¿Y l@s niñ@s de Michoacán?

Trasladan a 116 niños de albergue de “Mamá Rosa” a tres entidades. Foto: AP

Trasladan a 116 niños de albergue de “Mamá Rosa” a tres entidades. Foto: AP

Unas cuantas preguntas y reflexiones sobre el caso de La gran familia, el hospicio-escuela de Mamá Rosa:

¿Las niñas y niños del hospicio de Rosa Verduzco están siendo entrevistados asegurando su integridad psicoemocional y física?

¿Cuántos de estos casos de violencia se dieron entre jovenes y niños albergados? bullying, violencia sexual y otros malos tratos típicos en campos de refugiados, en albergues hacinados y en el propio DIF.

Si el DIF de Michoacán tiene capacidad para atender adecuadamente  a estos casi 500 niños, niñas y jovenes ¿por qué no lo hizo antes y los enviaron siempre con Rosa?

¿Están trabajando de la mano del los juzgados y el tutelar de menores que envió con Rosa a tantos chicos acostumbrados a delinquir, porque no sabían qué hacer con ellos? ¿será porque las autoridades mexicanas siguen sin entender la importancia de la verdadera educación y la reinserción social?

Si organizaciones civiles de protección a la infancia habían detectado que Mamá Rosa era “una generala maltratadora” desde 1984 (como revela un comunicado) ¿por qué esperaron treinta años para salir a decirlo a la prensa y a la autoridad? debieron anteponer la seguridad de niños, niñas y jovenes a cualquier otra cosa.

¿Dónde estaba la autoridad municipal cuando detectaron toneladas de basura en la entrada del albergue? las versiones dicen que eso sucede desde hace años ¿es cierto? y la autoridad sanitaria ¿no debía de haber intervenido para prevenir la peste que nos revelan ahora?

¿Qué va a suceder con cada uno de esos niños, niñas y jóvenes? Porque esta tragedia de violencia y maltrato no puede quedar en un escándalo.

¿Cuantás víctimas hay entre los 500 niños y niñas “rescatados”? algunas versiones oficiales dicen que son 12 otras que son 16 ¿ y las y los otros? Porque este suceso nos debe hacer entender de una vez por todas que les abandonó la autoridad, la sociedad, sus padres y madres y, claramente, también Rosa quedó rebasada.

¿Cuantas tragedias de esta naturaleza debemos enfrentar para entender que aunque la autoridad invente nuevas reglas para los albergues, hospicios y guarderías, nada cambiará si las políticas públicas no abaten la pobreza y no se implementan políticas contra la violencia intrafamiliar respaldadas con presupuestos y trabajo especializado?

¿No es este caso el mejor ejemplo de la ineficacia del DIF? esta es una oportunidad para replantear la existencia de esa institución y crear una que en verdad entienda de provención, de educación para la paz y de integración social.

Ciertamente el trabajo caritativo no tiene cabida cuando lo que se necesita es la intervención de desarrollo y justciia social especializada, con expertas y expertos en trabajo multidisciplinario (lo he escrito en todos mis libros, en especial insisto en ello en Con mi hij@ no: manual para prevenir, atender y sanar el abuso sexual infantil y en Demonios del edén). Pero dicho lo anterior, aquí estamos frente a una mujer que asumió la tarea de “adoptar”  a más de seis mil niños, niñas y jovenes abandonados como indeseables, como intocables, por una sociedad y una autoridad incapaces de buscarles alternativas de vida. Su escuela fue impresionante, miles de vidas cambiaron ¿se borra el pasado por los sucesos recientes? no lo creo. Se reconoce la historia y ahora se revela la realidad; se intenta comprender qué sucedió; se deben perseguir los delitos y asumir las responsabilidades.

Este caso ha generado de todo: un operativo a todas luces excesivo; ha producido sorpresa, angustia, desesperación, indignación, rabia, enojo, tristeza, desesperanza. Ha desatado una quema de brujas, una oleada de mentiras, injurias, insultos, polarización entre quienes quieren entender y quienes creen entenderlo todo. También ha desatado solidaridad y búsqueda de la verdad.

Escribí mi primer texto en Sinembargo.mx cuando apenas Murillo Karam señaló a Rosa Verduzco sin mostrar una sola evidencia y sin permitir acceso a la prensa. Así es el periodismo, se escribe de lo que se conoce y conforme suceden los hechos; así los medios publican los textos. Pasados los días, luego de escuchar los  desgarradores testimonios de los niños, entiendo que desde hace tiempo Rosa ya era incapaz de asumir la tarea; a los 80 años nadie debería de seguir en una labor tan dura como la de intentar sacar del infierno de la violencia a cientos de niños y niñas. Algunas personas creemos que el horror habitó su hogar durante tantas décadas que es claro que no pudo mirar lo que estaba adentro. Pero ya las voces de los niños y niñas nos dirán en los días por venir si Rosa estaba consciente de los hechos, si era parte del problema. Si ella, ante la incapacidad de abatir tanta violencia, se convirtió en verdad en una maltratadora también. De ser cierto que ella sabía ¿qué nos queda? Tal vez comprender el hecho de que  atender a las víctimas de violencia durante tanto tiempo, en un contexto de tanta impunidad, de tanta injusticia, de tanta indefensión individual y colectiva, puede enfermar y contagiar a cualquiera. Qué terrible lección.

A tan corta edad esos niños, niñas y jovenes antes de llegar al hospicio ya habían vivido abandono, malos tratos, desamor y todo tipo de violencias. Han presenciado la muerte en las calles, han sido abusados en múltiples formas; su historia es la historia de un país que salta de escándalo en escándalo sin aprender las lecciones. Las investigaciones sin duda deberán señalar a todos, a todos, los responsables de los malos tratos y violencia que han vivido esos niños y niñas, pero no bastará con unos cuantos abusadores en la cárcel; la verdadera justicia se hará cuando estemos seguras de que estos más de quinientos chicos y chicas han sido atendidos con terapias especializadas en psicotrauma y se avisroa un futuro mejor para ellos. Cuando sepamos que quienes les atienden comprendan cada historia de vida (porque no es igual atender a un niño que fue golpeado por otros chicos, que a uno que fue violado por su profesor, a una violada y embarazada por su maestro, o a uno que ha matado a otros niños y luego de estar en una correccional terminó viviendo en un hospicio como este). Porque como en una suerte de dolorosa metáfora La gran familia, ese hospicio alguna vez ejemplar, quedó devastada por la violencia que intentó erradicar, paliar y sanar originalmente. Pero la verdadera justicia se hará cuando la sociedad mexicana sea capaz de proteger, escuchar, acompañar, educar, dar de comer sanamente a todos sus niños, niñas y jovenes.

Y lo sabemos: si se demuestra que Rosa no les maltrataba y a su avanzada edad no estuvo consciente de la  violencia al interior de su hospicio-escuela, ya la autoridad y una parte de la sociedad han destruido su nombre y una historia que durante largos años estuvo llena de luz, de esperanza, de arte y cultura. Con este caso pierden en primer lugar las niñas, los niños y jóvenes, pierde Rosa y la sociedad michoacana, pero perdemos todas, todos por no ser capaces de comprender las lecciones después de tantos casos similares, por no ser capaces de cambiar la narrativa y la respuesta sobre los orígenes, las causas y consecuencias de la violencia.

 

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