El placer sabe a mujer
Desde siempre nos inculcaron el estereotipo de que el amor debe ser heterosexual, entre un hombre y una mujer, pero nadie nos habló del amor entre hombres o entre mujeres, que es satanizado por las religiones y por las sociedades puritanas, pero que al final es simplemente amor.
Tal vez dejando a un lado el amor y dando paso a la sexualidad conocer nuestros cuerpos a la perfección podría ser uno de los factores que implique el que algunas mujeres piensen o hayan decidido experimentar con personas de su mismo sexo.
Es muy complejo y sería querer descubrir el hilo negro aclarar si una lesbiana nace o se hace, al final, solo son las sabanas en el interior de una alcoba las que llegan a ser testigos de las caricias que se prodigan y no nos corresponde a nosotros juzgar si eso es bueno o malo.
Tal vez hay mujeres que por alguna mala experiencia en su vida sexual en una relación hetero, no fue satisfactoria y determinó por eso buscar otra alternativa de sentir algo diferente o descubrir su sexualidad de otra manera.
A veces traumas de la infancia, hechos violentos sexuales han dado pie a que las mujeres prefieran tener como pareja a personas de su mismo género.
Pero también es tan simple como descubrirse atraídos por personas que además de ser delicadas, saben cómo acariciarse, ser suaves pero al mismo tiempo intensas, logrando lo que muchos hombres no logran, un orgasmo, no podemos satanizar algo que no aprobamos, lo único que nos queda es respetar la preferencia sexual de cada quien.
El placer sabe a mujer
A sus 26 años Carmen era una mujer que nunca se había sentido plena en las relaciones sexuales con las parejas que había tenido, si bien es cierto que le gustaban los hombres, en el plano de la sexualidad aun no lograba acoplarse con nadie.
De complexión media, tez blanca, cabello negro y lacio, de senos grandes, además de unos ojos color miel, siempre resultó muy atractiva para los caballeros, por eso nunca tuvo problemas para conseguir pareja, pero últimamente le resultaba insatisfactoria su relación.
Por circunstancias de la vida, Carmen fue invitada por un grupo de amigos a una fiesta un fin de semana fuera de la ciudad a una playa en el pacifico, para salir de su rutina acepto.
Ese viernes en medio de sus amigos, en el hotel donde se hospedaron se fijó en una chica que estaba de espaldas a ella, tenía un tatuaje en el hombro, se veía muy sexi con su cabello corto, y cuando ella volteo a verla, pudo ver que era realmente bella, tenía unos ojos cafés intensos que contrastaban con su piel morena.
En ese momento una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, al pasar las horas fueron presentadas, esa chica que le había llamado la atención se llamaba Mayra y también era parte del grupo de invitados de sus amigos.
Por la noche en la fiesta Carmen portaba un vestido vaporoso donde sus senos sobresalían al igual que sus piernas que se descubrían cuando el viento jugaba con la parte baja de la falda, Mayra no pudo despegar la vista de esa imagen.
Coincidieron en la misma mesa, Mayra llevaba una blusa de tirantes sin sostén, los pezones se marcaban, a diferencia de Carmen sus pechos no eran tan grandes, unos jeans se ajustaban a sus caderas, ambas pidieron unos martinis, y cuando brindaron, no pudieron evitar que sus ojos se encontraran mientras saboreaban la aceituna que jugaban con sus labios, en un coqueteo evidente entre ambas.
Al paso de las horas, no solo sus ojos se encontraron, también el roce de sus manos, el jugueteo entre sus manos, sus miradas llenas de deseo, su sensualidad a flor de piel, y la excitación que transpiraban dieron pie a algunas caricias furtivas en espalda, brazos, y piernas.
La confianza fue subiendo de nivel, por eso cuando Mayra fue más allá al llevar su mano bajo la mesa y profanar el vestido de Carmen, ella no dudo en abrir sus piernas.
Los dedos de Mayra fueron hábiles para entrar a ese canal húmedo en donde se deslizaron con una maestría que provocó en Carmen un rubor especial en su rostro.
La noche aún era joven y se retiraron a la habitación de una de ellas, en el interior la temperatura subió aún más, Mayra condujo a Carmen a la orilla de la cama, ahí metió sus manos bajo el vestido a la altura de los senos para apretárselos, lo hacía de una forma suave pero al mismo tiempo fuerte, los tomó entre sus manos y lentamente empezó a pasar su lengua sobre los pezones.
Carmen también la afianzaba hacia ella de las caderas, le había bajado los pantalones y apretaba sus glúteos contra ella mientras Mayra disfrutaba ahora de succionar sus pechos y la recostaba en la cama luego de haberla desnudado, dejando la mitad de su cuerpo fuera, para bajar por su vientre y llegar hasta su vagina y encontrar el clítoris.
La habilidad de la lengua de Mayra era superior a la de sus dedos, Carmen estaba completamente mojada, pero eso no le impido disfrutar de los orgasmos que le provocaron los movimientos de Mayra sobre su punto G.
Esta demás por decir que Carmen tuvo su mejor experiencia lésbica, y correspondió de la misma forma a Mayra.
En esa habitación frente al mar, se vivieron los orgasmos más intensos toda la noche, no hubo penetración alguna, solo un sexo oral maravilloso y bien hecho, erotismo a su máxima potencia, derroche de sensualidad, excitación y humedad.
Después de ese fin de semana Carmen cambió, decidió vivir su sexualidad de una manera diferente tras probar que el placer sabe a mujer.
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