«Respeto y respaldo”, caducidad del pacto PRI-PVEM
Cuando a principios del 2012 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se preparaba para elegir candidato a la gubernatura de Chiapas, los dirigentes locales creían que aunque se diera una alianza electoral con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el aspirante saldría de la matriz tricolor.
Sin embargo, los compromisos pactados entre las cúpulas nacionales de ambas organizaciones para lanzar un candidato común a la Presidencia de la República, así como la amistad entre Enrique Peña Nieto y Manuel Velasco Coello, inclinaron la balanza para que el senador del PVEM fuera designado abanderado del PRI.
La decisión que desplazaba a figuras como Sami David, María Elena Orantes y José Antonio Aguilar Bodegas, provocó descontento y resistencias entre los priístas locales. Sin embargo, después de una ardua negociación interna, los inconformes se disciplinaron a excepción de la senadora Orantes, quien primero renunció a su militancia y luego aceptó ser candidata a la gubernatura por el Partido de la Revolución Democrática.
En correspondencia al respaldo brindado, ya como gobernador Velasco cedió a los priístas posiciones importantes en su gabinete a nivel secretarías y subsecretarías, y ha procurado mantener una buena relación con la dirigencia estatal. No obstante, a dos años de distancia de aquel pacto PRI-PVEM y a nueve meses de que inicie el proceso electoral 2015, las circunstancias políticas han cambiado. Para el tricolor, los términos de aquel acuerdo con el Verde ya caducaron, y necesita dejarlo claro porque los grupos que lo controlan no quieren volver a ser desplazados de las decisiones clave.
El ofrecimiento y petición de “respeto y respaldo” que hizo el líder nacional priísta César Camacho Quiroz durante la toma de protesta de 77 comités municipales, es una postura firme de contención, de desacuerdo con la estructura clientelar y paraelectoral que se construye desde numerosas fundaciones vinculadas al oficialismo verde y es alentada desde la Secretaría de Gobierno. Y también es un llamado indirecto al Ejecutivo para que no intervenga en la vida partidista y evite influir en las decisiones internas del PRI. Por eso el motivo de la respuesta “¡El respeto no se pide, se gana! ¡El respaldo no se ofrece, se demuestra!”, que lanzó en Twitter el secretario Eduardo Ramírez Aguilar, el principal aludido y afectado en sus aspiraciones políticas.
La escaramuza verbal no es una señal de ruptura entre el gobierno y el PRI, sino un episodio de la redefinición de la correlación de fuerzas que se está produciendo con miras a los comicios del próximo año cuando se renovarán Congreso y 122 presidencias municipales, además de elegirse diputados federales.
Los priistas están convencidos de que el PVEM le debe el gobierno a ellos, porque la operación política y el “convencimiento” de la gente en los municipios en el 2012 la llevó a cabo su estructura partidista. Y en ese sentido, reclaman el pago del favor y exigen que no se les ponga obstáculos en su estrategia electoral.
En suma, el PRI tiene la certeza de que cuenta con la fuerza suficiente para ganar por sí mismo los comicios del próximo año, que son fundamentales para preparar el camino de la sucesión en la gubernatura. Y después de 18 años de no tener el poder completo, es lógico que en el 2018 quiera ir por todo. La disputa con el Verde se está dando en todos los planos, hasta en los lemas partidistas; los priístas se promocionan ahora como “Rojos de corazón”. Vendrán nuevas batallas.
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