Publicidad de MVC, búmeran político
La desmesurada campaña publicitaria de su Primer Informe de Gobierno, se le convirtió en un potente búmeran al gobernador Manuel Velasco, de cuyo golpe aún no se recupera. El impacto fue muy doloroso para quien ha hecho de los medios un instrumento fundamental en la construcción de su carrera política. La revista Proceso, el periódico Milenio, MVS Radio y hasta Televisa, por mencionar algunos, ejercen una crítica recurrente contra la excesiva propaganda del titular del Ejecutivo chiapaneco que cuestiona la legalidad y la moralidad de esa decisión.
En un contexto político y económico muy sensible, marcado por las secuelas de la influencia sabinista en la actual administración y por la crisis financiera asociada al sobreendeudamiento, lo lógico, lo congruente y prudente hubiera sido organizar un informe sencillo, austero, acorde con los modestos logros que se alcanzaron en un año bastante difícil y lleno de incertidumbre.
Sin embargo, se desdeñaron esos factores y se perdió el piso. El gobierno optó por emprender una “cruzada” nacional propagandística sin mucha lógica ni sustento institucional. Por haber usado como icono predilecto el rostro de Velasco, la campaña tuvo el evidente propósito de posicionar la imagen del mandatario fuera de nuestras fronteras y en las principales ciudades del país. ¿Pero con qué fin?
La proclividad a la exposición mediática del gobernador de 33 años está fuera de discusión y hay muchos testimonios que la sustentan, pero en este caso resulta descabellado pensar que la estrategia obedeció sólo a un acendrado acto de egolatría. La dimensión transfronteriza del proyecto y la magnitud de las ganancias políticas pensadas, dan fuerza a la idea de que se intentó poner en marcha una segunda edición del “modelo Peña Nieto” que busca generar a través de las técnicas del marketing, una figura reconocida masivamente que le permita después concretar altas pretensiones políticas.
Si es la Presidencia de la República en lo que se está pensando, alguien tiene que convencer a Manuel Velasco de que está siendo engañado; sus más cercanos asesores tienen que ponerlo en la tierra y decirle que si bien es legítimo aspirar al máximo cargo público en el país, su circunstancia es muy diferente a la del actual presidente. Ni Chiapas es económicamente el Estado de México, ni el gobernador tiene el respaldo aquí de su “grupo Atlacomulco”, ni forma parte de un proyecto priista para recuperar el poder perdido durante 12 años.
Y si somos realistas, Velasco tiene muy pocas posibilidades de desplazar en la lucha por la candidatura presidencial al poderoso secretario de Hacienda Luis Videgaray o al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, personajes mucho más cercanos a Peña y con los “amarres” suficientes en los grupos políticos y económicos (nacionales y extranjeros) que tienen una gran influencia a la hora de tomar la decisión de quien será el aspirante que mejor representa sus intereses.
Así que si aprovechándose de su juventud alguien le está “calentando la cabeza” al gobernador, ilusionándolo con sueños muy prematuros, los miembros de su círculo cercano deben neutralizar a ese agente pernicioso que bien puede ser fuereño. Los beneficiarios que están detrás de la iniciativa de los “amigos del gobernador” –como llama el secretario de Gobierno, Eduardo Ramírez a quienes supuestamente promueven sin fines de lucro a Velasco— son los empresarios mexiquenses de apellido Maccise, dueños del Grupo Mac que edita la revista Cambio y una decena de periódicos, y concesionarios de la cadena Radio Capital. Sus negocios florecieron durante los gobiernos de Arturo Montiel y de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, y su éxito económico está más vinculado a sus relaciones con el poder que al contenido editorial de sus medios.
En este sentido, lo que pretenden estos empresarios rapaces es vender ideas peregrinas a los gobernantes para depredar el presupuesto. El revés sufrido a raíz de la excesiva campaña publicitaria del Primer Informe, debe ser una enseñanza para el gobierno de que el “modelo Peña” tiene límites y es bastante riesgoso. No hay que caer en la trampa de los “espejismos políticos”. Chiapas debe ser la prioridad.
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