Frailesca, flores y cuetes
Qué a toda madre. Hoy se reúnen de nuez los de la Rial Academia de la Lengua Villaflorense, justo el sábado más próximo a la celebración del cristo negro, Señor de Esquipulas. Y escribo “villaflorense” sí, pues villaflorense es por lo pronto esta academia, aunque andando el tiempo frailescana tal vez será, para incorporar a los otros municipios de la región y honrar el título con el que fue nombrada desde su fundación, a principios del año 93, si no mal recuerdo.
Chingona la Rial y chingones sus formadores, en primer lugar porque varios son amigos míos (Marcoantonio, Jorgeluis, Juanjosé, Jorgegómez y Hugocorzo). En segundo porque le han entrado al desquite académico —quiero decir: al tú por tú con la Real Academia de la Lengua Española, con asiento en Madrid—. Y en tercero y principal lugar, por poner en alto el habla popular, no solo de Villaflor sino de toda la Frailesca; de los que nacimos y crecimos ahí, y en toda la franja meridional del Grijalva, desde Chicomuselo en parte y hasta Cintalapa incluso, pasando por Coita, San Fernando y Tuxtla.
A toda madre digo, pues iniciaron, es verdad, la popularización del vocabulario, la lexicografía y los giros del lenguaje propios de la región, sin que esto sea, naturalmente, empresa concluida. Se enfrentan de hecho a todo el sistema educativo. 1. A los cartabones de la “lengua nacional” desde el preescolar y hasta el bachillerato, 2. A los profesores que aún enseñan los vocabularios y la semántica prestigiada del centro del país, 3. A la castración, o al menos al desprecio de nuestro modo de ser y de hablar, y 4. A la imposibilidad de decir en clases: cagar, orinar, jueriar, ir al escusado, orita vengo, dio jodido, idiay vos, vení un ratitío compa, hormota de mi culo, vamo’a cachondiá, o chingá tu madre.
Bastante han hecho, sin embargo, para fortalecer nuestra autoestima lingüística, ubicar en su justa dimensión esta habla dialectal tan nuestra, y restablecer —si es que alguna vez lo tuvo— el prestigio de éstas nuestras exclusivas formas de expresión, que igual… ni creamos que es sólo nuestra, como en el caso particular del “idiay” y en general el voceo. Son expresiones típicas de la Frailesca y el área central, pero de todo Chiapas también y de Centroamérica: área geográfica y cultural en la que se circunscribe la entidad. Al igual que de Argentina y Uruguay, en donde aunque un tanto diferente, el voceo es dicción corriente e incluso… norma lingüística de prestigio.
Así que importantes han sido: 1. Las sesiones abiertas de la Rial, 2. La buena fama pública de sus miembros, indispensable en la divulgación de esta “nueva cultura”, así, entre comillas, 3. La bohemia que practica la mayor parte de ellos, 4. Los sitios que frecuentan y la gente que para oreja cuando ellos conversan, 5. Las hermandades fiesteras de las que forman parte, 6. Los medios que se han puesto las pilas para atender esta iniciativa y… en especial, 7. La repetida publicitación de su repertorio de nombre lapidario: “Diccionario de Términos Frailescanos no Recogidos por la Real Academia de la Lengua Española [con] Anécdotas, Poemas, Coplas, Salmos, Piezas Teatrales, Cuentos y otro tipo de Relatos que Forman Parte de la Tradición Oral de la Frailesca, [Estado] de Chiapas”.
Imposible es no ver esto, y más desde las instituciones pertinentes, pues esto ya ha tomado la forma de un fenómeno sociocultural: el valor y orgullo con que cada vez más gente se expresa, en privado y en público, utilizando la forma coloquial, tradicional y auténtica de la conversación de nuestros abuelos y padres; la riqueza lingüística contenida en la plática de nuestros ancestros. Tanto es así, que los chiapeños ya andan por ahí con su bola. Que formarán su propia academia, escuché por ahí. Y de los coletos y cositías ni se diga. Tienen sus propias publicaciones. Además, como cada región en Chiapas tiene su modo especial, es de esperar que las academias florezcan. Las academias de los Chimbombos, Turulos y Guacaleros, por ejemplo, pero también las correspondientes a las regiones dialectales de Mezcalapa, Ocosingo, Motozintla y Pichucalco, aunque los hablantes de este último municipio, de plano se “atabajqueñizaron” desde hace tiempo…
Así que la idea de reencontrarnos en el lenguaje ha avanzado. Gracias a la Rial, es cierto, pero también a los pioneros, a quienes dieron los primeros pasos en este camino; a los que inicialmente pusieron en letras de molde nuestros modos florales, caprichosos e incluso arcaizantes. Al lingüista Marcos E. Becerra, a los escritores Daniel Zepeda, Jacob Pimentel, José Casahonda Castillo y Martha Arévalo; a los profesores Eliseo Mellanes Castellanos, Marte Fabio Gálvez y a otros que de seguro olvido, y a nuestra dramaturga estrella, doña Lola Montoya.
Qué bien entonces por los de la Rial Academia de la Lengua Frailescana. Por las bruñidas joyas de su diccionario ingenioso: colección de definiciones entre jocosas y festivas, chuscas y desmadrosas. Bien por los de butaque numerado, los chituríes y los que apenas a bulto llegan. Qué bien incluso por los fuereños que se han adaptado a Chiapas, quienes lo adoptan como tierra suya y hoy incursionan en el campo del habla popular y la gramática de algunas expresiones. Y qué mejor para todos, pues ojalá pronto, los de La Concordia, Jaltenango, Montecristo y Villacorzo formen parte de la Frailesca. Digo, al menos en lo que toca a la Academia.
Parva aportación al diccionario de la Rial
Aunque específicamente al listado de palabras que aparecen como pendientes de elaborar su “definición”. Van 35 vocablos para que se incorporen a la letra “z”: zacatal, zacate, zacatear, zacatón, zacatonal, zafar(se), zafadura, zambutir, zampar(se), zanatada, zanatal, zanate, zanatero, zancudero, zancudo, zangarriar, zangolotear, zanjón, zapotal, zapotazo, zapotillo, zapuyul, ziguamonte, zípite, zizim, zocar, zonso, zonte, zope, zopenco, zoreco, zule, zupia, zurrar(se) y zurumbo.
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