Definición de alfombra

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¿A quién se le ocurrió ponerle una piel al piso? Cualquiera diría que la alfombra es El Paraíso de los ácaros. Nunca se sabe si la alfombra sirve para que la gente camine con los pies descalzos o es para que el suelo no tenga frío. Martín dice que es como una chamarra para las baldosas.

A los niños les encantan las alfombras, sobre todo, las alfombras encantadas. Siempre que un niño entra a una habitación alfombrada existe la posibilidad de que esa alfombra sea mágica. En Comitán, las habitaciones antiguas tenían piso de madera; un día llegó la modernidad y los pisos los tapizaron con alfombras. Los cronistas dicen que ese cambio propició la entrada a la modernidad. Desde entonces, los sueños de los niños cambiaron, se volvieron más volátiles, pero, a la vez, más sucios. Ahora, la gente dice que los sueños de los niños comitecos están anclados, por alguna razón extraviaron la capacidad de vuelo.

Existen hombres que llevan, en lugar de suéter, una alfombra encantada en los hombros. Cuentan que El Quijote (por obra y gracia de Cervantes) transformó una simple venta de camino por un palacio encantado. Los encantamientos requieren de una estola especial.

En la actualidad, las alfombras voladoras ya no existen. El tío Armando dice que las alfombras ya no fueron necesarias el día que apareció el cine. “Basta pagar una entrada, sentarte en una butaca y abrir los ojos y la mente para que podás volar. ¿Para qué chingados necesitamos alfombras sucias?”, dice el tío. Tal vez tenga razón. Tal vez los libros de ficción también tienen esa función de hacer volar a la gente.

De acuerdo con la definición de diccionario, alfombra es: “tejido de lana o de otras materias, y de varios dibujos y colores, con que se cubre el piso de las habitaciones y escaleras para abrigo y adorno”. Tal vez acá está el origen de la desaparición de las alfombras voladoras. El diccionario (inútil y cojo) no menciona la posibilidad de vuelo. La definición de diccionario (como siempre) aterriza el concepto, le corta las alas. No dice que los niños juegan con los “dibujos y colores”, sentados sobre la alfombra y este juego hace que leviten tantito. Es una pena que los niños de hoy no sepan que la alfombra posee la capacidad de vuelo. Si lo supieran, miles de niños saldrían por las ventanas todas las tardes, encima de alfombras voladoras.

Hace muchos años, en una tarde que llovía mucho, dos amigos jugaron a volar. Tenían juguetes desparramados sobre la alfombra, encima de las grecas árabes tenían carros y muñecos de plástico. Jugaron a volar. Hincados, abrían los brazos, como si fuesen aviones, y hacían ruidos con la boca, ruidos que imitaban el sonido de los motores. Se pararon y caminaron hacia la ventana. La tía, que bordaba una tela de manta, los vio al lado de la ventana y les dijo que se metieran, que llovía muy fuerte, que podía caerles un rayo. Los niños no hicieron caso, estaban deslumbrados por el cielo lleno de destellos, lleno de lluvia, lleno de vida. Ellos jugaban a ser aviones y su destino parecía marcado por el cielo. La tormenta se intensificó. La tía dejó el bordado sobre la mesa circular, se paró y fue a cerrar la ventana, justo en el instante en que un rayo cayó en el patio. El impacto aventó a la tía y a los dos niños contra el piso. Cayeron sobre la alfombra, sobre los dibujos dorados. Los niños quedaron con los brazos abiertos, como si fuesen aviones, como si volaran.

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