Efraín Bartolomé, el oído y la memoria*
Casa de citas/155
El tiempo es un jaguar que nada sobre el río
EB
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¿Qué sortilegio deben tener las palabras para que se vuelvan poesía y no el simple acomodo de un vocablo detrás de otro? ¿Qué recursos debe emplear un hombre para que su historia personalísima encarne en la de un lector ajeno, lejano, desconocido? ¿Cuánto hay que saber de poesía para desentrañar las líneas escritas por alguien que conoce a fondo el oficio de nombrar de nuevo al mundo?
Hay una respuesta definitiva para estas tres preguntas: oír el audiolibro Ojo de jaguar, en la voz de su autor Efraín Bartolomé.
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En “Casa de los monos”, el poeta primero nombra con claridad el río: espejo de las hojas, cuna de los lagartos, fuente de macabiles con ojos asombrados… y luego, para hacer que las palabras se tensen lo más posible en su significado y puedan decir más vegetalmente, más selváticamente; para que caiga el asombro y se vuelva tierra, el poeta busca su transformación: en orquídea esta lengua, la voz en canto de perdiz, el aliento en resoplar de puma…
Y ya no es Efraín Bartolomé, sino la selva de Ocosingo, un territorio fáunico, un mundo forestal, un poema que nos baña con las aguas del Paraíso perdido, un Paraíso encontrado en esta voz de voces que hace hablar a los árboles, los animales, los muertos, el agua, el amanecer, la luna roja, la noche negrísima…
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En “Cartas desde Bonampak” Efraín reinventó la lluvia y son muchas ya, desde entonces, sus páginas prodigiosas sobre el aguacero. Doy gracias a Efraín por los tiempos de lluvia que hay en sus poemas, en sus libros. Le agradezco por esta primera caída de agua en estas “Cartas…” y porque, por fortuna, nada se pueda hacer contra la lluvia.
Desde donde estoy oyendo, oigo como él oyó el chasquido de la lluvia. Pero esa lluvia en su poesía es distinta a la que cae en la realidad. Esta es la lluvia Efraín, la lluvia Bartolomé.
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El tigre es de Borges, el jaguar es de Efraín.
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En “Retorno al Chalmenhá” oímos a un hombre que conoce la genealogía de los pantanos, que ha visto la sucesión de los árboles y habla del nieto, el padre, el abuelo forestal, como si fueran, y son, sus amigos; como si hubiera, y hubo, platicado con ellos.
Animales y plantas lo reconocen.
Desde su infancia, lo saben él y los árboles, él y la lluvia, hay un mismo viento agitando el mango.
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“Casa paterna” es un poema feliz, un recuerdo dulce: despertar y oír a nuestros padres que hablan. Salir del territorio siempre imprevisible del sueño y hallarnos ante la seguridad de que hay dos seres humanos que nos aman, oír sus voces y sentir que entran por el oído hasta nuestro corazón y allí se quedan, como amada memoria.
Saber que cada vez que se abra esta página ellos estarán allí, conversando, en este instante eternizado.
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La mirada del puma atraviesa el presente.
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El sentido del oído y sus minúsculos, pero profundos secretos, hace que sólo un verdadero poeta pueda desentrañar el vocinglero trascurrir del viento y poner palabras que no causen ningún disturbio en el silencio de la noche. Sólo un poeta puede decir: Alguien lava el café y se hiere las manos, otro cuida el café mientras se seca y se secan sus manos, alguien dora el café y se quema las manos, otro más va a molerlo y a molerse las manos. Después lo beberemos: exquisito y amargo.
Y uno sabe que esas palabras tienen una experiencia vital, un corazón latiendo; que vienen de la profundidad del recuerdo, de la piedra que ha sido pulida por las corrientes del río memorioso.
No hay invención, sino puntualidad en la fotografía poética.
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Él vivió estas palabras antes de escribirlas, él tocó el agua y el fuego, él caminó y durmió, él amó y derramó lágrimas; él fue capaz de hundirse en sí mismo con todas las herramientas del lenguaje para sacarse de dentro esto que no son palabras vacuas, musiquita, versitos para entretener audiencias.
Es esta la selva, aquí hay de verdad un hombre regalándonos lo que pudo haber sido sólo suyo. Esto no es un libro, sino su vida, la vida que atraviesa todos los tiempos, que pertenece a todos los seres humanos, habla él y hablamos todos: Yo fui nadando por el río hasta el fin, hasta ahogarme.
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“Ala del sur” es un poema durísimo. Duele ver, sentir, saber que han muerto ardiendo, que mueren tantos animales inocentes en un río de brasas, que aun los más grandes árboles quieren correr.
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“Audiencia de los confines” nos muestra a un Efraín quien desde su atalaya humana, poética e histórica es capaz de juntar las aguas y cantar y contar la historia de Chiapas.
Es éste, lo he escrito antes, el mayor poema que se ha escrito sobre nuestra tierra, sobre nuestro pasado y nuestro devenir. Efraín es aquí dueño absoluto de un lenguaje preciso y precioso, oficia de augur del futuro y de escultor pretérito.
Su voz ubicua habla desde todas las gargantas, desde todos los tiempos.
Esto es lo que pedía Fernando Pessoa: Sentirlo todo de todas las maneras. Hablan por Efraín, en Efraín, hombres, mujeres, niños, asesinos y asesinados, religiosos, soldados, artistas, pioneros, familiares del poeta, científicos, indios, caxlanes, chiapanecos, mexicanos, extranjeros, gente que no muere porque este poema los revive; los hace hablar; los vuelve presente continuo, eternidad…
Es la voz de Efraín la gota de agua, el arroyito, la laguna, la corriente que baja de la montaña, el río grande y el río con todos los meandros que hablan desde la temporalidad concreta, desde la intemporalidad…
De pronto se oye, como un regalo más, de los muchos que tienen estas líneas magistrales, la voz de Guadalupe Belmontes.
“Audiencia de los confines” es, para decirlo en síntesis, una lección de historia y una lección de poesía. Cada uno de los 31 minutos y 32 segundos son, si se los escucha, una riquísima inversión de tiempo.
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Digo el nombre propio y las tres frases como unidad, porque son uno y lo mismo: Efraín-Bartolomé-Ojo-de-jaguar-memoria-indeleble-oído-perfecto.
(* Hace poco presentó mi querido amigo Efraín, en Bellas Artes, en el DF, este audiolibro Ojo de jaguar en la voz del autor Efraín Bartolomé, coeditado por el Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía, Dicimex S. A. de C. V. y la Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes. Recordé que tenía por ahí, sin publicar, el texto que leí el jueves 25 de abril de 2013, en la Sala Efraín Bartolomé, del Sistema Educativo Descartes, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y quise compartirlo con los eventuales lectores de esta columna, como un modo más de que se enteren y puedan conseguir esta publicación que, si les interesa la buena poesía, los hará felices.)
***
Uno de los libros más recientes de Efraín es el que dedicó a su mujer, es decir, al amor. Lo llamó El son y el viento (Ediciones Monte Carmelo, 2011) y es una colección de poemas bellos, de versos que parecen surgir de la espontaneidad perfecta que logran los poetas verdaderos. Aquí una muestra (p. 43):
EBRIO DE HUNDIRSE EN ELLA
de entrar a fondo hasta su casa en llamas
de entrar en sus pulmones como el aire
de resbalarse en túneles amados hasta su perdición
hasta el palacio oscuro
hasta los territorios de la lenta fatiga
hasta el peludo fondo de la noche
se queda allí
a la intemperie
temblando
: quiere volver a entrar.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
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