Explotación infantil, un tema para el Congreso
Es un niño menudito, pero ágil. Su cuerpecito moreno, de alrededor de tres años, va de aquí para allá; esquiva los coches, se desliza entre ellos, se acerca, sonríe y me pide un peso. Solo un peso, repite, mientras que su manita izquierda limpia mi retrovisor y, alternativamente, los mocos que se le escurren por los labios.
Me dice que se llama Juan, y no puede decir mucho más, pero si lo hiciera seguramente alimentaría la misma historia de niño abandonado, huérfano de padre y, a veces, de madre, que debe pedir unas monedas para comer.
Pero este niño es tan pequeñito, apenas candidato para el jardín de niños, que aprendió seguramente a un tiempo a caminar y a torear coches, como si fueran sus juguetes.
Pedir monedas y esquivar coches deben ser, sin embargo, las dificultades menores a que se enfrenta a sus escasísimos tres años. Los verdaderos problemas debe tenerlos cuando entrega los pesos recibidos. ¿Tendrá una tarifa? ¿A quién rinde cuentas? ¿A su madre, a su hermana, a su padre, a un adolescente o a un adulto desalmado?
Otro niño, un poco mayor, quizá de ocho años, se aparece después en mi camino. Domina dos pelotas de tenis. Y pide, como el primero, un peso, por lo menos un peso, dice.
Estas escenas, a las que nos enfrentamos a diario, deberían desaparecer. Los niños no deberían ser rehén de nadie.
Debiera legislarse, y ahí tiene una tarea pendiente la diputada Anita Valdiviezo, para prohibir la mendicidad infantil.
La medida debe ir acompañada de programas de atención a los niños de la calle, para que se les otorgue educación, alimentación, ropa y techo adecuado. De esa manera, se evitaría la creación de verdaderas mafias que tienen como epicentro la explotación infantil.
En varios países, está prohibido que los niños mendiguen. La policía los lleva a una casa de acogida y solo son entregados a sus familiares si éstos se comprometen a no seguirlos explotando.
De esa manera, la mendicidad infantil en esos lugares casi ha desaparecido. Pero en Asia y África, 60 millones de niños deambulan por las calles, y en América Latina, el número es un poco mayor.
Desgraciadamente en Chiapas, los niños siguen siendo explotados y obligados a ejercer la mendicidad debido a la pobreza y a la falta de una legislación adecuada.
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