El fin del periódico impreso
¿Desaparecerá, en esta era digital, el libro, la televisión, el cine y el periódico impreso?
Mario Carlón y Carlos A. Scolari convocaron a varios estudiosos de los medios a dar respuesta a esta interrogante. El resultado ha sido, aparte de la reunión, un libro titulado El fin de los medios masivos, que ha sido editado en Argentina por Crujía.
La despedida de los periódicos impresos, estos especialistas la ven como inevitable por ser un producto de consumo rápido, que se lee y se tira.
El futuro del libro es más esperanzador, pero registrará profundas transformaciones. Umberto Eco, por ejemplo, dice que las nuevas tecnologías volverán obsoletos a muchos tipos de libros, como las enciclopedias y los manuales: “Los libros seguirán siendo indispensables no solo para la literatura, sino en cualquier circunstancia donde se necesite leer con cuidado, no solo recibiendo información sino también especulando y reflexionando sobre ella”.
Carlos A. Scolari, por su parte, considera que es muy probable la desaparición del libro: “Las tablas de arcilla duraron varios milenios, los papiros sobrevivieron otro tanto, los códices de pergamino tuvieron su momento de gloria durante unos 13 siglos… ¿Por qué habrían de ser eternos estos objetos de papel impreso?”. Hay que agregar que los nuevos ebook readers, fabricados con tinta digital mejorada, se convierten en una amenaza para el soporte tradicional de lectura, al dejar atrás píxeles y sumergirse con éxito en la competencia por textos claros y sin brillos.
El libro, no obstante los avances tecnológicos en la lectura electrónica, no se extinguirá. Creo, como Eco, que algunos tipos de libro desaparecerán, pero otros coexistirán con las versiones digitales.
Los periódicos impresos, por el contrario, tienen los días contados; una muerte angustiosa que no inició con internet sino con la aparición de los noticiarios de radio y televisión. ¿Quién compraba noticias si podía escucharlas en los medios electrónicos? Pocos, sobre todo, en Chiapas, en donde los periódicos han sido casi siempre medios al servicio del Estado.
Los soportes materiales de música y de video también desaparecerán. El objeto-fetiche (disco de vinil, primero, y disco compacto, después) vive sus últimos momentos; lo sustituye con rapidez la música desmaterializada, que de alguna manera regresa la música a sus orígenes: al mundo de los bienes inmateriales.
La radio y la televisión pertenecen a la categoría de medios insustituibles pero que modificarán sus vías de transmisión y sus cuotas de mercado. De concentrar grandes audiencias en emisiones instantáneas acotarán su nicho a audiencias más especializadas que puedan consumir sus productos en horarios flexibles. Atrás ha quedado no solo la paleotelevisión, planteada por Eco, sino también la neotv, y nos acercamos a la postelevisión, una era en donde los dispositivos de recepción se vuelven móviles.
Esto, de hecho, ya lo había anticipado el futurólogo norteamericano, Alvin Tofler cuando escribió que los medios de comunicación, lejos de extender su influencia, se ven de pronto obligados a compartirla: “Están siendo derrotados en muchos frentes a la vez por lo que yo llamo los medios de comunicación desmasificados”. Y estos nuevos medios se han multiplicado: sitios en la web, Facebook y Twitter.
El cine es un medio aparte. Ha muerto varias veces y resucitado otras tantas. Lo mató la televisión y después la falta de creatividad. Ha resucitado en pequeños espacios de exhibición. La tecnología es su mejor aliada, pues le permite mejorar sus proyecciones, los efectos y los sonidos.
Los medios masivos, como dijera Russell Neuman, son una anomalía histórica, pero hay que reconocer que aunque reduzcan sus audiencias y especialicen sus contenidos con programas culturales, siguen concentrando, por sus emisiones globales, gran número de personas.
La discusión, en un panorama tan cambiante como el nuestro está abierta, y esa la provocación de El fin de los medios masivos, un estupendo libro de Mario Carlón y Carlos A. Escolari.
Sin comentarios aún.