Definición de agua
El Rey Ifdalhabh mandó a ejecutar al siervo que, en su palacio, cantaba: “agua pasa por mi casa, cate…”. ¿Cómo aquel hombre se atrevía a cantar semejante estupidez? En medio del desierto, lo único que el Rey tenía frente a los ojos era una sábana infinita de arena. Desde entonces, los súbditos del Reino comprendieron que el agua da vida, pero también da muerte.
Agua es una de las palabras que se queda corta. Todas las demás palabras se acercan al objeto nombrado. Si alguien dice “cielo” puede imaginar el cielo y sentirse bien; pero si alguien dice agua se queda con sed. “¡Agua, agua!”, pide el hombre, ya arrastrándose a mitad del desierto, con un calor inclemente. Agua, pide, con la boca seca. Pronuncia la palabra, pero no le conviene imaginar el concepto, porque se provoca más sed. Una proyección mental del agua no sacia el deseo.
Agua es una palabra engañosa. Sólo es posible pronunciarla a mitad de un río. Los niños que ven el mar por primera vez preguntan qué es eso tan monumental. El papá, hinchando el pecho, dice que es agua. El niño cuando se mete al mar y trata de beber esa agua se frustra. ¿Cómo es posible que un poco de agua no sacie la sed? El agua de mar debería llamarse de otra manera. Sólo debería llamarse agua el agua de lluvia.
El diccionario dice que el agua es “líquida, inodora, insípida e incolora”. ¡Dios mío! ¿Quiere esto decir que el agua ya es inexistente en el planeta Tierra? Grandes cantidades de agua se concentran en el mar, pero esa agua no es insípida, por lo tanto ¿deberíamos decir que no es agua? El agua del Río Sabinal, en Tuxtla, o del Río Grande, en Comitán, huele a mierda. ¿Cuál inodora?
¿A qué nos referimos cuando decimos agua? Ahora es un lugar común decir que las guerras del futuro serán por la posesión del agua. El agua se agota (gota a gota, dice el comercial soso y tonto). ¿Cómo no si desde niños, los hombres convocan su desaparición? Es costumbre ver, en los patios de las casas, patios llenos de tierra, a grupos de niños cantando: “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!”, pero los adultos, minutos después, cuando la lluvia se desgaja generosa, piden a San Isidro Labrador que quite el agua y ponga el sol. ¿A quién se le ocurre semejante bobera? ¿Quién es ese famoso Isidro Labrador? Uno pensaría que un labrador necesita del agua para que la cosecha se dé, si no ¿para qué labra?
Por eso, el Rey Ifdalhabh mandó a ejecutar a ese siervo tonto. ¿Qué agua pasa por la casa de un hombre que vive a mitad del desierto?
Sólo el agua de lluvia debería llamarse agua. Lo demás tiene el color del pozol de Chiapa de Corzo y el olor del albañal de la casa de tía Eugenia. Debería llamarse agua a la esperanza en este país, porque igual que aquélla, ésta, cada vez más, se muestra insípida e incolora, aunque ya empieza a apestar.
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