«Fueron varios Marcos los que pelearon…»
Imágenes difuminadas que con el tropel de las décadas antecedieron y conjuntaron a la guerrilla zapatista.
La rueda del tiempo de la rebeldía indígena armada, posicionó y cobró demandas y reivindicaciones históricas y de justicia.
Los 80 y los perros de la guerra, los hombres de verde olivo, que olfatearon y merodearon escondrijos y límites fronterizos entre Chiapas y Guatemala.
Década del gobierno militarista de Absalón Castellanos Domínguez con los últimos estampidos de las guerrillas centroamericanas y el cruce a Chiapas de militares, combatientes y pobladores que huían y buscaban refugio detrás de las líneas de fuego.
El general gobernante, formado y forjado para la guerra, aunque torpe y burdo para la política, fue por seis años el responsable de mantener a raya las influencias y los peligros de la subversión centroamericana, en específico a la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.
Gobierno y militares olisquearon y cerraron sus pinzas de control bélico a injerencias guerrilleras de Guatemala, si bien el territorio chiapaneco fue tierra de refugio para quienes huían de los horrores de la guerra.
En la estrategia federal ésa fue la misión real encomendada a Castellanos Domínguez, quien al final de su gobierno entregó unabitácora de guerra de saldos aparentemente pacíficos y de control territorial, con respecto a repercusiones ideológicas y de injerencia subversiva en Chiapas.
Lo que el exdirector del Heroico Colegio Militar no detectó, disimuló, no quiso informar, ignoró o minimizó fue el origen, desarrollo y articulación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, cuyos milicianos ya se movían en las comunidades y se organizaban en las profundidades de la selva.
Seis años después de concluir su mandato, los encapuchados, que Absalón, tal vez ignoró y despreció en su condición de León de la Guerra, lo sometieron en su finca, para enjuiciarlo ante un tribunal guerrillero, como uno de los políticos y caciques más crueles y despreciables de la historia chiapaneca.
Las manecillas de los tiempos de la guerrilla atraparon después a Patrocinio González Garrido, hasta antes indestructible e imbatible en su lógica de delirios de El Poder Soy Yo.
Aquella tarde de 1992 cuando el responsable de las policías estatales, Ignacio Flores Montiel, con papeles en mano, hablaba con González Garrido a unos pasos de la escotilla del avión El Chamula, en el desaparecido aeropuerto civil de Terán, el aire parecía trasladar la advertencia, seguramente reiteradas sobre la presencia alrededor de EZLN.
Señor, señor, aquí puede usted observar el material subversivo que obtuvimos sobre los grupos guerrilleros que no son precisamente de Guatemala, sino de Chiapas.
La información nuestra la hemos tenido bien confirmada con fuentes militares y del gobierno federal; los guerrilleros ya contaminaron a los indios en sus comunidades, están más allá de la selva, siguen creciendo, pues.
Político duro, rudo, intolerante y dictatorial, Patrocinio quedó sometido a las restricciones políticas que exigían las entonces negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
El silencio y la rabia contenidos acompañaron al ex gobernador hasta que el estallido de la guerrilla lo pateó y sacó de la titularidad de la Secretaría de Gobernación, de donde cabizbajo y con los ojos humedecidos por ira e impotencia, inició su camino sin retorno de la política activa.
La onda expansiva del zapatismo atrapó y retiró a Elmar Harald Seltzer Marseille, un híbrido finquero montaraz empujado a la política y a gobernador temporal por designios de González Garrido, su padrino, quien le encargó El Rancho Chiapas cuando dejó la gubernatura para asumir la Secretaría de Gobernación, a petición de Carlos Salinas de Gortari.
Eduardo Robledo Rincón fue otra cabeza política clave que rodósobre el tablero de las estrategias políticas del EZLN, como también le ocurrió a su relevo Julio César Ruíz Ferro , a quien las 45 víctimas pro zapatistas de Acteal lo expulsaron de la gubernatura para tropelearlo en reclamos hasta la actualidad.
En el Ocosingo de 1995, aquel joven tzeltal relataba sus días de combate guerrillero en el mercado público del municipio selvático. Hablaba de los múltiples rostros de Marcos desdoblados en centros estratégicos de combates.
De los tiempos indígenas, de cómo éstos se consumen y consuman con sus redes y ruedas de cumplimientos:
Fueron varios Marcos los que pelearon, se repartían, dirigían las batallas; por ejemplo, en Rancho Nuevo ahí estuvo el mero Marcos, ahí donde fueron los meros putazos, donde teníamos que dejar nuestra huella.
Recuerdo aquel Marquitos trepado, un chamaquito, en el campanario de la iglesia de Ocosingo, echando bala a los soldados que intentaban llegar por la entrada principal.
Ese Marquitos chingó a muchos soldados, hasta que un helicóptero, de esos mosquitos lo chingó a balazos.
Estuvo también aquella mujer encapuchada, buena con las armas, que enfrentó a los soldados para que nosotros saliéramos por el drenaje del mercado.
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