Obras viales, tentación política
El programa de reconstrucción de algunas calles y avenidas de Tuxtla Gutiérrez ha tenido mayor impacto en lo político que en el volumen de la infraestructura urbana que necesita la ciudad. La multipublicitada obra cuya inversión total se estima en mil 500 millones de pesos, apenas lleva el 10 por ciento de avance pero funcionarios municipales y políticos locales ya han empezado a sacar ganancia con miras a las elecciones del 2015.
Para el alcalde Samuel Toledo Córdova, la rehabilitación de calles se ha convertido en la “tablita de salvación” de su anodino gobierno que en el primer año no emprendió ningún proyecto sustancial para atender los grandes problemas de la capital chiapaneca. Desde hace dos semanas no ha dejado de machacar el tema en los medios, presentándolo como detonante del “desarrollo” y la “modernización” de Tuxtla. Al igual que otros, Toledo se puso el casco, el chaleco “brigadista”, caminó entre el polvo, se subió a una retroexcavadora y se tomó la foto para dar fe de la supervisión de las obras que no avanzan a la velocidad que quisieran vecinos y comerciantes afectados.
El programa de rehabilitación de vialidades es fundamental en las estrategias políticas de quienes aspiran a gobernar la ciudad. Y en ese caballo se ha montado el diputado local Emilio Salazar, quien no desaprovechó la oportunidad de aparecer junto al gobernador y promocionarse en la prensa como un hombre interesado en los problemas de la capital y con capacidad de resolverlos, olvidándose por cierto de que él formó parte de las administraciones que hoy critica por dejar en el abandono a Tuxtla.
Por supuesto, Luis Fernando Castellanos Cal y Mayor no cedió terreno en su afán por llegar a la presidencia municipal. El presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso también se tomó la foto con Manuel Velasco y reforzó su velada –y permanente— campaña preelectoral en los medios, alabando la envergadura de la obra en cierne y calificándola como una puntual respuesta a las demandas ciudadanas.
Bueno, hasta el montaraz y cursi diputado federal, Willy Ochoa, logró retratarse con el gobernador como muestra de unidad en aras de gestionar en el Congreso mayores recursos para infraestructura de la capital.
Y para completar el cuadro, también hizo presencia el secretario de Planeación, Juan Carlos Gómez Aranda. Solitario, recorrió diversas calles “donde constató los avances del programa de modernización para la capital del estado”. En un comunicado oficial, destacó que “el crecimiento de la capital chiapaneca, las obras fallidas y la ausencia de obras en los últimos años, ha propiciado que la infraestructura vial de la ciudad se deteriore aún más de lo normal, por ello, el gobernador Velasco instruyó que todas las acciones que se ejecuten en Tuxtla Gutiérrez sean bien planeadas, de calidad y se concluyan a tiempo, a fin de reducir las afectaciones a la ciudadanía”.
Efectivamente, lo que los tuxtlecos exigen son obras de calidad hechas en el menor tiempo posible, pero también que los recursos públicos sean ejecutados con trasparencia, pues sobre la memoria de los capitalinos aún pesa el malogrado proyecto “Qué viva el centro”, un monumento a la improvisación y la corrupción aún no esclarecido pese a las evidencias de irregularidades.
Tampoco hay que echar las campanas al vuelo porque para levantar a la capital de la ruina vial en que se encuentra, se necesita mucha mayor inversión que la programada. Las obras de rehabilitación de calles, redes de drenaje y agua potable que se llevan a cabo en el lado oriente de la ciudad –si se culminan con eficiencia—, tendrán sin duda un impacto positivo, pero como esas la ciudad necesita 20 más.
La obra pública importante siempre genera intereses y atrae reflectores, pero la luz que éstos proyectan no debiera encandilar la mirada de quienes tienen la responsabilidad de procurar el desarrollo de la ciudad y crear mejores condiciones de vida para todos sus habitantes. Así como la infraestructura vial de Tuxtla es prioritaria para su mejor funcionamiento, también hay otros problemas que si bien no otorgan glamur o son menos rentables políticamente, deben atenderse con urgencia para que haya un avance integral en todos los aspectos. Seguridad, empleo, agua potable, ambulantaje, iluminación, invasiones, pavimentación en colonias populares, eficiencia administrativa, esperan respuestas prontas y eficaces, basadas en el diálogo, el consenso y la participación ciudadana.
EL “SUEÑO DORADO”.- Bayardo Robles Riqué, secretario de Infraestructura, acaba de anunciar la construcción del Corredor Urbano Metropolitano, una ambiciosa obra que remozará el bulevar Belisario Domínguez sobre el cual se creará una “Zona Dorada”, una ciclopista y andadores ecológicos. El proyecto, cuya fecha de inicio está planeada para el próximo lunes, se presenta a los tuxtlecos como el inicio de “la modernización total de la capital”. Veremos si tiene ese alcance, porque de lo contrario se estaría reproduciendo el esquema de modernización urbana elitista e inequitativo que ha prevalecido en los últimos años. Decenas de colonias capitalinas como el fraccionamiento Las Torres, que sus habitantes bloquearon el miércoles la prolongación del Libramiento Norte, reclaman servicios básicos e infraestructura. Si a la par de las obras en zonas pudientes de la ciudad no se dan respuesta a las zonas populares, la modernización de Tuxtla será a medias. Por un lado la zona exclusiva y por otro la marginada.
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