Definición de culo
Uno de los apodos más geniales es “culo volando”, se lo aplicaban a un compa que tenía las nalgas casi a mitad de la cintura.
Asimismo, Anita Alfonzo cuenta que en Comitán vivió un personaje que le decían Panchón, hombre altísimo, que era predicador en las calles. Cuando los niños se burlaban de él, decía: “coman su culo con epazote”. La versión moderna de un amigo dice: “coman su culo, sin epazote, para que no les apeste la boca”.
La primera vez que oí la palabra culo fue en casa. Mi papá tenía una pequeña embotelladora de refrescos. Carmelino, siempre estaba atento a que yo hiciera bien la encomienda. Mi labor, cuando era tiempo de vacaciones, era lavar las botellas con un cepillo de cerdas paradas que se parecía a la cabeza del Víctor que era como culo de puercoespín. Carmelino siempre revisaba que las botellas estuviesen limpias y me decía: “El culo está sucio, lavalo bien”. A mí me daba risa, porque mi mamá me tenía prohibido decir la palabreja. Carmelino, sin ningún empacho, la decía con todas sus letras. Porque, habrá que decirlo, hay gente (quién sabe qué complejos arrastra) que dice las palabras altisonantes como si le hubiesen dejado un ejercicio para aplicar el apócope: ¡hijo de la chin…!, dice. Cuando el tío Eugenio se topaba con un tipo así, que no decía las palabras completas, le preguntaba: “¿y dónde dejaste la gada, de chingada? ¿Se te volvió cagada?”. La tía Eusebia, su mujer, se ruborizaba como durazno coleto, y se cubría la cara con su chal, apenadísima por la insolencia del tío, que decía las palabras completas. El tío me enseñó a decir las palabras con todas sus letras. “¿Imaginás que te tragués las terminaciones de todas las palabras? Te morirás de empacho”, decía y, sólo por joder, me llevaba a la cocina donde estaba la tía, calentando las tortillas sobre el comal, y decía: “Eu, da e tor pa po la tor”, y se agarraba la panza que brincaba como sapo, por el ataque de risa. Yo también terminaba botado de la risa. “¿Qué decís, vos, bobo?”, preguntaba la tía y entonces el tío “traducía”: “Eugenita, que me des el tortillero para colocar las tortillas y no se enfríen” y volvía a hamaquearse de la risa. Lo hacía sólo por joder. Lo que más coraje le provocaba a la tía era cuando ella daba cucharas a sus hijos y obligaba a mis dos primos (kenita y Kenito) a que terminaran el “asiento” del café, con la tortilla remojada; el tío no desaprovechaba la oportunidad y “traducía”: “Que acaben el culo del café, hijitos”. Ahora que lo escribo (después de muchos años) pienso que tal vez, en el fondo (acá sí estaría mal aplicada la palabra culo), la tía Eugenia disfrutaba la palabra, porque lo del asiento del café lo decía cada noche, casi casi como si esperara el instante en que el tío hiciera su traducción.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice, en sus primeras acepciones que culo es “conjunto de las dos nalgas o la zona carnosa que rodea al ano o el ano mismo”. El culo, entonces, abarca una generosa porción del cuerpo trasero. Mi tío Eugenio decía que en España no tenían problema alguno para mencionar la palabra. Todos los españoles mencionan la palabra culo como si mencionaran la palabra coño. ¡Pucha! Acá en México (al menos en Comitán) la gente tiene cierta pena en mencionar la palabra en espacios exquisitos. A mí me sorprende cómo una palabra que puede sonar un poco dura da lugar a un diminutivo tan tierno. Roxy me contó que una vez un bolo se le acercó, se quitó el sombrero y, trastabillando tantito, le dijo: “No se moleste, señorita, con todo respeto le digo que tiene usted un culito rico, mi pajarito estaría muy complacido en hacer ahí su nidito”. Roxy dice que el pinche bolo lo dijo con tanta ternura que no le quedó más que reír y le contestó: “Lástima que su pajarito ya está dormidito”. El bolo se colocó el sombrero y dio las buenas tardes. Roxy dice que ha sido una de los piropos más bellos que le han dicho. Y es que como Roxy tiene un trasero similar al que tiene Jennifer López, los chavos perversos, a cada rato, le dicen: “¡qué culo!”, y ella dice que esto suena procaz, sucio y corriente.
La Maga, de Cortázar, le limpia el culito a Rocamadour. Esta imagen, dicha con esas palabras, suena limpia y bella.
En sus últimos años, el tío Eugenio tuvo un desaguisado económico (provocado por malos manejos de Kenito), debió vender la casa y fue a vivir a una colonia detrás de La Magisterial. Cuando lo encontré en el billar me dijo: “A ver qué día nos vas a visitar. Ahora vivimos en el culo del mundo”. Lo dijo con tristeza, como si sus palabras tuvieran frío.
Me gusto la definición de culantro.
Espero que un día suban la definición del ish voz.