La democracia pequeña de Rutilio
Corresponde al Poder Judicial garantizar el derecho a que se imparta justicia de manera pronta, completa, gratuita e imparcial por jueces y magistrados independientes, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley.
Artículo 56 de la Constitución Política del Estado de Chiapas
Rutilio Escandón Cadenas, presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, tiene una visión pequeña de la democracia. En sus dichos y en sus actos, quien fuera senador por el Partido de la Revolución Democrática (2003-2006), muestra su endeble convicción por el derecho constitucional y su precaria vocación justiciera.
Según él, “hablar de la división de poderes solamente se refiere a la separación de funciones que marca las facultades de cada uno de ellos en el estado y la nación, pero realmente existe una coordinación y unión con el Poder Ejecutivo y Legislativo para que Chiapas avance”.
Con estas declaraciones desafortunadas Rutilio, doctor en Derecho, camina por terrenos pantanosos. La división de poderes va más allá de esa estrecha concepción, pues si bien es obvio que debe existir comunicación entre el Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial, lo que en esencia define ese pilar del sistema democrático, es la autonomía en las decisiones y los contrapesos recíprocos que deben ejercer para evitar avasallamientos que perviertan la representación popular y el Estado de derecho.
La independencia, sobre todo en materia de justicia, es un principio que debe cuidarse con celo; y es esa percepción de soberanía la que hay que proyectar hacia la sociedad. Sin embargo, en Chiapas se evade esta responsabilidad. A nivel nacional muy rara vez coinciden en un acto público el presidente de la República y el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan N. Silva Meza; en cambio, en el estado es un hecho de lo más común. En gran parte de las giras y eventos oficiales el titular del Poder Judicial chiapaneco acompaña al gobernador, se retratan juntos, se acuerpan y se lanzan halagos recíprocos. Lo que debiera ser parte de un diplomático protocolo institucional ha derivado en uso y costumbre al viejo estilo del poder omnímodo.
En esa dinámica de excesivo acercamiento, Rutilio Escandón también hace su parte. En los comunicados del Tribunal Superior de Justicia, son frecuentes sus referencias y deferencias hacia Manuel Velasco. Hay un evidente propósito de alabar y congraciarse con el titular del Ejecutivo que resulta imprudente e insano para el Poder Judicial y la democracia misma que se dice practicar.
Si algo ha dañado la credibilidad del sistema judicial, es la percepción de que ministros o magistrados imparten justicia no con base en el derecho sino de acuerdo a sus lealtades o compromisos políticos, o bien protegiendo los intereses de los poderosos. En este sentido, en su acepción democrática plena, la separación de poderes trasciende la simple delimitación de funciones y se convierte en una actitud institucional y en una responsabilidad política.
A pesar de que fue electo magistrado por el Congreso local, inferimos dónde residen las lealtades del presidente del TSJE; Escandón sabe asimismo que su futuro no está en la carrera judicial sino en otras aspiraciones políticas. Por lo tanto, debiera cuidar las formas cuando menos.
En nada tampoco dignifica al Poder Judicial, que su titular adopte prácticas livianas con tintes proselitistas, como enaltecer su imagen en anuncios espectaculares so pretexto de promover la justicia. La auténtica administración e impartición de justicia no necesita de campañas grandilocuentes, requiere de conocimiento de la ley, honestidad y eficacia.
Si en verdad se quiere “el engrandecimiento y fortalecimiento de la justicia en Chiapas”, el magistrado presidente, Rutilio Escandón Cadenas, tiene que honrar a cabalidad la investidura que representa. Y ello implica una gestión dedicada, discreta y eficiente.
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