Pánico
Casa de citas/ 175
No tengo problemas. Nadie tiene problemas.
Todo el universo es una enorme solución
A. Jodorowsky
Aunque ahora se ha vuelto muy popular, con libros suyos que se venden hasta en los supermercados, mi conocimiento del proteico talento de Alejandro Jodorowsky (actor, mimo, director de teatro y de cine, novelista, dramaturgo, dibujante, músico, lector del tarot, etcétera) viene de antes.
Su obra de teatro Zaratustra (basada en Así hablaba Zaratustra, de Nietzche), de 1970, resultó para mis años jóvenes un descubrimiento y un pasmo, lo mismo que su película El topo del mismo año; después, he sostenido mi admiración por su arte y su inteligencia en los muchos libros suyos que he leído, en las demás películas, en sus otras obras teatrales. Creo que en él se reúnen (no en poco, sino en mucho) el médico, el poeta y el loco, que lo hacen un enorme, un admirable artista.
Para leer en un viaje breve me llevé la Antología pánica (Joaquín Mortiz, 1996), con prólogo, selección y notas de Daniel González Dueñas, que reúne textos y entrevistas no siempre fáciles de encontrar. Sus ideas saltan desde las primeras páginas (p. 9): “Es terrible pensar hasta qué punto la sociedad tiene necesidad de la muerte. Para obtener trabajo, funerales, industrias, medicinas, la sociedad nos asesina”.
Es un observador nato (p. 21): “Me gusta ir a Acapulco porque todos los pájaros se reúnen en un árbol para cantar, al amanecer y al atardecer. En las mañanas su canto es correcto, pero en las tardes es un error porque cuando ven el color rojo del sol, creen que es una nueva alborada. Son grandes poetas”.
No tiene empachos en analizarse (p. 36): “Aunque se pueda encontrar en mí el descomedimiento de un charlatán, no por ello dejo de ser un hombre honrado, un creador conmovido por el sufrimiento de los seres humanos, y que durante toda su vida ha querido servir a la belleza que hace libre. […] Cada uno está siempre en calidad de alumno y de maestro. Podemos ser maestros de alguien y alumnos de alguien. Podemos enseñar. Esta sería la verdadera revolución: que cada uno de nosotros regalara dos horas semanales a la humanidad, enseñándole algo a alguien”.
Habla bien de los diarios (p. 41): “Antes de descubrir, gracias a Charles Fort (El libro de los condenados), que la verdadera poesía se encuentra cotidianamente en los diarios, yo leía los periódicos con desprecio de ‘literato’ ”.
Junto con Fernando Arrabal y Roland Topor fundó en 1962 el movimiento Pánico, que (p. 80) “puede ser sinónimo de ‘en formación’; método pánico puede significar una manera de sentir el universo bajo una forma abierta, operacional, sin ‘estilo’, variable, con una libertad relativa de sus partes”. El dios Pan, mitad hombre, mitad macho cabrío (p. 81) “provoca el terror y a la vez la risa […] y con la risa en la existencia misma, también Pan trasmitía el saber”, y mucho más adelante explica (p. 155): “Por otro lado, el Pánico usa la palabra pan porque es sinónimo de todo”.
En sus predicciones pánicas, donde de veras adivinó desde hace años muchas cosas que pasan en la actualidad, dice (p. 92): “Todo es real, todo es posible. El hombre no inventa nada, solamente pesca. […] Lovecraft exclamó: ¡Qué ingenua es la gente: se va a dormir sin darse cuenta de que el sueño, al abrirnos la puerta de la imaginación, es el mayor de los peligros!’ ”, y en su predicción del progreso de la medicina escribe que en un futuro lejano (p. 93) “inmortal, el hombre sin enfermedades, con un cuerpo artificial irrompible, vagando aburrido entre las estrellas, buscará de galaxia en galaxia aquel tesoro fabuloso que antaño se llamaba muerte”. Sobre el matrimonio hace esta predicción (p. 161): “Se comenzará por aceptar el matrimonio entre dos mujeres y luego entre dos hombres. Nacerá el matrimonio tribal… Primero, una pareja se casará con otra pareja y formarán un hogar de cuatro. En seguida nacerá el grupo orgiástico: veinte o más personas, sin diferencia de edad ni sexo; y por último, esto culminará en el matrimonio industrial”, es decir, cinco mil obreros de una empresa se casarán con cinco mil obreros de otra empresa.
P. 158: “Todo hombre es, por esencia, religioso. […] Profeso todas las religiones. Creo en ellas. Las admiro. Las estudio. Las practico. Bajo diferentes formas, son todas idénticas. Y entre las principales religiones incluyo al marxismo y al ateísmo”. P. 181: “Creo que el cuerpo es un enorme órgano que funciona como una entidad. Tiene testículos en la frente y cejas en el pubis… todo en todas partes al mismo tiempo. Todo es simultáneo. […] Si toco la punta de la nariz de esta muchacha, toco su cuerpo entero, toco su clítoris. […] Tú puedes leer el clítoris. Puedes leer el ano. Puedes leer cualquier parte del cuerpo que desees. Porque todo cuerpo es un libro”.
P. 194: “Acaso los árboles son usados por el planeta para tomar el sol y hacer una especie de galletas. Y entonces usted se come esas galletas de sol. Lo podemos llamar frutas. Usted está comiéndose el sol”.
Jodorowsky nació en Chile en 1929, ha tenido muchas mujeres, ha fundado varias familias (p. 254): “Cada mujer que me ha abandonado me ha hecho un gran servicio: me libró de un ser que no me amaba. Fue bueno que fuera abandonado en ese momento y no más tarde. De hecho, en la vida emocional nada me ha afectado jamás; ahora he descubierto que lo que llegaba era bueno”.
Y lo tiene claro (p. 176): “Lo que más me ha aportado en la vida es el amor humano. Porque yo no he hecho cine ni he hecho teatro: he hecho búsqueda humana. Es la verdad, te hablo sinceramente: no soy teatrólogo ni cineasta ni escritor. Soy alguien que se busca a sí mismo”.
***
Vi en video tres películas que me conmovieron. El ángel azul (Der Blaue Engel, 1930, dirigida por Josef von Sternberg) con guion del director y de Heinrich Mann, autor de la novela El profesor Basura, en que está basada; aunque la cinta tiene el plus de ser el lanzamiento de Marlene Dietrich, la primera mujer en mostrar las piernas desnudas en cine y ahora mito cinematográfico, es el actor Emil Jannigs quien me conmovió con su actuación del viejo y ridículo profesor enamorado de una mujer promiscua, cabaretera.
La cinta es oscura en general y hace frecuentemente oscuros para cambiar de escena (sentí en ella el sustrato dramático de una representación teatral), con los pocos elementos de producción de aquellos tiempos; sin embargo, cuenta muy bien, perfecta, prodigiosamente la caída de este hombre que luego de ser una persona respetable se humilla ante la mujer hermosa, renuncia a su cátedra, se casa con Lola Lola, se va como su sirviente en centros nocturnos de mala muerte y vuelve al pueblo para dar el espectáculo lastimoso de salir a escena pintado de payaso mientras su mujer le pone los cuernos con un galán de su edad.
No sé si en mi pasado (o en mi futuro) hay una Lola Lola o sea nomás la belleza trágica de la historia, la actuación convincente de este actor opacado por la celebridad de la Dietrich que me hicieron dar gracias por ver a solas esta maravilla que me dejó al mismo tiempo triste y agradecido.
La malvada (All About Eve, 1950, dirigida por Joseph L. Mankiewicz) es famosa por varias razones: Mankiewicz es guionista y director que ganó en ambas categorías el Oscar en dos años seguidos (en 1949 lo hizo con Carta a tres esposas, A Letter to Three Wives, y en 1950 con La malvada) y hasta el momento, creo, nadie más lo ha hecho; La malvada recibió 14 nominaciones y durante muchos años tuvo ese récord hasta que llegó Titanic (de James Cameron, en 1997) y la igualó; en esta cinta de Mankiewicz tiene un papel menor Marilyn Monroe, quien se convertiría también en un mito, y fue el triunfal regreso a un gran personaje de la enorme Bette Davis (qué actriz, qué mirada).
La cinta es una producción sin fallas (a Mankiewicz lo usan de ejemplo perfecto del “Hollywood dorado”), con un reparto muy sólido, muy bien dirigido, y especialmente con una trama muy bien escrita. El guion, la trama (no la historia, que a estas alturas resulta manida) me parece una joya, dentro de las convenciones del melodrama: la admiradora que llega a la gran actriz y poco a poco se convierte en su enemiga, su sucesora, hasta que a ella llega una nueva arribista. Todo sobre mi madre (1999), de Almodóvar, sería su brillante homenaje que incluso hace nomás una variación sobre el título original de Mankiewicz: Todo sobre Eve, entretenimiento de alto nivel.
Grizzly Man, El hombre oso (2005), de Werner Herzog, es un documental con entrevistas y reflexiones en torno a Timothy Treadwell, un hombre que vivió 13 veranos de su vida con osos grizzli en un parque de Alaska y que en 2003 fue devorado, junto con su novia, por uno de estos enormes animales.
Tenía yo trece años cuando vi mi primera película de Herzog, que aún no olvido: El enigma de Kaspar Hauser (1974), de modo que cuando veo algo firmado por él me pongo en sus manos. Así pasó con la historia de Timothy, de quien recordaba con vaguedad un reportaje televisivo o un chisme contado por alguien en una reunión. Nada de eso hay en este montaje que incluye muchas imágenes grabadas por el propio Treadwell (que en realidad se apellidaba Dexter) y varias entrevistas hechas por Herzog, quien narra e incluso aparece a cuadro en algún momento.
Nos enteramos por su propia filmación que Timothy tuvo problemas de alcoholismo y drogas, y que no había logrado vivir feliz con ninguna de sus novias, que fue hasta que conoció a los osos que sintió que su vida tenía sentido. En desafío a las normas se les acerca, los toca y les declara su amor; los graba nadando, corriendo, cazando peces, peleando por la comida o por la osa en celo; se vuelve amigo de varios zorros (son preciosos) y vela sus sueños, los acaricia.
Herzog, gran cineasta, dice que Treadwell logra cosas que pocos directores de cine han conseguido: momentos bellos de naturaleza en silencio, convivencia real de la cámara con animales salvajes, muchos minutos de maravilla. Pero no es el suyo un trabajo superficial, que busque satanizar o glorificar al hombre que a veces parece loco, a veces niño, a veces animal; su documental es un registro profundo, una reflexión muy honda sobre la soledad humana.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
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