Del Amor y sus posiciones

Mujeres y pájaros. Joan Miró

Mujeres y pájaros. Joan Miró

 

La sexualidad debe vivirse intensamente, o eso al menos pretendemos la mayoría de los hombres y mujeres; sin embargo  a veces muchas mujeres pasan su vida sexual dedicada solo a complacer a sus parejas por tener miedo a expresar y decir que no sienten placer.

Algunas mujeres solo conocen las relaciones “normales” y con normal, me refiero a que la única posición que han experimentado en su vida es la del misionero, es decir que el hombre solo se coloque encima de ella, y luego de la penetración y que él alcance el clímax acabe todo, y ¡el placer de ellas?, seguramente se perdió entre las sabanas.

Y no solo las parejas echas a la antigüita viven esta situación, también hoy en día hay parejas jóvenes que por la falta de comunicación, por no aceptar su cuerpo tal y cual, bello como es la anatomía humana, no importan los kilos demás o kilos de menos, lo realmente importante es que tú te sientas a gusto con tu cuerpo y que seas seguro contigo mismo, eso es parte fundamental para poder vivir tu sexualidad al máximo.

Que importa si eres delgada, gorda, alta, chaparra, lo único que debe importarte es como te sientas tú, tienes que proyectar seguridad, confianza, y todo eso se logra si te aceptas tal como eres y te quieres, y el primer paso es descubrir tu cuerpo, conocer tus deficiencias y debilidades así como tus fortalezas de eso dependerá que puedas tener una mejor relación con tu pareja.

No hay nada más sensual y sexi, que nuestra pareja proyecte eso, la seguridad en sí misma, que se sienta deseada, cachonda, porque al final es lo único importante que te lo creas y lo transmitas, que los demás  digan misa, lo único que debe importarte para poder experimentar, practicar y llevar acabo las posiciones sexuales más candentes es que tú  y tu pareja lo hablen y se dediquen a disfrutar de sus relaciones.

 

Del amor y sus posiciones

A sus 42 años María enfrentaba un divorcio después de 20 años de matrimonio, sus dos hijos eran unos jóvenes de 18 y 19 años, su esposo 2 años mayor que ella, aceptó darle el divorcio porque ella argumento que ya no podía seguir así, que lo había amado mucho pero que ya no sentía nada por él y que era mejor separarse.

Y es que María nunca había encontrado placer con su esposo, siempre estuvo atenta a las necesidades de él, pero en el plano sexual se dio cuenta que él solo se satisfacía y ella nunca había conocido lo que era un orgasmo, y esa rutina se convirtió en una obligación monótona que cumplía como esposa pero que no disfrutaba como mujer.

En más de una ocasión quiso comentarlo con su esposo, pero él le decía que ya iba a cambiar y ese cambio nunca llegó, de la posición del misionero nunca pasaron, y ni hablar de juegos previos ni sexo oral, eso era un tema tabú entre ellos.

Así después de la separación, ella quien laboraba en una empresa importante, siguió su vida y por esos azares del destino conoció a Miguel un joven de 36 años con quien inmediatamente sintió empatía.

La relación de amistad creció y después de algunas semanas, él le dijo que quería tener una relación con ella, María fue clara y le dijo que quería intentarlo, así Miguel le preparó una sorpresa.

Una noche después del trabajo él la llevo al departamento que rentaba,  desde la entrada la luz de unas velas alumbraban una mesa puesta para dos, había dos copas y una botella de vino además de algunos bocadillos.

Se sentaron a tomar el vino y el aprovechó ese momento para mojar sus dedos y pasarlo por los labios de ella,  para después besarla.

Después de los besos intensos la respiración de ambos era agitada, de manera violenta la ropa fue a dar al piso, mientras él le agarraba con fuerza los senos para pasarle los labios, sus manos apretaban sus  nalgas y ella se aferraba a él.

Entonces ella tomó entre sus manos la virilidad de él, sus labios se posaron recorriendo centímetro a centímetro, saboreando el néctar del placer, su lengua jugaba frenéticamente hasta enloquecerlo, y ya no pudo más, decidió subirse encima de él, quien la tomó de la cadera para acoplarse en un vaivén en el que ambos disfrutaron de cada movimiento que los llevo al éxtasis.

Pero no era suficiente, y él se impuso otra vez y  ella con el deseo a flor de piel no opuso resistencia, ahora su miembro arremetió contra su vagina, sus caderas volvieron acoplarse en un cuento de nunca acabar, los gemidos inundaron el lugar, él le levantaba las piernas para darle mayor placer, ella se dejaba llevar, el tiempo parecía detenerse ante esta danza frenética de deseo que no tenía fin.

Juntos volvieron alcanzar el clímax y como no hacerlo, si la comunicación entre sus cuerpos era perfecta, la calma llego a ellos, pero solo fue un instante, mientras él seguía recostado ella empezó de nuevo el juego sexual.

Con su lengua recorrió parte de su espalda, ella continúo su viaje hasta la ingle de él, su lengua y sus labios buscaron afanosamente volver a levantar esa virilidad que tanto placer le proporcionaba.

Su miembro no tardó en responder al calor de los labios, a los lengüetazos suaves que lubricaban desde el tronco hasta la cabeza que estaba hinchada y se dejó llevar hasta que su cuerpo expulsó en ella el elixir del deseo.

Durante toda esa noche la pasión se vivió de distintas formas, cada una más intensa que otra, él logró poseerla más allá del cuerpo, sus labios no solo se internaron en su parte más íntima de ella, llegaron hasta su alma, el deseo traspasó la frontera y en cada una de las veces que lo hicieron, el arrebato era mejor que el anterior, ninguno de los dos saciaba sus ganas del otro.

La cercanía entre ambos hacia que sus respiraciones se fueran haciendo más entrecortadas, era el momento precisó para el coito.

Ella se acomodó al filo de la cama, él le levanto la cadera hasta que sus piernas rodearan su cuello, y fue entonces que la danza del placer se volvió más intensa, los minutos pasaron, la pasión desenfrenada se sentía en la habitación, él como un toro la embestía con tanta fuerza, que ella disfrutaba de cada embestida, pero retardaban el momento, él la tomó sutilmente para colocarla a gatas mientras sus manos le propinaban unas nalgadas, era una tortura entre el dolor y el placer.

Él la procuraba,  por eso antes que él alcanzara su propia satisfacción, procuraba que ella lo hiciera primero o que llegaran juntos a ese momento.

Ese fue el inicio de la verdadera vida sexual de María, nunca se imaginó que empezaría a vivir a los 42 años, al darse la oportunidad de dejar atrás la posición del misionero que había conocido con su esposo para dar paso a la intensidad de experimentar con alguien el amor en sus diversas posiciones.

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