en un estado depresivo tal que me inquietó. Al principio pensé que estaba borracho o drogado, por su modo cansino de andar y ese dejo del cabizbajo que está fuera de la realidad concreta. Pero cuando me le acerqué y trabamos conversación caí en la cuenta de que la cosa era más seria de lo que suponía (…) Yo siempre he sido solidario con los amigos poetas cuando me requieren, sobre todo en estos casos -litro de tequila aparte”.
El autor de De poetas no se trata con solemnidad, sino con humor, y hasta una pretendida desconfianza de sus propias capacidades, con lo que logra atraerse la atención del lector, y al mismo tiempo su comprensión.
Joaquín habla de sus miedos, vicios, triunfos, fracasos, aventuras. Habla de sus amigos, de sus libros preferidos, de las personas que creyeron en su capacidad poética, de sus fantasmas y sus fantasías.
Los policías, que una noche lo golpearon y le quitaron parte de su quincena, eran personajes, pero que debían cumplir con su destino. “No, no los perdones Señor, escribió Joaquín, porque estos cabrones sí saben lo que hacen”.
En sus colaboraciones periodísticas hay humor. De Fidel Escobar, su amigo de infancia, pescador y compositor de corridos, narra de cómo por cazar patos, con dos o tres caguamas adentro, cayó en una poza. “Y como venía bien bolo, escribió, pues cómo iba a poder salir. Unos carreteros que venían de cortar leña lo vieron, pero lo confundieron con un animal y casi lo dejan, hasta que alguien dijo: “parece que es gente”, y al acercarse se dieron cuenta que estaba enterrado hasta el pecho, con la cabeza semihundida y manoteando. Lo rescataron a tiempo y como lo reconocieron lo llevaron a su casa.
“’Esa es la historia de lo que le pasó hoy a su compadre espiritual, me dijo Hilda y se tiró la carcajada. Ya que despierte y se bañe y se recupere le dice que componga el corrido de lo que le pasó, pa que se vuelva famoso -le dije a su mujer, quien se ríe con más ganas”.
Otro de sus amigos poetas, deprimido desea tirarse delante de un carro, pero después de tomarse un litro de tequila, leer a Lezama Lima, Juan Bañuelos y Octavio Paz, el poeta suicida se pone en un tono más aferrado a la alegría de vivir.
En De poetas; amores y transa poética, vuelve a tocar el tema que le apasiona: sus vivencias. Escribe de Raúl Garduño, su amigo, cuando a finales de los setenta le entrega un soneto, de puño y letra a una joven actriz.
Ella emocionada se lo presume a Quincho.
“Al momento, dice, me di cuenta de la travesura de Raúl y al seguir leyendo me ganó francamente la risa.
“-De qué te ríes -inquirió mi amiga.
“-Amiga mía , este poema no lo escribió Raúl Garduño, quiero decir que él no es el autor sino otro poeta de Chiapas ya fallecido, Daniel Robles Sasso (…) Raúl no es un plagiario, seguramente no le dio tiempo de escribirte nada antes de tu partida y echó mano de este poema muy conocido por él para no quedarte mal. ¿Me entiendes? Además Raúl siempre ha sido un niño travieso. Así es él.
“-Pinche Raúl ¡Pinche ¡Raúl! Me las va a pagar.
“Pero ya no se las pagó, porque el poeta vivía de nuevo en Chiapas”.
Joaquín Vásquez Aguilar encontró en las páginas del periódico un espacio para expresar sus vivencias literarias y cotidianas, en ese particularísimo género que es la columna personal, donde lo más importante es la expresión franca del trajín diario.
Pero como él fue un poeta, un gran poeta, termino hoy con el poema que más me gusta, el que me sé de memoria y que apareció en su libro Erguido a penas:
Soneto pluvial
lluvia anunciándose. lluvia con sonido
de lluvia que se acerca como denso
panal bullente. lluvia con extenso
oleaje de un mar cayendo con ruido
de dioses, con atronador zumbido
de río colosal, de saurio tenso
lluvia mayor, lluvia del más intenso
y más salvaje y más feroz rugido
torrencial. lluvia que trae más lluvia
y más agua y más mares y más lluvia
violenta lluvia, ronca, lluvia tal
que su furor lluvioso harto de lluvia
rompe el último cerco de la lluvia
más sorda y más atroz, lluvia total.
¿Dónde puedo conseguir su obra literaria? Sería bueno que contestaran.