Los baches de Tuxtla y la nalga de la gente
Cuando don Rósemberg se queda mirando fijo el camino es porque burbujea en su cabeza una nueva idea y espera a que los pensamientos se le asienten para bajarlos con orden a la boca. En cualquier momento me dirá: “Oiga usté, don Raymundo”.
Oiga usté, don Raymundo, ¿y ya sabe usté porque hay tanto bacherío en Tuxtla ?Es por culpa de la mordida de los chuchos. Bueno, no mero así, pero le voy explicar. Si un chucho bravo le arranca un pedazo de nalga ¿de quién le pone parche el cirujano, de la propia piel de usté o de la piel del chucho? Pues claro que de la de usté mismo, no del chucho. Pero en Tuxtla los ingenieros le costuran a la nalga de la gente un pedazo de la piel del chucho que lo mordió.
¡A carámba, don Rósemberg, cómo está eso!
Si veasté. Una calle de cemento se le hace un agujero y ¿qué le ponen? Le ponen parche de asfalto. Una calle de asfalto se le hace un hoyo, ¿con qué lo tapan? Lo tapan con parche de cemento. ¡Y el cemento y el asfalto no pueden ni verse a la cara, son enemigos infinitos!
Me lo cuenta mientras brincoteamos con mi Saveiro sobre una calle de Las Palmas. Efectivamente, los baches en el cemento pretendieron ser tapados con parches de asfalto. Ligero pienso en mi calle, la 5 Sur de Terán, donde se junta con la que sube al aeropuerto militar. Mi calle es de asfalto, la otra de cemento. La intersección es un desastre: cada año de lluvias se hace un agujero enorme, y cada año el Municipio hace una nueva operación para reparar la herida cada vez más profunda.
Le respondo a don Rósemberg que el cemento y el asfalto se comportan de manera distinta con los cambios de temperatura. El asfalto es suave y elástico, más plástico. El cemento es duro, pero frágil, muy quebradizo. Y pueden estar juntos un rato, pero si viene el frío y luego el calor y luego el agua y luego el peso de los camiones y todo eso, terminan por separarse porque cada uno se zangolotea distinto.
¡Es lo que yo le estoy diciendo, que caso deben estar juntos, que no hay pegadura que los pegue. Soy analfabeta, pero me fijo, don Raymundo, me fijo más que ellos!
Y mientras tatareamos sobre otra bachienta calle de Las Palmas confirmo con sorpresa, casi con incredulidad, las cosas que me ha dicho mi amigo albañil. Cemento y asfalto son enemigos infinitos. Ha callado de nuevo. Antes de que interrumpa el pensamiento que traigo en la punta de la lengua le digo:
Don Rósemberg, si en Tuxtla le siguen poniendo piel de chucho a la nalga de la gente, o piel de gente a la nalga del chucho, es porque los ingenieros necesitan clases de cirugía… O necesitan, tal vez, una visita al veterinario.
¿que le dijo una mamá marrana coleta a su marranitos? R: si se portan bien los llevare a tuxtla gutierrez para que se revuelquen en los charcos.