¿De quién es Chiapas? Una Reflexión
Tuxtla la capital tiene el apellido Gutiérrez, Tapachula ya se le conoce como de Córdova y Ordóñez, San Cristóbal lleva desde hace 165 años el apellido de Las Casas y Comitán es de Domínguez en recuerdo del prócer de la libertad de expresión Belisario del mismo apellido.
Todo tiene nombre de pila y apellido, el estadio, el aeropuerto, el zoológico, algunas calles y avenidas entre otra infraestructura urbana e incluso instituciones. Claro que este “bautizo” muchas veces es merecido, pero otras responde solo a caprichos, excentricidades y conveniencia de los políticos en turno que promueven o se complacen con inaugurar infraestructura, equipamiento urbano y rural con el nombre de amigos, esposas, madres y parientes políticos.
Seguramente este fenómeno se repite en muchos estados mexicanos y en la misma Latinoamérica. Pero en Chiapas ya existían estas particularidades desde el inicio de la colonia, puesto que había dos “Chiapa” la de los españoles y la de los indios.
Obviamente con esto se crea identidad y pertinencia a un lugar o a algo, pero también a la larga tiene un costo en el que poco hemos reparado, muchas veces por el culto a la personalidad al que nos ha acostumbrado el poder político: nos quita la responsabilidad de asumir nuevos retos sociales; es decir como Cristo, alguien ya murió para que nosotros seamos libres.
Peor aún, se ha convertido en un increíble exceso de la clase política que con ponerle nombre de los políticos en turno a calles, avenidas y colonias se aseguran votos y apoyo popular o se logra la congratulación del gobernante en turno.
En el siglo decimonónico, el nativo de Escocia, Thomas Carlyle dijo que “el mundo no es más que la biografía de los grandes hombres” y en base a esa frase desarrolló una teoría denominada “Del Gran Hombre”; que explicaba el impacto de grandes hombres que con su carisma, inteligencia, sabiduría o habilidad política provocaron un gran impacto histórico.
Para Herbert Spencer el héroe o prócer es aquel que antes de que pueda rehacer su sociedad, su sociedad es la que genera las condiciones para que exista. Es decir los grandes hombres son producto de la sociedad a la que pertenecen y que sus acciones no serían posibles sin las condiciones sociales construidas antes de su vida.
Precisamente en Chiapas no vemos los que dice Carlyle pero observamos lo que Spencer comenta, solo que en términos negativos; la clase política genera las condiciones para que cualquiera que haya ascendido políticamente tenga en el recuerdo algunas calle o colonia.
Pero lo más grave; al vanagloriar a tantos héroes (los que si se merecen el recuerdo) mitificándolos, a pesar de sus defectos personales, el poder nos quita la responsabilidad de asumir nuevos retos para afrontar los cambios de paradigmas.
El otro riesgo es confundir a los que como parte de una estrategia política y de dividendos políticos, tienen una calle con su nombre pero no son héroes ni mucho menos líderes, pues una suerte de -como decía Miguel Alemán Valdez al definir la política- constancia, resistencia y persistencia, los encumbraron en la administración pública.
Francamente es un exceso bautizar con el nombre de los padres, la esposa y otros familiares de los políticos en turno a las calles, ciudades etcétera; lo mejor es que en las aulas de todos los niveles de educación se enseñe la obra de nuestros verdaderos héroes y que se aclare que estos personajes a pesar de sus aportaciones, también tienen sus defectos; es decir son de carne y hueso.
Toda comunidad necesita un referente, un modelos a seguir. Alguien que a lo largo de la historia fue capaz de dejar atrás intereses personales, pensó en el bien común y en ello se le fue la vida.
Los políticos actuales no se les va la vida en este esfuerzo, más bien se dan la “gran vida” y todavía nos dejan en recuerdo calles, avenidas, colonias y barrios con gentilicios difíciles de pronunciar. Pero además toda esta parafernalia es como si fuera para recordarnos que gobiernan Chiapas y lo hacen con un estilo personal que nuestro estado parece pertenecerle a una camarilla de amigos que cambia cada sexenio. ¿Son héroes, nuestros villanos o nuestros verdugos?.
Como dice Vargas Llosa, «lo que hace que verdaderamente progrese una sociedad son los héroes anónimos, los que tienen ciertas convicciones y que se esfuerzan para que su conducta se ajuste a esos principios».»
Además debería de existir una iniciativa ciudadana que convoque a que se legisle para prohibir que nuestras calles, de por si desechas, que las colonias y barrios populares de por si pobres, lleven todavía el nombre de un político o de sus familiares.
¿De quién es Chiapas, de los chiapanecos y sus verdaderos próceres o de las clases políticas en turno?.
A VELASCO SUAREZ, SE LE PUEDE RECONOCER SU GRAN APORTE A LA CIENCIA MEDICA, PERO EN POLITICA HABRIA QUE INVESTIGAR QUE GANO AL VENDER SUS TIERRAS DE LLLANO SAN JUAN PARA TIRAR MUCHISIMO DINERO, EN EL SEXENIO DE ECHEVERRIA EN UN AEROPUERTO QUE NUNCA FUNCIONO.
En el sexenio anterior «homenajearon» hasta la saciedad a Jaime Sabines, hasta porque fumaba puros, que no nos asombre que en este sexenio hagan lo mismo con Manuel Velasco Suarez, de sobra cabe decir por orden de quien. Lo van a volver hasta mártir de la libertad de expresión o cualquier otra estupidez de esas… Así son nuestros héroes, duran un sexenio nada mas.