El regreso a la economía de Lord Keynes
Por Ramón Eloy Cerda Castillo
“Los filósofos han tratado de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”
Karl Marx
Se atribuye habitualmente a Adam Smith, el nacimiento de la economía como disciplina, quien publicó “La Riqueza de las Naciones” en 1776. Durante los siguientes 160 años se desarrolló un extenso cuerpo de economía teórica cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Esta era la presunción básica de la economía neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de sus predecesores clásicos). Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes tanto acerca de la explicación de lo que había pasado como de la solución de futuras depresiones. A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no quería que el gobierno dirigiera la economía (según Krugman). En su obra capital, “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, escrita en 1936, él mismo describió su análisis como: moderadamente conservador en sus repercusiones. Quería organizar el Capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante y apeló la activa intervención del gobierno, imprimiendo mas monedas y billetes y, si fuera necesario, con fuerte gasto en obras públicas para combatir el desempleo durante las depresiones.
La historia de la economía a lo largo del último medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del Keynesianismo y de un retorno al Neoclasicismo. El renacer neoclásico fue dirigido inicialmente por Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó en 1953 que: “la economía neoclásica sirve adecuadamente como descripción del modo en que la economía funciona realmente, al ser extremadamente fructífera y merecedora de plena confianza”. Pero, ¿Qué hay de las depresiones?
El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con la doctrina conocida como Monetarismo. Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea que una economía de mercado necesitara una deliberada estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo, que una intervención muy limitada y restringida(a saber, a los bancos centrales a mantener el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los depósitos bancarios creciendo a un ritmo estable) era todo lo que se requería para prevenir depresiones. Friedman empleó un argumento convincente contra cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el desempleo por debajo de su nivel “natural” (en la actualidad es del orden de 4.8% en los Estados Unidos); además argumentaba que las políticas excesivamente expansionistas llevaría a una combinación de inflación y alto desempleo, una predicción que fue confirmada por la estanflación en los años setentas, la cual impulsó en gran medida la credibilidad del movimiento antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la de sus sucesores.
En los años treinta, los mercados financieros, no suscitaron mucho respeto. Keynes que era una mala idea la de dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarle la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios; de ahí que Keynes comentó:”Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho”. Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del círculo académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostenía que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible. Y por los años ochenta, hubo economistas financieros, en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que defendían que dado que los mercados financieros siempre aciertan con los precios, lo mejor que podían hacer los jefes de las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En otras palabras, los economistas financieros creían que se debería poner el desarrollo del capital de la nación en sus manos, de lo que Keynes llamó economía casino. El gran Keynes abogaba por un mayor gasto público: cuando la política monetaria es infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que gaste más, el sector público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento de la economía. El estimulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.
Por su parte, Milton Friedman creía que la política de la Reserva Federal más que para cambios en el gasto público, debía ser utilizada para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que un aumento en el gasto público no puede, en cualquiera circunstancia, aumentar el empleo (Ver: Un marco teórico del análisis monetario 1970), aquí Friedman parece keynesiano.
En otro contexto, Paul Samuelson no trabajo sólo con las clásicas teorías de la oferta y la demanda, sino también con las teorías del bienestar, la elección pública, los ciclos económicos y las finanzas públicas. Su tesis doctoral para la Universidad de Harvard se conoce hoy con el título: Fundamentos del Análisis Económico, una obra clave para el estudio de la economía, en la cual su autor sintetiza muchos de los métodos de la teoría y el análisis económico. Su mérito fue trasladar la teoría económica a la comprensión de un análisis matemático simple, por ello recibió el galardón más importante para un economista, el Premio Nobel de Economía en 1970, primer estadounidense en recibirlo. Desde las teorías de Adam Smith y David Ricardo, a los modelos de Walras, Pareto y Wicksel; en su análisis matemático desarrolló la síntesis neoclásica, demostrando que este instrumento se puede emplear cuando las economías se ubican cerca del pleno empleo, pero no cuando se vive un fuerte desempleo. Son muchos los aportes teóricos de la monumental obra de Samuelson, marcado por sus experiencias de la Gran Depresión, de haberla vivido y de haberla sufrido. Es justamente para comprender sus causas y lograr evitarla, que entrara a estudiar economía a la Universidad de Chicago, donde siempre tuvo grandes discusiones con Milton Friedman, fundamentalmente en el ámbito del rol del Estado en la actividad económica.
Entorno a los Neoclásicos, se les llama así al conjunto de economistas que desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX, el análisis marginal, complementando, profundizando y haciendo más general la teoría económica creada por los clásicos. El concepto de utilidad marginal significó para la ciencia económica una verdadera revolución que permitió comprender mucho mejor el proceso de intercambio, así como la forma en que se realizan sus elecciones económicas los consumidores y los productores, y el modo en que se determinan los precios en el mercado. Los neoclásicos no fueron una escuela en sí, como otras que se centraron alrededor de una figura central, como por ejemplo: Marx, Keynes o Friedman; sino un movimiento teórico que contó con varios aportes independientes (no siempre compatibles) que realizaron personalidades y grupos de trabajo diferentes como Edgeworth, Irving Fisher y Alfred Marshall.
Respecto al Neoliberalismo, en teoría suele defender algunos conceptos filosóficos del viejo liberalismo clásico del siglo XIX, aunque sus lineamientos políticos y su empecinamiento con ideas posteriores, hace de él una doctrina diferente de dicho liberalismo clásico. Entre las cuestiones ampliamente promovidas por el Neoliberalismo están la extensión de la iniciativa privada a todas las áreas de la actividad económica y a la limitación del papel del Estado.
Ante la crisis financiera mundial del 2008, Paul Samuelson comentó:”Los genios de la ingeniería financiera crearon un monstruo a lo Frankenstein, que después no supieron cómo gobernar. Toda la burbuja del sector inmobiliario se creó y nadie hizo nada para detenerla. Nadie aprendió la lección de 1998, y así se dieron en el mundo excesos increíbles de apalancamientos sin que nadie supiera lo que se estaba haciendo. Era como operar con los ojos cerrados, y nadie aprendió nada de ello”.
Por eso el Premio Nobel de Economía 2008 Paul Krugman dice lo que la economía mundial necesita en estos momentos es:”Una operación de rescate, conseguir que el crédito fluya de nuevo y estimular el gasto. La primera tarea es la más difícil de las dos, pero debe hacerse y pronto”. Es decir, volver al Keynesianismo. A la política económica de intervención central del gobierno pues. O sea hay que gastar, invertir inteligentemente en obras prioritarias de infraestructura para el desarrollo económico del país, y de ahí viene el efecto multiplicador de Keynes en la economía.
En fin, mis estimados, los economistas difieren unos de otros y qué bueno que sea así, siempre y cuando se adopten políticas económicas que beneficien a la gran mayoría de la población. La diversidad ideológica de los economistas siempre va existir. Pero como decía Ling Yutang: “No importa cuál sea el color del gato, lo interesante es que cace ratones”.
- Economista por la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la UNACH, Campus III de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Actualmente es Analista Académico del CEDES (Centro de Estudios para el Desarrollo Municipal y Políticas Públicas) de la UNACH, Catedrático en la ECEA (Escuela de Ciencias Económicas-Administrativas) de la UVG (Universidad VALLE DEL Grijalva) Catedrático de la US (Universidad del Sur) y en el IUACH (Instituto Universitario Azteca de Chiapas).
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