Ingresos millonarios para la FIFA y más pobreza para la población, en el Mundial de Brasil
Por María Cappa
MADRID (*). Cada vez son más las cifras que se conocen respecto al Mundial de Brasil y, a medida que se van publicando nuevos datos, la realidad que reflejan es cada vez más escabrosa. Por un lado, la cantidad de dinero que va a dejar de ingresar el Gobierno brasilero a causa de las exenciones fiscales de las que se han beneficiado las grandes empresas oscila entre los 179 y los 386 millones de euros. El propio Tribunal de Cuentas del país ha cifrado esa cantidad en 322 millones. Por otro lado, el coste total de este megaevento deportivo, de momento, se prevé que ascienda a los 10.000 millones de euros, que suma más de lo que se invirtió en Alemania para 2006 y en Sudáfrica para 2010 juntos. Un exceso que, entre otras partidas, se debe a las obras de construcción que se estimaba que costarían 800 millones de euros pero que ya se han llevado 2.700 millones.
Gran parte de estas inversiones las realizará el gobierno con dinero público, lo que ha provocado que, hasta el momento, las ciudades que hospedarán el Mundial hayan aumentado su endeudamiento en un 30% de media. Todos estos dispendios le han servido a InspirAction para poner en marcha la campaña Las Jugadas de la FIFA. Según ha explicado la responsable de Incidencia y Comunicación de la ONG, Isabel Ortigosa, mediante esta iniciativa pretenden poner de relevancia que el dinero que se está dejando de ingresar podría haberse destinado a la lucha contra la desigualdad en Brasil. “Aunque en el exterior tiene la imagen de ser un país muy avanzado y es la séptima economía del mundo, lo cierto es que hay muchos millonarios pero también muchísima gente muy pobre”. Una situación que, según Ortigosa, “está siendo acentuada por la gestión económica del Mundial, porque la pérdida de estos recursos perjudica especialmente a los más vulnerables, ya que los servicios públicos a los que tienen acceso son de peor calidad, y podrían ser mucho mejores si el Estado tuviese más ingresos ”.
Además del económico, la población más pobre de Brasil se tiene que enfrentar a un problema añadido: los desplazamientos. Ya en 2012, se preveía que, solamente en Sao Paolo, iban a ser desalojadas 70.000 familias de las favelas en las que residían como consecuencia de las obras de preparación para el Mundial, aunque en el conjunto del país esta cifra aumentaba a 170.000. Según cuenta Ortigosa, “como viven en favelas y no tienen los títulos de propiedad de sus viviendas, ni siquiera se los llega a indemnizar”. Es decir, que los echan porque están ocupando el lugar en el que se van a construir los estadios o las carreteras, pero sin darles ninguna otra opción.
Ganan y pierden los de siempre
Mediante la campaña que acaba de lanzar esta ONG, quieren también demostrar que no es un problema que haya ocurrido solamente en Brasil, que toman como ejemplo paradigmático, sino que la exención de impuestos es una de las estrategias más extendidas para atraer inversiones extranjeras a países en vías de desarrollo. “Esto crea una competencia entre países para ver quién baja más los impuestos o quién da un trato fiscal más beneficioso para las empresas que vienen de fuera, pero que perjudica a las poblaciones de esos países”, explica Ortigosa. Un perjuicio que afecta, especialmente, a aquellos que dependen de los servicios públicos para acceder a la Educación o a la Sanidad.
Como suele ser habitual en todos los países que pelean por hospedar algún gran evento deportivo, el Gobierno de Brasil también quiso justificar las inversiones que iban a realizar con el argumento de que el retorno iba a ser altamente beneficioso para el país. “De hecho –recuerda Ortigosa- en su día se dijo que el impacto a largo plazo, en 2019, iba a llegar a los 60.000 millones de euros. Sin embargo, el mes pasado la agencia de calificación de riesgo Moody’s ya advirtió que el estímulo económico asociado al Mundial no iba a ser duradero”. Otra de las grandes promesas que hicieron fue la de la llegada masiva de turistas. “Dijeron que esperaban que llegaran unos 700.000 extranjeros para asistir al evento, pero el presidente de la Academia Brasileña de Eventos y Turismo ya ha anunciado que no creen que viajen más de 300.000”, señala. Es decir, que según anunciaron, tenían unas expectativas muy altas que no se han cumplido, tanto por haberse gastado mucho más de lo que habían previsto como porque el retorno va a ser muy inferior.
Aunque todo parecen pérdidas, la realidad es que no es cierto. Además de las empresas que ya están trabajando en Brasil y que ya se están beneficiando de los privilegios fiscales e impositivos que el gobierno les ha concedido, los directivos de la FIFA tampoco tienen motivos para sentirse afligidos. Hasta el momento, por conceptos como venta de entradas, derechos de transmisión televisivos o merchandising, la Federación de Fútbol ha ganado alrededor de 1.380 millones de dólares, un 10% más que lo que ingresó en Sudáfrica y casi 20 veces más que los ingresos que obtuvo en el año 2013, aunque se espera que sus beneficios lleguen a los 5.000 millones de dólares.
“No estamos en contra de la celebración del Mundial, del gobierno o de la FIFA en sí”, recalca Isabel Ortigosa. “Lo que sí defendemos es que la FIFA tiene que hacer inversiones con seguridad para que, ya sea en Brasil o en los futuros países que acojan un evento similar, beneficie también a la poblacióndel país anfitrión y no sólo a las grandes empresas que construyen estadios o que venden productos, sean patrocinadores o lo que sea”.
(*) La Marea está editada por una cooperativa de periodistas y lectores
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