Animal de luz

Casa de citas/154

Con mi abrazo solidario para

Sandra de los Santos

 En Un tiempo suspendido, cronología de la vida y la obra de Juan Rulfo (CONACULTA, 2008), de Roberto García Bonilla, que es una minuciosa recopilación de cuanto se ha dicho de sus antecesores familiares, de Rulfo y su obra, entrevistan a Gustavo Aréchiga quien recuerda el amor que el casi niño Rulfo sentía por (p. 77) “la niña Aurora Arámbula y […] sus ojos azules aguamarina, que más tarde se convertirían en la inspiración del personaje de Susana San Juan  en Pedro Páramo”.

En uno de los apéndices de La recepción inicial de Pedro Páramo (1955-1963), de Jorge Zepeda (Fundación Juan Rulfo-Editorial RM, 2005), de pulida escritura e inteligente análisis, se reproduce el texto “Pedro Páramo treinta años después”, que Rulfo escribió, y en cuya parte final dice (p. 337): “En lo más íntimo, Pedro Páramo nació de una imagen y fue la búsqueda de un ideal que llamé Susana San Juan. Susana San Juan no existió nunca: fue pensada a partir de una muchachita a la que conocí brevemente cuando yo tenía trece años. Ella nunca lo supo y no hemos vuelto a encontrarnos en lo que llevo de vida”.

En este lúcido ensayo, Jorge Zepeda en un pie de página cita unos versos de Rilke. Esta es la última línea (p. 209): “La muerte que cada uno lleva en sí/ es la fruta en torno de la cual todo gira”.

 

***

 

Leo el recién publicado en español (CONACULTA, 2013) La vida de María, de Rainer Maria Rilke (1875-1926). La traducción es del escritor Pablo Soler Frost. El breve volumen atiende puntualmente al título: es la biografía en versos de la virgen María, escrita en 1912 por Rilke, este clásico y gran poeta universal. Dice en “La anunciación a María” (p. 19): “Oh, si supiéramos cuán pura era./ Una cierva la contempló una vez/ y tanto la amó, que dio a luz/ al animal puro, de luz, al unicornio”.

La mención del animal mítico me hizo recordar un texto que escribí hace tiempo (en 2009) sobre un libro extraño, único, del pintor Carlos Jurado. Helo aquí:

 

Carlos Jurado, constructor de cajas mágicas

Si no consigue el cuerno de un unicornio, puede usar un alfiler

 

El día que conocí a Carlos Jurado conversamos por horas. Se puede hablar con él interminablemente. Se sabe tantas historias, conoce tanto de fotografía, de artes plásticas, que debiera haber escrito muchos, muchos libros. Ha escrito, en cambio, sólo éste de larguísimo título: El arte de la aprehensión de las imágenes y el unicornio, dos pequeñas historias de la cámara fotográfica, editado inicialmente en 1974 y que la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas puso de nuevo en circulación en 2009.

Abre con un texto de la poeta Elva Macías, quien ubica con precisión el trabajo de este Premio Chiapas de Arte 1990, a quien con justicia llama El fabulador, y dice que el libro es “resumen de la creatividad, gracia, humor y sabiduría que han sustentado la obra del maestro Carlos Jurado”; cierra con el recuento exhaustivo que de su trabajo fotográfico hace la artista plástica Masha Zepeda.

El arte de la aprehensión… tiene el aire de una conversación con este artista nacido en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en 1927: la erudición y la invención se mezclan con tanta naturalidad que lo dicho, lo escrito, parece cierto y parece mentira, parece un serio ensayo y parece una broma. No pertenece a ningún género, es inclasificable. Salvador Elizondo, citado por Elva Macías, lo dice sintética y claramente: “El libro ejerce sobre mí, desde que lo tengo, una doble fascinación pues es a la vez un tratado y una fábula […] No creo que antes del libro de Jurado se haya producido en México un documento de estética fotográfica tan importante como éste”.

Carlos, en su breve introducción, puntualiza: “Este libro no es un tratado ni una historia de la fotografía, sino un breve manual de algunos aspectos que de ella se desconocen”. A partir de allí todo es asombro. En el capítulo uno se asienta que en el inicio de la fotografía “hubo dos factores imprescindibles: la cámara oscura y el unicornio” y a la par del desarrollo de estos dos temas las páginas se llenan de dibujos, diagramas, grabados, fotografías, en los que, de nuevo, no se sabe con certeza qué de lo que se reproduce fue tomado de alguna fuente real y qué se ha inventado.

Desde el punto de vista científico, la existencia, descripción, hábitat y desaparición del unicornio es abordada por el zoólogo de Rumania, doctor Roman Landescu, en una entrevista de 1913: “Así como el burdégano es el resultado de la cruza de caballo con burra, el unicornio pudo provenir de la cruza entre caballo y gacela, por ejemplo”. Las cámaras fotográficas modernas, por otra parte, según Jurado, “no son más que la antigua ‘cámara oscura’ enriquecida con cientos de tornillitos y resortes”. Después, en una cita tomada del libro Magicians and light, publicado en Inglaterra, en el siglo XVIII, se explica cómo debe hacerse el orificio en la cámara oscura: “El ojo de la caja mágica deberá ser perforado con un cuerno de unicornio. De no ser así, la caja resultará por completo inefectiva”.

Al alquimista Adojuhr, en el siglo XI, le tocó la suerte de retratar “en un pergamino de color naranja” la imagen de un unicornio, que se reproduce en la página 36. Pertenecen a él, también, los dibujos de las diferentes especies de unicornio (real, del sur, de Baltur, azul, de Catay, germánico, anglo) y la aplicación de su cuerno en las cajas mágicas.

Conocedor de la técnica y los materiales (al pobre Adojuhr lo ejecutaron en Sevilla, en 1067, “por órdenes de Abad III, bajo el cargo de gran infiel”), Jurado da las instrucciones para fabricar una caja mágica y preparar una emulsión sensible, de acuerdo con “fórmulas legadas por Adojuhr” y con sustitutos de los materiales originales, imposibles de conseguir; así, por ejemplo, puede sustituirse el “cuerno de unicornio” con un “alfiler común”. Ya no hay unicornios. El último reporte de su existencia lo dio un pastor vasco “ante el jefe de la policía de Tolosa, Guipúzcoa, el 12 de mayo de 1824”.

Con generosidad, aparte de explicar paso a paso cómo puede hacerse la caja oscura, los tiempos de exposición y “la fórmula para fabricar papel de colores para impresiones fotográficas de contacto”, Carlos nos regala en este volumen varias de sus famosas imágenes de fotografía estenopeica.

Nos explica en las páginas siguientes, con puntualidad, cómo se dio el paso de la cámara oscura al cine, con apuntes sobre la cronofotografía y la cámara cinematográfica. Este libro de prodigios, con 110 páginas, recorre, pues, en síntesis asombrosa, del año 342 antes de Cristo hasta el 1895 de nuestra era. Una maravilla. Concluye Jurado: “Nunca sabremos a ciencia cierta dónde se originó la primera cámara oscura y adónde llegaremos con ella […] Ojalá que estas líneas aporten algo sobre su conocimiento y hagan que quienes se decidan a construir una, siguiendo los consejos de Adojuhr, reencuentren nuevamente al unicornio”.

 

Obra de Manuel Velázquez

Obra de Manuel Velázquez

He tenido la fortuna, decía, de conversar con Carlos en varias ocasiones y de las muchas historias que me ha contado sintetizo ésta: él era un joven pintor e ilustrador cuando vio que una conocida suya atropellaba, a propósito, a alguien con quien había tenido problemas. Dibujó el hecho y lo publicó en un periódico.

Días más tarde llamaron a la puerta de su casa. Era la sirvienta de su conocida. Le llevaba, le dijo, un anónimo “de parte de su patrona”. El mensaje era escueto: “Te voy a matar”. Por esas fechas él pintaba un mural. Llegó por la mañana a su espacio de trabajo y cuando ya estaba arriba de su andamio sintió algo raro, oyó un ruido inquietante. Logró lanzarse al piso antes de que la armazón de madera se desplomara. La habían cortado en lugares claves para que quedara como una torre de barajas. Se salvó de milagro.

Los “anónimos” le fueron llegando con puntualidad hasta que emigró a otras ciudades y no volvió al lugar de los hechos por mucho tiempo.

Varios años trascurrieron. Uno de sus amigos visitó la ciudad donde Carlos recibió las cotidianas amenazas y vivió el atentado. En una reunión se encontró con la mujer. Cuando la hubo reconocido no pudo reprimir la exclamación: “¡Tú eres la que quiso matar a Carlos Jurado!” Ella recibió el asombro con frialdad y puntualizó: “No quise, voy a matarlo”.

Para fortuna del arte (y de Chichai, su compañera, de su familia, sus amigos y los admiradores de su actividad múltiple) no lo logró y este gran artista nuestro ha rebasado los ochenta años y goza de cabal salud física, mental y artística. Así siga.

 

***

 

La revista Tramoya, cuaderno de teatro, fundada en 1975 por Emilio Carballido (1925-2008), rindió homenaje a su fundador en el número 95, nueva época, abril-junio 2008, luego de la muerte de este genial dramaturgo mexicano. Hay textos de gente de todos lados, análisis de sus obras, recuerdos de su vida, testimonios de amistad. En el texto “Don Emilio, dueño de sí”, la actriz y directora Zaide Silvia Gutiérrez cita una de las tantas simpáticas y brillantes declaraciones de Carballido (p. 120): “La manzana como símbolo del pecado es un mito extranjero porque ¿quién identifica en México a la manzana como símbolo de lujuria, deseo, pasión, voluptuosidad, sensualidad o tentación incontrolable, habiendo mangos?”

Carballido retoma esta idea en su breve y divertida novela El pabellón del doctor Leñaverde (varias editoriales y SEP en coedición, 2003) donde Leñaverde y su mujer hablan de Adán y Eva (p. 59): “Y se tragaron esa fruta prohibida…

“—Sí, la manzanota rica.

“—¿Quién dijo que era manzana? La Biblia, no. Fue OTRO FRUTO.

“—Yo me imagino bien lo que tragaron…”

Contactos: hectorcortesm@hotmail.com

 

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