Definición de Colección

coleccion nubes (1)

 

Sólo una certeza existe en el mundo: “todo hombre y toda mujer son coleccionistas”. El diccionario dice que colección es “conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés y valor”. Por su valor monetario, el hombre de los últimos tiempos ha coleccionado obras de arte (pinturas y esculturas), autos antiguos, mansiones y joyas, entre otras linduras. Hay otros, soñadores, que coleccionan nubes, pensamientos, granitos de arena, grumos de avena.

Si quien lee esta Arenilla tiene espíritu Slim pertenece al primer grupo; si tiene espíritu ala de colibrí no pertenece a grupo alguno, porque los hombres y mujeres que coleccionan botellitas con aire son libres y no forman cofradías. Estos últimos coleccionistas son como ventanas abiertas, como nidos de gavilán, como olas que juegan sobre la infinita arena.

Mi tío Apolinar fue coleccionista de sellos postales. Tenía una mesa especial, con un paño verde; una lupa, unas pinzas especiales con las que tomaba los sellos postales y un álbum. Era tal su pasión que no hizo más en la vida. Al despertar tomaba una taza de café con pan, daba una vuelta por el jardín de la casa en busca de alguna catarina (si la hallaba la ponía en su mano y soplaba) y luego decía: “Ya vuelvo”, lo decía casi a gritos, lo repetía dos o tres veces. Abría la puerta de su cuarto y no salía hasta la hora de la comida y repetía el ritual en la tarde y noche. A punto de morir reunió a todos sus hijos y, ante notario público, repartió las propiedades. Al final preguntó si alguno deseaba la colección, todos se vieron, Maruca bajó la mirada, jugó con las barbas de su chal y dijo: “yo, papacito, si me los quiere dejar, yo los cuidaré”. Se escuchó un “¡ah!” de admiración. ¡Quién lo hubiera dicho -comentó después la tía Eulogia- la hija más cabrona resultó al final la de mejor corazón”. Mi tío intentó una sonrisa, aunque le salió una mueca, feliz de oír eso. Dijo que en vista de ese acto noble no sólo legaría la colección de timbres, sino también una cuenta bancaria secreta. Todos los demás bufaron y se removieron inquietos en los asientos. Cuando el tío murió Maruca recibió el álbum, la lupa, la pinza, el paño verde y la cuenta bancaria pasó a su nombre. En la tarde la hallé en su casa, en la cochera, trepada sobre un banco de madera colocaba algo en la parte alta de un estante. Cuando me vio se puso roja como granada. Bajó, limpió sus manos con un trapo lleno de grasa y, sin que yo lo pidiera, dijo que estaba guardando ropa vieja, que luego, en navidad, la repartiría entre los niños pobres. Yo supe que ella había arrumbado el álbum con sellos postales. Ya había servido para su afán. La Maruca siempre fue una cabrona.

Si el lector lo piensa tantito verá que todo mundo es coleccionista. A veces de objetos de la misma clase, a veces de objetos sin clase. Hay hombres y mujeres que coleccionan llaveros, tazas, libros, puertas o revistas. Hay quienes coleccionan senderos, horizontes, ramitas de mirto, pulseritas de anís. Hay mujeres que coleccionan pétalos de agua y mujeres que coleccionan espinas de lodo. Todo mundo colecciona algo. Mi tía Eugenia coleccionaba penas (aparte de estampitas de santos católicos. Esta semana ya habría incorporado una de San Juan Pablo II).

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