Complicidades corruptas
¿Por qué nos alarmamos del nivel de lectura de los legisladores chiapanecos? ¿Por qué hemos criticado sin piedad a la diputada que atribuyó la autoría de la excelsa y magnífica obra Juventud en éxtasis a Gabriel García Márquez?
Sin duda porque hemos perdido la brújula, porque no queremos reconocer que rara vez los políticos reúnen cualidades deseables de buen ciudadano, entre ellas la de ser hombres y mujeres que disfrutan de las obras artísticas de calidad.
Los políticos nuestros se hacen en la ramplonería y el amiguismo, en la obediencia servil y la indolencia nefanda, en la traición y la chabacanería, en la corrupción desmedida y el oportunismo.
¿Para que leer, entonces, La fiesta del chivo, El otoño del patriarca, Yo, el supremo o El señor presidente?
Ni siquiera para aprender las mañas de todos hombres del Poder retratados en esas obras, porque el vademécum está en casa, aquí tenemos la enseñanza legada generación tras generación del desmadre y del compadrazgo.
Una buena obra, y aquí me atengo a Mario Vargas Llosa, no es solo divertimento, sino es también la posibilidad de abrir una compuerta para ser mejor ciudadano.
Hace algunos años los defensores del divertimento marcaron su línea de separación de los creyentes en la literatura comprometida, la que tenía como premisa contribuir a la creación del hombre nuevo.
Hoy esos compartimentos estancos no existen. La literatura, como toda disciplina artística, es puro divertimento, pura alegría, pero también aguijonea –y a veces lo logra– a convertirnos en mejores hombres y mujeres, comprometidos con el pedazo de tierra en que nos tocó vivir.
Por eso el escándalo mediático sobre el nivel de lectura de nuestros diputados.
Pero para lo que se les pide a nuestros legisladores no hace falta leer, porque leer una buena obra es sumamente peligroso: provoca pensamientos innovadores y hasta críticos y revolucionarios, y lo que se requiere de ellos es la complicidad corrupta y la aprobación de leyes fast track (sin lectura y sin análisis, desde luego), solo para complacer al gobernador.
“¿Leer? ¿Para qué?”, puede preguntarse un joven preparatoriano y responderse rápidamente: “Si yo lo que quiero es ser diputado”.
Mi espíritu de promotora de lectura acaba de entrar en crisis… Saludos.
Hay que seguir con la tarea. El gusto por la lectura es una de las vías por las que se forma todo ciudadano, toda ciudadana.