Congreso, “baño de feminismo”
Que la Mesa Directiva del Congreso chiapaneco haya quedado integrada por puras mujeres, es un suceso político que hay que aplaudir, pero no hay que creerse el cuento de aquellos que lo promocionan como un “hecho histórico” o que se está a la vanguardia en la equidad de género. Es obvio que la decisión de los diputados no fue resultado de una democrática y afortunada coincidencia, sino de un acuerdo para darse un “baño de feminismo” para intentar legitimar la simulación. Hay en esa Legislatura historias perversas que desacreditan cualquier intento de presumir la igualdad entre géneros, y el diputado Luis Fernando Castellanos Cal y Mayor lo sabe muy bien.
Sin embargo, el hecho por sí mismo vale mucho, pues representa la oportunidad de conocer el desempeño de las diputadas en la conducción de las sesiones del Congreso y el sello que puedan imprimirle a las demás atribuciones que les confiere la Constitución y la Ley Orgánica, por ejemplo en el desahogo de temas relevantes de la agenda legislativa. Mirna Camacho Pedrero, la presidenta electa de filiación panista, tiene deseos de trascender en su importante tarea de líder parlamentaria; tiene la experiencia, pero habrá que ver si ella y sus colegas pueden eludir el avasallamiento al que está acostumbrado ejercer la Junta de Coordinación Política, el otro órgano rector del Congreso conformado por los líderes de los grupos parlamentarios. Ojalá las diputadas logren oxigenar la actividad del Congreso y no vayan a terminar sometidas por los poderos intereses que concurren en la aprobación de leyes que –es pertinente recordar— no siempre son benéficas para el desarrollo económico, político y social de Chiapas.
Agrego: el día en que todos los grupos parlamentarios sean encabezados por mujeres y como consecuencia también la Junta de Coordinación Política, entonces sí podremos creer en serio que se avanza en equidad de género, en el empoderamiento político de la mujer en el Congreso. ¿Esperamos de pie o sentados?
¿A DÓNDE VAMOS A PARAR? ¿Hacia qué abismo se encamina Chiapas cuando crecen los conflictos sociales, la violencia, los homicidios (y feminicidios), la inseguridad, el descontento ciudadano y la percepción de que vamos en caída libre sin red de protección? El asesinato del sindicalista, catedrático universitario y médico prominente Bernardo Hernández Tovar y su esposa la doctora Juana González Villalobos, es una afrenta a la sociedad porque ve en ese hecho criminal un atentado contra sus valores más preciados que la pareja encarnaba: humanismo, sencillez, honestidad y compromiso social. Se asume ofendida también porque se siente indefensa, vulnerable ante una galopante delincuencia que ya es imposible disimular con discursos optimistas en los medios de comunicación. El mito de la “ciudad segura”, del “estado más seguro”, se derrumba a balazos, a machetazos, a golpe de asaltos y emboscadas, se extingue en hogueras humanas. Es hora de poner un drástico freno a la inseguridad. De nada sirven policías mejor pagados, más preparados, policías acreditables, ciudadanas, únicas, operativos conjuntos con el Ejército y la Federal, si no se logra contener la ola delincuencial, si no se le puede garantizar una tranquilidad mínima a familias y ciudadanos. La “oportunísima” detención de dos de los presuntos asesinos de los doctores –en menos de 24 horas de haberse encontrado los cuerpos—, en nada cambiará la percepción negativa de la gente, pues la acción expedita de la Procuraduría de Justicia, levanta más sospechas que credibilidad en su eficacia en la persecución de delitos. Por la sorprendente celeridad con que encontró a los responsables, o los detenidos son “chivos expiatorios” para calmar la indignación social o bien la policía conoce perfectamente el accionar de las bandas delictivas y las tolera en vez de actuar de frente contra ellas. El hallazgo de los cadáveres el mismo día en que se celebraba en Tuxtla la Reunión Regional de Seguridad Zona Sureste, donde estuvieron presentes el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y los gobernadores de la región, debiera servir de espuela a las autoridades para alejarse los falsos triunfalismos y dimensionar el grave problema que se padece. A los ciudadanos, les toca por su parte, trascender el asombro inmediato, la cotidianidad de la violencia, la resignación y el miedo, para exigir seguridad y paz.
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