Chiapas y el sistema roza, tumba y quema: producir CO2 y reproducir miseria

El sistema de roza, tumba y quema es práctica ancestral de los productores agropecuarios de Chiapas destinada a cambiar el uso del suelo y hacer milpa. Este tipo de agricultura –donde bosque tropical o matorrales son derribados, se dejan secar y se quema– se practica desde tiempos inmemoriales. De ahí se acuñó el eslogan de “milpa que camina”, pues constantemente se le rotaba, dejando descansar las parcelas, porque los cultivos de la primera cosecha eran abundantes, pero el suelo se agotaba. Se conoce también como agricultura nómada o itinerante y se relaciona con la degradación del medio ambiente.

En Chiapas, dadas las condiciones ambientales de selvas o laderas, como en la carretera San Cristóbal de Las Casas-Tuxtla, donde se emplea con mayor intensidad, esto se vuelve una inmensa antorcha humeante, expide toneladas de CO2 que contaminan el planeta. La fertilidad de los suelos selváticos y laderas es reducida, lo cual hace imposible lograr cosechas abundantes, y en las últimas décadas, la superficie destinada a esta forma de explotación ha crecido, mientras los ciclos de descanso se han acortado o no se dan, erosionando más aun el suelo. Además, impacta negativamente en la producción y representa una amenaza al entorno. El uso del fuego es responsable de un importante número de incendios forestales. Hay quienes, inspirados en visiones románticas del amor del campesino por la tierra, sostienen no es tanta la afectación, pero está a la vista y se podría cuantificar en emisiones de CO2 y erosión.

Con los antiguos mayas y hasta hace una décadas el impacto al ambiente era menor porque había periodos de inactividad hasta de cinco años para restablecer la cobertura vegetal; hoy podemos ver en las carreteras todos los años prácticamente son las mismas parcelas que se queman y no buscan cosechar maíz sino subsidios. En laderas donde parece se siembra el maíz con escopetas no se puede producir casi nada, si no, miren la carretera SCLC-Tuxtla; en esos pedregales no se puede cosechar maíz, sólo CO2, miseria y escasos subsidios que contribuyen al ingreso familiar, para reproducir la pobreza extrema; efectivamente, producen aproximadamente 500 kilogramos por hectárea, pero eso sí, religiosamente, todos los años queman y expiden bióxido de carbono para el resto del mundo.

El maíz producido por los agricultores de la Frailesca y los Valles Centrales ha disminuido y se ha incrementado el de los campesinos de autosubsistencia, quienes más queman. Existe un efecto distorsionante de los subsidios y del TLCAN, pues las consecuencias de este último afectan a quienes producen para el mercado y los apoyos económicos, aunque raquíticos, sirven a los campesinos de autosubsistencia para mantener la producción en condiciones que reproducen su miseria.

“La pobreza en la que vive la mayoría de indígenas y campesinos es un factor que impulsa hacia el uso poco adecuado de los ecosistemas, ya que representa múltiples limitaciones para el desarrollo productivo, reduce las alternativas y fomenta el uso desesperado de recursos naturales.” (XI Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe).

“Una capa de un centímetro de suelo fértil tarda 300 años en formarse. El bosque o la selva produce y protege el suelo. Deforestación e incendios lo destruyen. Al destruirse la vegetación, el suelo queda expuesto a la erosión por el viento y la lluvia. Al no haber vegetación, el agua de lluvia no es retenida, lo que evita su filtración al subsuelo y la formación de mantos freáticos (agua subterránea)” (México forestal, Conafor).

Luego se preguntan por qué tantos desastres y tan seguidos en Chiapas y más recientemente en Tabasco, pues talamontes (compañías madereras) e incendios forestales originados por el sistema de roza, tumba y quema o por otras causas provocan los desastres mal llamados naturales.

En Chiapas se tiene que medir la generación de CO2 por concepto de roza, tumba y quema, por el humo que expide y la vegetación que destruye, pues sus efectos negativos son múltiples y los ingresos generados por esa destrucción ambiental en maíz o frijol son irrisorios, antieconómicos, hay que decirlo, aunque sea políticamente incorrecto. Sería mejor hacer un censo (el sector agropecuario) de hectáreas quemadas y producción que obtienen y ofrecerles un programa para que no siembren maíz, el cual les va a dar el equivalente a lo que produzcan en las parcelas de ladera, y sería mejor decir “no siembren, no quemen y les damos maíz y frijol”, que como estamos ahora, pues desde fotos aéreas satelitales se puede ver la mancha grisácea de humo que sale de Chiapas, uno de los lugares más calientes del planeta en estos meses.

tumba quema roza

Hay que crear proyectos de captura de carbono y sembrar árboles en lugar de contaminar y hacer el estado sea una de las entidades más contaminantes en esta temporada. La captura de carbono puede ser una actividad más rentable y limpia que puede ser alternativa para esos campesinos empobrecidos, pues el programa Proárbol ha sido un fracaso total.

No podemos quedarnos en que los países industrializados generan la mayor cantidad de emisiones, lo cual es cierto, pero nosotros no somos perita en dulce y también generamos emisiones. México es de los países que más contaminan en América Latina, y Chiapas es importante emisor en temporada de quemas agrícolas, las cuales además provocan incendios o son aprovechadas para destruir reservas y explotar la madera o ampliar la frontera agrícola o para áreas de ganadería extensiva.

Tuxtla mientras tanto sufre de altas temperaturas que registran hasta 42 grados centígrados a la sombra, ahora el calor aquí es peor que en la Costa y Soconusco. Hay que parar las quemas. Es urgente. Hay que defender las tradiciones cuando son amigables con el ambiente y la humanidad, no las quemas. Sino defendamos que anteriormente se hacía fuego frotando palos o piedras, esa era la tradición y nadie quiere volver ahí.

 

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