Tenis en el alambre
Era peloncita, muy risueña, piel blanca, bajita, y de abundantes y risadas pestañas negras. Me confesó que estaba triste porque se sentía incapaz de hacer un cuento largo. Le dije que ahí estaba Monterroso, que ahí estaban Juan José Arreola o Salarrué, que no importaba el tamaño, sino la eficacia del cuento. Cursábamos el diplomado en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Olvidé su nombre, pero no su cuento. Ahí les va:
“Había en el cable de la luz dos Converse enredados con sus propias agujetas. El tenis izquierdo, usando como boca un rotura azul, le dijo al derecho mientras veía a un sujeto que se aproximaba andando por la banqueta: Mira pareja, puedo soportar el frío, la lluvia, el granizo; ¡que me caiga un rayo, si quiere!, bienvenidos sean el polvo y el smog, el calor me hace los mandados y si viene un pájaro y me caga encima, no me quejo. ¡Pero ver pasar todos los días a ese idiota que nos colgó entre estos cables, eso sí que no lo soporto!”
Hoy sentí la misma torcedura de tripas que sintió el zapato. Y me sucederá cada que, al recorrer Tuxtla de los Conejos, siga viendo las toneladas de cemento y piedra que el gobierno sembró en los camellones principales, y sigue sembrando. Ahora levantan los adoquines de Libramiento Norte.
Como dije en mi pasada carta, dirigida al gobernador Manuel Velasco, las plantitas de oficina que apretaron entre esos triángulos de muerte, se están marchitando por falta de agua (en tiempo de lluvia). En la entrada de Chiapa a Tuxtla han sembrado árboles de Primavera, que se han muerto muy pronto. Ahora lo intentan con palmas que crecen en el breve espacio en el que pronto ya no estarán.
¿Por qué, con tantos recursos, millones y millones, no prefirieron hacer exuberantes jardines con la inmensa vegetación que tiene Chiapas, la más diversa de México? O es muy grande la estupidez o mucho más grande la ambición. Hay mucho dinero de por medio.
Y sí, cuando todos los de esta Administración se hayan ido podré soportar el mucho calor de Tuxtla (más cemento, más lumbre), podré tolerar las inundaciones que vendrán por haber menos agua que se filtre en el subsuelo, quizá sobreviva si me accidento contra los picudos muros de piedra; pero recordar a los que fueron insensibles al llamado de la naturaleza, a los ambiciosos, a los que pudieron hacer de la capital de Chiapas el mejor ejemplo de ciudad verde de México, eso sí será muy difícil de soportar.
Excelente manera de protestar.