Alvarito, el marimbero que quiso ser gobernador
Óscar Palacios en Me lo dijo Gervasio rescata a un personaje fantástico, hecho para la política arrecha y desmadroza.
Se trata de Álvaro López, quien encabezó en Chiapas la primera protesta por la imposición de candidatos priistas, que ya empezaba a hacerse costumbre a finales de los cuarenta.
En el ensayo democrático del PRI para elegir candidatos a la gubernatura en 1948, participaron Bernardo Palomeque, Francisco J. Grajales, Julio Serrano Castro y Efraín Aranda Osorio.
Todo habría estado bien para el tricolor si sólo se hubieran anotado esos candidatos, pero no. Un personaje, surgido del desparpajo, marimbero y maestro de música de la Prevo, decidió lanzarse a los ruedos de la política.
Era el señor López, Alvarito, quien prometió a sus posibles electores algo más palpable que justicia, libertad, igualdad y democracia. Su oferta política consistió en abaratar el posol y el jocote, llevar un brazo de mar hasta Terán y poner un Ford nuevecito para cada chiapaneco descalzo.
La campaña lopista, orquestada por maestros del ingenio como Gervasio Grajales y el poeta Enoch Cancino Casahonda, empezó a congregar simpatizantes.
Su entrada triunfal a Tuxtla, lo hizo en burro, a diferencia de sus contrincantes que llegaron en Oldsmobiles.
Era el nuevo Cristo en la tierra prometida: alegre, inocente, dicharachero y presto para el relajo.
Un columnista del periódico La Chispa describió así su apertura de campaña:
“’Yo no vengo de tierras lejanas, vengo de mi humilde y querido Barrio de Colón…’, con esta frase abrió su fuego de ráfagas el candidato Álvaro López la noche de su arribo a esta ciudad, el día de la Bandera. Mientras que en el espacio atronaban los cohetes y las porras estudiantiles que son los nuevos patrocinadores de esta candidatura… Pero cambiemos de tema aunque el ambiente está ‘cundido’ de Lopismo”.
Dentro de sus declaraciones más sobresalientes, también publicadas en La Chispa, pueden rescatarse algunas. Ahí van de muestra:
“Tengo fe en el pueblo. El me llevará una vez más al triunfo y haremos respetar ese triunfo en caso de que se nos quiera escamotear, pero eso sí, dentro de la ley.
“Mis parientes son humildes como yo y viven de su trabajo. Recibirán mi ayuda, si llego al poder, porque es humano ayudarlos pero no tendrán ninguna preponderancia en mi gobierno.
“Carreteras son la que más necesita Chiapas, y para garantía de que se harán buenas y pronto, dormiré en las carreteras mientras éstas se construyan y una piedra me servirá de almohada”.
El lopismo se había multiplicado por todos lados y no fue sino por amenazas hechas a Álvaro López, “el candidato del pueblo de Colón y de Juy Juy, el inmenso, el divino, el consentido de los dioses del Olimpo”, de que lo renunciarían de su plaza de maestro de música en la Prevo, que se retiró de la campaña que le habían montado sus amigos.
Durante el resto de su vida, Alvarito siguió siendo popular. En 1954, aprovechando su fama de político entrometido, anunciaba los refrescos tuxtlecos Beibi Ponche. En el anuncio, publicado en los periódicos locales, apareció sosteniendo en una mano a un bebé y en la otra un refresco, con la leyenda: “Álvaro López/ DICE/ prefiero/ Beibi/ Ponche/ por su pureza y por su exquisito sabor”.
En eso terminó el candidato que le plantó cara al viejo PRI, en maestro de solfa y en anunciante de un refresco hoy ya olvidado.
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