Definición de China

Zhangye Danxia, relieve en Gansu, China Zhangye Danxia, relieve en Gansu, China MelindaChan/Flickr / Getty Images / Via quora.com

Zhangye Danxia, relieve en Gansu, China Zhangye Danxia, relieve en Gansu, China MelindaChan/Flickr / Getty Images / Via quora.com

 

Es clásico, todo mundo lo cuenta, todo mundo lo sabe: China, mujer de la Costa Chiapaneca, tuvo dos hijos: Chino y Chono. Cuando Chono le pegaba a Chino, éste le decía: “China tu madre”.

En Comitán hay pájaros que llamamos chinas. Como en Comitán, desde siempre, somos muy afectuosos también les decimos chinitas. Las chinas andan por todas las plazas, se les ve picotear sobre las lajas en busca de su alimento. Los zanates siempre llegan a los árboles de los parques, a las seis de la tarde, con su bullicio de siempre. Las chinas no se saben dónde duermen. Las chinas son más tranquilas, nunca arman el alboroto que sí arman los zanates. Los zanates son negros, parecen africanos; las chinas son cafés.

Hay un país (lo leí en algún libro) que llama chinas a una especie de piedras pequeñas. Lo que acá llamamos tiradora allá, lógico, llaman tirachinas. Por esto, Rodrigo siempre ha llamado tirapiedras al chunche, porque, explica, nunca he tirado una dora. ¡Lógico!

En México, todos los niños de los años sesenta aprendíamos nombres de barcos famosos y, al lado de La Pinta, La Niña y La Santa María, aparecía el nombre de la Nao de China. Arturo, niño que durante dos años fue vecino mío y que usaba una gorra al revés, llegaba a la casa a jugar. Siempre, prodigio de la vida, a la hora que medio mundo proponía jugar a los policías y ladrones o a los vaqueros, él alzaba la mano, como si fuese un niño tímido, y sugería que jugáramos a los piratas. Por un extraño sortilegio todos aceptaban el cambio y, sin problema alguno, dejaban los caballos por un lado (que no era más que palos de escoba) y amarraban pañuelos en la cabeza, como si les doliera. Bastaba un acto mágico para convertir la pistola de palo en un puñal o espada que colocaban en el cinturón. Tal vez en esos juegos, y nunca más en la Historia, se dio la única transformación de un barco conquistador en un barco pirata. La Historia no consigna que en La Pinta (no me pregunten por qué Arturo siempre elegía este nombre) viajaran piratas que, en un momento determinado atacaban un barco inglés que, ¡oh, misterio!, llevaba el nombre de la Nao de China. A mí (tampoco me pregunten por qué) siempre me gustó subirme a la Nao, a pesar de que siempre era la nave derrotada y sus tripulantes acabábamos dando un salto a mar abierto para que los tiburones nos tragaran, mientras los de La Pinta gozaban de nuestras riquezas. Sé que no era la palabra China la que me seducía, porque, ahora lo pienso, china es una palabra simple. Tal vez por esto en mi pueblo hay aves sencillas que llevan tal nombre. Las chinas son pájaros comunes que no se sabe bien a bien dónde duermen. Aun cuando Jorge dice que soy un bobo porque las casas de las chinas están en los aleros y en cualquier hueco que encuentran. Jorge insiste en que las chinas son pájaros más listos que los zanates y dice que zanate es una palabra más boba. Tal vez yo era pirata chino en un barco inglés porque me gustaba la palabra Nao que significa Nave, que tiene una gran semejanza con ave. El barco, se sabe, no tiene alas; a lo más que llega es a tener cientos de remos que lo hacen ir de una playa a otra. Pero la palabra nave pareciera tener alas. Y alas era lo que injertábamos a nuestros sueños infantiles. No recuerdo que alguna tarde los de la Nao hayamos vencido a los de La Pinta. Sí recuerdo, en cambio que una mañana nos fuimos de pinta de la escuela y, en lugar de jugar a los piratas fuimos a fumar cigarros mentolados en un campo de Nicalococ. Ese día dejamos de ser piratas y jugamos a ser hombres. Ese día, tontos, dejamos lo más por lo menos. Desde entonces no he vuelto a disfrutar de la brisa del mar. Ahora sé por qué todos decíamos que sí cuando Arturo sugería que dejáramos el juego bobo de los policías y ladrones y nos subíamos a los barcos. No hay mejor tarde que la tarde en que, en un pueblo que casi no tiene río, se siente ese aire que lleva un aroma de sal.

Dije que los zanates son negros y que las chinas son cafés. Ahora digo que, allá en la tierra de la mamá de Chino y de Chono, los cafés son de chinos.

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